domingo, 3 de junio de 2012

"La fortuna de vivir"... y de disfrutar del cine.

La fortuna de vivir. 1999. Dir. Jean Becker. Francia.
No sé qué pasa en la infancia, que quizá nuestra capacidad crítica sea diferente y valoramos de otra manera aquello que vemos o vivimos, que sentimos con una intensa inocencia. Quizá cuando se es niño se tiene otra conciencia de la vida, de todo aquello que pasa y que se sueña. Por eso el cine que se ve en esos momentos entra con una fuerza imborrable, dejando unas sensaciones de bienestar inmensas. He idolatrado películas tan diversas como Parque Jurásico, El dorado, La princesa prometida o Reencuentro por este motivo. Luego las he visto y sigo creyendo que son buenas películas, pero ya no tanto como antes, ya no me hacen sentir con esa ilusión. Por otro lado, ahora disfruto de emociones fuertes con otras películas. Supongo que he cambiado yo y mi percepción de las cosas, mi sentido crítico.
Con este miedo al rechazo de mi infancia, con miedo de que aquel niño que fui ya no estuviera presente, me enfrenté ayer a un nuevo visionado de La fortuna de vivir. Tenía miedo de que mi butaca estuviese más medio llena que nunca, y sólo medio llena, o quizá medio vacía. No olvidaré la primera vez que la vi y todo lo que la disfruté, a los lugares a los que me transportó. Ando yo buscando el mundo ideal, la vida soñada, la utopía de mi fantasía, creada a través de los años con múltiples imágenes y ensoñaciones, algunas de ellas provenientes de La fortuna de vivir. Sabina dijo en una canción que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver"... no sé siquiera si lo decía en serio, pero allí estaba yo, de vuelta en el pantano que da nombre al precioso título original de la película, Los niños del pantano, y me encontré descubriendo errores y momentos mejorables, tanto en su guión como en su puesta en escena. En ocasiones utiliza la música de manera muy sensacionalista, resaltando y subrayando escenas que no lo necesitaban; presenta alguna trama de manera relativamente burda; echa mano de la voz en off a su antojo y no siempre con acierto; y quizá se eche en falta algo de profundidad en algunas relaciones, en situaciones que piden más emoción, más intensidad. Por suerte, esta lectura de la película vista desde el yo actual no impidió que disfrutase de todas las emociones que transmite, quizá ya no como cuando la vi por vez primera, pero sí logró recordarme esa felicidad. 
Hay que decir que, pese a estos defectos, tiene enormes virtudes: es capaz de crear un magnífico tempo, un ritmo que te absorbe y te permite entrar en la historia de estos personajes, en su día a día, con sus inmensas imperfecciones que no lograr tapar ni esconder sus ganas de vivir; es capaz de crear un mundo idílico, ese pantano del título, de una gran belleza visual, con unos colores vivos que te atrapan, un amor a la naturaleza que permite al espectador soñar con esa vida; y nos regala unos personajes cargados de una suave melancolía, un canto a la amistad y a los sueños. 
Los personajes están irremediablemente unidos a sus circunstancias, a sus sueños y al pantano. Ese pantano al que el "abuelo ranita" desea retornar, cargado de nostalgia por tiempos mejores que probablemente no puedan volver, lo que no le impide luchar por ello con la ilusión de un chaval, o el pantano que atrapa a Garris y le aleja de sus aspiraciones de ver mundo, por el amor a sus amigos, a la belleza del lugar o el enamoramiento por una joven vecina, o el pantano visto por los ojos de Cri-cri, la agradable y soñadora niña que narra la película.
Se apoya en unos personajes secundarios que buscan su felicidad y su lugar en el mundo a toda costa, persiguiendo sus sueños, sus objetivos, ya sea viajar o disfrutar de la música y la literatura, de la libertad, del viaje, de los pequeños detalles del día a día, de la naturaleza, de la ilusión por un amor o una vida perdidos en algún momento... y esto es lo mismo que les trae la melancolía, la imposibilidad de alcanzar aquello que buscan, o el mundo que cambia a su alrededor, siguiendo un camino a veces opuesto, capaz de convertir un pantano en un centro comercial, en una bella metáfora del mundo actual.  Los niños del título original no creo que sean los niños que aparecen en la película, con la excepción de Cri-cri, los niños son esos adultos que se emocionan y se decepcionan con cada cambio de sus vidas, que acechan la perfección de los grandes momentos como forma de ser y de sentir. Un buen momento bien vale un día, o un mes, o un año, mientras sus valores y sus principios prevalecen sobre las imposiciones de nuestro mundo real, actual, duro y materialista, lleno de necesidades y ambiciones. Supongo que hay que vivir en ambos. Yo he tenido la suerte en este visionado de viajar a ese pantano y me alegro por ello. Ahora os escribo de vuelta en mi mundo real. O eso creo.

Sé que a veces no hablo como un crítico, sino como un fan, como un cinéfilo, pero quizá sea necesario de vez en vez, o de cuando en cuando. El cine no tiene por qué ser racional, ya que transmite emociones, y me pregunto si mis intentos por racionalizar el placer de su visionado no son vanos, si mis críticas no deberían fluir por las emociones como lo hace esta película por mi imaginario y por mis sueños. Luego me doy cuenta de que también el cine, por lo general, se estanca en esa misma racionalización, en unos dogmas, unas normas de estilo que supuestamente conducen al éxito y a la emoción, pero que demasiado a menudo lo alejan del arte y de la ilusión de su observación, convirtiéndolo en un trámite, en una continua repetición de unos esquemas. Por eso tienen que existir películas como La fortuna de vivir, por eso hay que creer en el cine, desde la perspectiva de un niño o la de un adulto, sean mejores o peores. Por eso han de existir críticas que hablen de esa racionalización sin olvidar la emoción. Me he pasado de sentimental en esta crítica, espero que me lo perdonéis... y espero que encontréis vuestro pantano y lo disfrutéis, aunque sea sólo por un instante.

domingo, 20 de mayo de 2012

"Planeta libre"

A veces olvidamos los motivos por los que hacemos y vemos cine. A veces no hace falta más que tener una idea bonita que se desee transmitir. Si se hace con humildad y buenas intenciones, llevando al máximo las capacidades expresivas, el resultado debería ser positivo. Planeta libre es una película muy sencilla, por no decir limitada. Su dirección no se sale de lo estándar, de lo académico, técnicamente es una más, las interpretaciones distan mucho de ser creíbles en determinados momentos, y su guión presenta agujeros enormes en su estructura, tan grandes, que tiene una protagonista que olvida su objetivo a 5 minutos de comenzar su viaje, regresando casi sin sacar conclusiones de él. Ella va a buscar a su familia y sus orígenes, sin encontrar, al menos conscientemente, nada que le merezca la pena, salvo la belleza de las mujeres y la música. Me pregunto si, en esa ruptura que hace la película de los convencionalismos, la belleza no debiera ser patrimonio de la mujer, ni con los cánones clásicos... pero eso es meterse en otros jaleos, ajenos a esta película. Hablaba de que Planeta libre es una película limitada en lo técnico y lo narrativo.
Sin embargo, no importa. No es relevante. Las intenciones de la película van más allá de la calidad técnica y artística. Nos encontramos con una película divertida y simpática que se convierte en episódica según avanza, permitiéndonos acompañar a sus protagonistas en el descubrimiento de nuestro propio mundo, tal cuál es y tal como podría ser: presenta un mundo utópico e idealizado y lo confronta con el mundo actual. La mezcla funciona, principalmente cuando se le añade humor y se aleja de la ridiculización de la sociedad actual, cuando no pretende dogmatizar ni persuadir.
Es cierto que hay momentos en los que se corre ese riesgo, como en el estadio de fútbol o con las "desconexiones" que realiza la protagonista a otros personajes, haciéndoles salir de su realidad para ver el mundo sin la venda habitual del día a día, con su belleza natural, despojado de las imposiciones culturales y sociales, mostrándoles una realidad que quizá no deseen ver. Pero la película esquiva con cierto tacto estas situaciones, de forma liviana y con humor, comprensivamente. Por este motivo me extraña que fuera prohibida en tiempos de su estreno, como dice la leyenda, ya que es una película que muestra y propone, pero sin excesiva acritud ni agresividad.
Puede que esa prohibición, lejos de ser un impedimento, haya ayudado a la película a convertirse en cine de culto para algunas personas. Eso y su mensaje, esquivando sus dificultades narrativas, que sale por todas partes y se desborda en una gran cantidad de ideas originales, muchas de ellas muy visuales. El poder curativo de los bebés, con toda su energía e inocencia, el uso del agua como conductor para la telepatía, la reflexión sobre el pintalabios y la belleza y, en fin, un largo etcétera.
Como anécdotas, se podría destacar a una jovencísima Marion Cotillard en uno de sus primeros papeles en el cine, cumpliendo a la perfección y tan bella como siempre; y comentar el pequeño desliz en la traducción del título, cuyo nombre original es mucho más bonito, La belle verte, la bonita verde, o la bella verde, o verde hermoso, mucho más acorde con la humildad y sencillez de la película, nada tan explícito como el título traducido.
Esta pequeña obra, sin embargo, tiene la virtud de calar en el espectador, e incluso de hacerle pensar casi sin darse cuenta, debido a la cercanía e ingenuidad de su protagonista y sus personajes secundarios, con un ritmo muy vivo, pasando de una cosa a otra con bastante sencillez, la buena elección de la música ayuda a que el espectador sea transportado a lo largo de la película apenas sin darse cuenta. Su mensaje ecologista y en favor del buen conocimiento y uso del cuerpo y la mente humanos, cercanos y en simbiosis con la naturaleza, se hace amable y creíble, principalmente para quien comulgue con estas ideas.
Uno se pregunta si una película de ideas tan naturales y alternativas, tan frescas, no merecía un trabajo igualmente creativo en lo cinematográfico. Es decir, que se nos presenta ese amor a la naturaleza, pero no se nos hace sentir de manera rotunda esa emoción, no se nos transporta a ese mundo como lo haría una película de Terrence Malick, por poner un ejemplo de otro autor ecologista, que inspira esa conexión con el mundo mediante sus imágenes, su montaje o su guión. Es cierto que el mensaje de Malick no se dice explícitamente ni llega con tanta facilidad al espectador, pero deja un mayor poso en lo cinematográfico, haciendo compartir y disfrutar al espectador aquello que quiere transmitir. Quizá esa elección sencilla y estandarizada de realizar Planeta libre la haga más liviana y asequible, incluso una película de culto para algunas personas, pero no evita pensar que pudiera haber sido mejor en lo cinematográfico. Bueno, lo mejor será no darle más vueltas y disfrutarla sin más, por lo que es, una comedia con ideas muy pensadas por debajo, una pequeña joya.






jueves, 17 de mayo de 2012

Black Mirror

Vivimos en un mundo en el que la tecnología forma una parte esencial de nuestras vidas, lo queramos o no. En este momento, quien no tiene cuenta de Facebook, Tuenti, Twitter, Google+ o Linkedin está fuera del mundo y como tal se le trata, quien no tiene un móvil con acceso a Internet para comunicarse por Whatsapp está incomunicado como un ermitaño. Asusta que no se hayan estudiado del todo las consecuencias de estos cambios sociales, que nos adentremos en ellos sin plantearnos del todo adónde nos llevan. A veces pienso que es como consumir un medicamento que no ha sido testado. ¿Qué será lo próximo? ¿Que haya que estar suscrito a este blog para estar al día?
Black Mirror es una serie británica que se adentra con valentía y creatividad en estas reflexiones sobre la tecnología. Y lo hace de una forma novedosa en la televisión. Crea 3 capítulos de diferente duración, contando historias totalmente diferentes, construyendo mundos propios e independientes para cada una de ellas, con distintos equipos, personajes, lugares y épocas. Tienen en común una intención crítica sobre la absorción de la tecnología en nuestra sociedad y un punto de vista humano. No se centran en aspectos técnicos ni cargan contra las máquinas, sino que estudian su uso y su abuso, las repercusiones en la sociedad y en sus individuos, en su intimidad y la pérdida de ella.

El primer capítulo trata sobre el poder de las redes sociales y de la interconexión, habla de youtube y el poder de la información de cualquiera, del acceso a los medios, de la enorme influencia que han adquirido sobre nuestras vidas, al tiempo que plantea dilemas morales sobre el control y el poder, enfrentándolos a aquello que más se teme en antena: la humillación.
El segundo capítulo se produce en un mundo distópico, en el que las personas están absorbidas por una sociedad que controla mediante las máquinas, que domina mediante el entretenimiento a las personas, haciendo de ellas lo que quiere, jugando con sus sueños. La trama se centra en una relación que lucha contra el sistema establecido.
El tercer y último capítulo habla sobre la memoria, con la creación de unos chips que almacenan aquello que vemos y oimos en nuestro día a día, pudiendo reproducirlo en una pantalla o en la propia cabeza en cualquier momento. La fuerza de la realidad y la pérdida de la intimidad son temas que se ponen sobre la mesa. ¿Dónde está el límite?
¿Acaso no se nos dice ya hoy en día con qué soñar? ¿No se nos dice dónde está el éxito y en qué consiste? ¿Acaso no aceptamos un modo de vida establecido anteriormente y nos sometemos a él sin apenas dudar sobre su conveniencia?
¿Acaso no vemos cada vez un mayor número de cámaras que registran todos nuestros movimientos, aunque estén ahí por seguridad? ¿O no decimos en qué lugares estamos y con qué personas en nuestras redes sociales? ¿Dónde está el límite?

Se abre un enorme abanico de posibilidades narrativas, de caminos por los que conducir estas historias, teniendo que crear un mundo y desarrollarlo en un capítulo, con una evolución completa de los personajes. En realidad estamos hablando de 3 mediometrajes y esta estructura también es inusual en la televisión actual, incluso en el cine. Cada uno de estos 3 capítulos tiene el material y el punto de partida suficiente para ser alargado y extendido a lo largo de varias temporadas de series. Cada uno de ellos podría ser una serie en sí mismo, y durar años. Si se pueden hacer 4 películas de Piratas del Caribe, se podría hacer al menos una con cada una de estas historias. Creo, por tanto, que es una lástima que se tenga que reducir el material a una hora o menos, perdiendo parte de la evolución que se pudiera producir en los personajes y en las sociedades que se han inventado, pudiendo prestar mayor atención y tiempo a los detalles. Es curioso, porque las series suelen padecer el problema opuesto, el aburrimiento y los diálogos de relleno, las tramas interminables que avanzan a paso de tortuga. No sé cuál es el motivo de esta estructura, si es por falta de tiempo en pantalla, por falta de presupuesto, o por honestidad con el espectador, pero hubiera deseado ver más.

Su desarrollo acelerado es un problema porque, en cada paso que se da y en cada trama que se abre en cada capítulo, se anima al espectador a pensar, a descodificar todo aquello que se le presenta, y además, a hacerlo a marchas forzadas, pudiendo empatizar con sus protagonistas, metidos en situaciones extremas. El problema de pedir al espectador que piense es que lo haga y descubra que se podría haber sacado más partido a las situaciones. Es un poco injusto decir esto, lo sé. No se le pide originalidad constante a las películas de Hollywood, ni que nos lleven al extremo en situaciones pocas veces reflejadas por el cine o la televisión. Sin embargo, uno se encuentra con que las historias se podrían haber llevado más lejos, o haberse resuelto de manera más atrevida.

Pese a todo, Black Mirror es una propuesta muy fresca y disfrutable, con personajes creíbles, partiendo de grandes ideas y proporcionando alrededor de una hora de entretenimiento del que hace pensar y se queda en la cabeza.
Por tanto, creo que merece la pena verla y reflexionar sobre aquello que plantea, y dejar que esa reflexión vuelva a nosotros mientras gastamos nuestro tiempo entre redes sociales, o mientras tenemos eternas conversaciones de chat que durarían escasos minutos por teléfono... y que ganarían mucho más en persona, viendo la cara a quien nos habla, descubriendo el lenguaje corporal que acompaña a las palabras.  No obstante, creo que, en algún lugar de todo esto, hay una paradoja insalvable. Al fin y al cabo, la serie que nos alerta sobre los medios también es un medio de comunicación, y se aprovecha de los avances tecnológicos para contarnos los problemas de su uso indiscriminado... y yo lo publico en un blog que transmito por redes sociales para que lo leais vosotros. Somos víctimas y culpables.

lunes, 14 de mayo de 2012

Fassbinder... o la enfermedad del cine

He tenido la suerte de encontrar El matrimonio de Maria Braun, gran película del maestro Fassbinder... y me ha sido inevitable repasar su biografía y su filmografía, descubrir al genio detrás de la obra. Es un hombre que hizo más de 40 películas en 13 años, hasta que murió finalmente de sobredosis. Utilizaba la cocaína y las pastillas para dormir como divertimento, adicción y para aumentar su eficiencia. Escribía durante 36 horas seguidas para dormir 12 y volver a empezar. Era despótico en sus rodajes, autoritario, quería controlarlo todo, humillaba a sus actores y a su equipo técnico, yéndose después de fiesta con ellos, drogándose y acostándose con un séquito de alrededor de 30 personas, hombres y mujeres, para levantarse a la mañana siguiente y hacer cine de nuevo. Cine de calidad técnica y dramática a muy bajo coste. 
Afirmaba que todas sus películas trataban de un mismo tema. Más de 40 películas y sentía que todas trataban de un mismo tema, aunque de manera diversa. Eso se podría considerar una enfermedad. Murió joven, románticamente quiero pensar que a causa de ello, de su obsesión por narrar eso que tenía dentro y no podía sacarse de otra forma. Tuvo en 37 años una vida y obra que daría envidia a ancianos hiperactivos por su extensión, con la suerte de no envejecer. Pero padeció la enfermedad del cine... o quizá el cine fue su terapia, su cura de otras enfermedades y sufrimientos, una infancia terrible, problemas personales de todo tipo. Se dice que se comportó muy mal con mucha gente, para imponerse, para estar por encima de ellos. Y por debajo estaba su obra, sensible y humana, fuerte y emotiva, tomando referencias del cine que había visto mientras sus padres no cuidaban de él, mientras no le educaban.
Fue un hijo del cine.
Y como hijo del cine hizo aquello que le había enseñado y le dio la vuelta a su manera. Habló de la represión y el dolor de las relaciones humanas y de los sentimientos, de los problemas que acarrean el amor o el patriotismo, la autosuficiencia o el hecho de luchar por uno mismo y por aquello que se desea. Y lo contó con una gran fuerza y vitalidad, con un simbolismo extenso, con cercanía y gran calidad técnica. En realidad sólo he tenido el gusto y la ocasión de ver esta película, pero he podido disfrutar de pequeños fragmentos y estudios sobre otras, dejándome la misma impresión.
Parece que quiera contarlo todo en cada escena, en cada imagen y en cada plano, con una iluminación, un vestuario y una dirección de arte que toman tanta referencia de lo real como del cine, pero que llegan al espectador cargados de emoción y de sentimiento. Hay algo desesperado en sus personajes y sus acciones que sale de la pantalla hacia el espectador, acorralándole en sus vidas. Es melodrama, quizá, según se interprete qué es melodrama, pero como lo hace también Almodóvar, por ejemplo, como modo de expresión muy personal, desde el planteamiento de un autor que sólo puede hacer cine de autor.
Algunos podrán apreciar las referencias al cine clásico americano, del que parte una gran porción de su imaginario, principalmente de Douglas Sirk. Otros podrán ver la emoción que se desprende de los personajes, de sus miradas, de sus deseos insaciables. Otros podrán reflexionar sobre sus significados, sobre la intención social y humana de sus películas. Otros se escandalizarán con el contenido sexual y moral que se desprende de sus obras, muy liberal para nuestros días, quizá. A lo mejor es muy liberal para casi cualquier cultura y tiempo. Otros las verán encantados precisamente por este mismo motivo. Y algunos otros quedarán hechizados, pegados a la pantalla por todo esto al mismo tiempo.
Hablaría mucho más, hablaría y hablaría hasta perder el sentido, comentaría muchas cosas sobre El matrimonio de María Braun, sobre su planificación, sobre su guión y sus personajes, sobre su iluminación y su puesta en escena en general, sobre la pasión por hacer cine. Sobre la necesidad de hacer y ver cine, hasta lo patológico, sobre la necesidad de los demás y el deseo de ser independiente, de crecer en un entorno hostil... lo haría, de verdad que sí. Pero creo que, paradójicamente, no puedo ni quiero escribir más. Envidio la productividad de Rainer Werner Fassbinder... me asombra, sólo con decir entero su nombre y apellidos ya tardo un tiempo que no recuperaré y él no paraba de hacer cosas. Le envidio y quiero ver cine, escribirlo y hacerlo, quiero vivir mi vida al máximo y empezar ahora, ya voy con retraso respecto a él. Pero al mismo tiempo no quiero seguir escribiendo esta crítica, la dejo aquí para que el lector se apresure a buscar cualquier película de Fassbinder y la vea.
Eso sí... intentaré que mi productividad no se apoye en las drogas ni en el autoritarismo, ni que tenga que humillar a nadie ni ser muy infeliz por el camino. Me parece que no voy muy bien encaminado...

martes, 24 de abril de 2012

"Intocable"

Hombre blanco millonario paralítico por practicar deportes de riesgo busca asistente que no le compadezca, que le trate como a cualquier otra persona. Nini negro busca que hombre blanco le firme la solicitud de empleo para cobrar el paro. A ambos hombres les gusta la velocidad, la música, el sexo opuesto y los chistes y bromas sobre paralíticos. Uno fuma marihuana por placer y el otro como medicina. Se hacen amigos... tampoco inseparables, digamos que se soportan bien. Uno descubre que trabajar no es malo y aprende nociones básicas de pintura y música clásica. El otro acepta su imagen, pierde el miedo a ligar pese a su aspecto y aprende a mover la cabeza a ritmo de soul con Kool and the Gang y Earth, Wind and Fire.
Fin de la película.
Sé que es injusto hacer esto, se podría hacer con casi cualquier película... pero esta conjunción de clichés me asustaba mucho al entrar en la sala. ¿Podrían pasar por encima de ellos? ¿Podrían dar la vuelta a los tópicos del hombre blanco remilgado amante de la alta cultura y el nini negro barriobajero con problemas? El caso es que no estoy seguro de ello. Me pregunto si tenían un libro de chistes sobre parapléjicos o fueron improvisando sobre la marcha. Es verdad que se cuentan con buen gusto, y con la intención de hacer hincapié en ese valor mencionado al principio de esta crítica, la necesidad de ser considerados normales y dentro del mundo, de romper las barreras de lo políticamente correcto y centrarse en la persona bajo ese problema, hasta ahí estoy de acuerdo, pero no tanto si ese es el punto fuerte de la película, las maneras de reírse de la parálisis de uno y de la incapacidad del otro para cuidar de él. También hay que reconocer que, dentro de los clichés y los tópicos y los lugares comunes, los personajes están escritos con cariño y con relativo buen gusto, trabajados. En cada escena en la que salen hay acción y se contraponen de alguna forma, ya sea por el miedo a volar, por las diferencias culturales, por la forma de ligar, por el arte... en definitiva, lo único que comparten es el sentido del humor y varias caladas... y al final, un respeto del uno por el otro. Quizá esto no hubiera sido posible sin el gran trabajo de los actores, Omar Sy y François Cluzet demuestran una gran intución y muy buen tempo para la comedia, sin grandes alardes, pero con mucho carisma. Los directores, por su parte, no se complican en ningún momento, disfrutando de momentos muy plásticos, como el vuelo en parapente o la persecución en coche, acompañados de música... se puede apreciar que también ellos trabajan con cariño, con cuidado en los detalles. Ahí creo que es donde reside el éxito de la película, quizá la película europea de mayor recaudación del año. En Francia cuidan mucho su cine, también el comercial, y eso se agradece. Cuidan los pequeños aspectos del guión, escena a escena, aunque se adentren en imágenes mil veces vistas por el espectador medio, cuidan la escena y el sonido, las interpretaciones... trabajan con estas películas tomándoselas en serio, ocupándose de que el espectador pueda reír o emocionarse con cada momento de la película. No fue mi caso, pero entiendo que sí lo sea el de otra gente, y me alegra que se haga así este tipo de cine, no sólo el cine con intenciones más profundas merece esfuerzo y cuidado. Me alegro de que se tome esta perspectiva en el cine realizado en Francia, que se lleva viendo ya un tiempo, en contraposición al cine de Hollywood, o al cine comercial hecho en España, que dejan la mayor parte de su esfuerzo en contratar grandes estrellas del cine y de la televisión, como si les diese vergüenza esforzarse en un producto sin grandes aspiraciones culturales, que la gente irá a ver, de todos modos, por sus efectos especiales y las caras bonitas que salen en revistas del corazón.
Para terminar de resaltar esto, quisiera resaltar la primera escena de la película, que choca con todo el resto de cosas que pasan, estoy casi convencido de que me hubiera parecido fuera de lugar si se hubiera situado en su lugar cronológico. Pero tiene sentido al comienzo, incluso choca fuertemente con el espectador, viendo a sus dos protagonistas realizar una acción enormemente inmoral, haciendo al espectador cómplice de ello, haciéndole disfrutar de ello. A partir de ese momento, ya se pueden relajar y apreciar cualquier broma sobre parapléjicos, están atrapados por la película, incapaces de discernir qué comportamiento es correcto o incorrecto, tan sólo saben que se divierten con los personajes. Eso es un buen trabajo, bien estudiado, de las reacciones del público.
Por cierto, no quiero dejar pasar que la historia está basada en hechos reales y el nini no es negro, sino árabe, supongo que argelino... ¿por qué ese cambio de guión? ¿Es más visual trabajar con un hombre blanco y uno negro? ¿O será que sigue habiendo más prejuicios contra una raza y una cultura que contra otra? ¿Es casualidad? Yo lo dejo ahí, por si alguien tiene alguna respuesta...

viernes, 20 de abril de 2012

"Alps" o los problemas de ser un autor

2011. Dir.: Giorgos Lanthimos. Grecia.
Alps es cine de autor. Amado por unos, temido por otros, no comprendido por gran parte de la sociedad. Quizá haya que tener unos conocimientos previos sobre las nuevas formas de hacer cine, o sobre las antiguas, para viajar sobre estas películas y dejarse llevar por sus historias, para dejarse absorber por sus tramas. El cine comercial, en cambio, forma parte de la cultura popular y está en nuestro día a día, podemos verlo sin pensar, siquiera, si no se quiere pensar. Supongo que, en nuestra intimidad, todos podemos pensar y muchos lo hacemos, aunque sea de mal gusto exteriorizarlo en público. Todos somos libres para hacer tal cosa, aunque a veces esté mal visto.
Giorgos Lanthimos toma su propio camino para expresar, con una manera muy personal de establecer los diálogos entre los personajes, con unos encuadres muy particulares, mezclando planos tremendamente largos con otros muy breves, jugando con el ritmo y el movimiento de cámara, dejándonos, por momentos, sin poder ver las caras de los protagonistas. Busca un extrañamiento, un alienamiento del espectador frente a la sociedad que se muestra en su pantalla. Sin embargo, la estructura de su guión es bastante clásica y comprensible para cualquier espectador, pese a que nunca explique nada al espectador, lo cual es de agradecer, pero básicamente se compone de un planteamiento, nudo y desenlace, con una evolución de los personajes entre medias, especialmente la protagonista. Esto quizás hace más asequible su cine al gran público, acercándole a unas historias que muestran pequeñas sociedades, pequeñas visiones del mundo que nos hagan pensar sobre la cultura en general y el individuo en particular al mismo tiempo. Son enormes metáforas de la sociedad y de la vida.
Canino, su anterior película, la que le dio a conocer al mundo entero, una inconmensurable obra maestra, hacía referencia al proteccionismo de los padres en la educación de sus hijos, evitando su exposición a los males de una sociedad corrupta. En ella, su estilo estaba perfectamente justificado y funcionaba a cada tramo de película, con un magnífico clímax en una de las mejores escenas de baile de la historia, llegando a lo más ínstintivo y animal. Se le comparó con Haneke, otro gran autor, por su manera de mostrar la violencia, pero hay enormes diferencias entre ellos y se hacen más evidentes al ver Alps.
Debo decir que no creo que sea fácil hacer cine de autor. Es más fácil atenerse a unas reglas que delimitan gran parte del trabajo, que mantienen el desarrollo de las historias dentro de unos cánones, de unas convenciones de género. Hacer cine de autor es como adentrarse en un mar de posibilidades, sin saber del todo si lo que se hace está bien o mal. Desde luego, hay unas reglas, pero pueden ser más abiertas. ¿Quién le dice a un gran autor que lo que está haciendo no es una genialidad, sino una banalidad? ¿Quién se atreve?
Me pregunto si estos directores únicos hacen las películas según aquello que quieren contar o viceversa. Me pregunto si la forma, si el modo de contar, narrativo y visual, sirve para mostrar la profundidad y belleza de una historia, o si va unido al autor y todo lo cuenta de la misma forma. Giorgos Lanthimos me hace dudar a este respecto. Porque la artificialidad del mundo que crea no es suficiente en Alps para adentrarse en esos personajes que no saben afrontar sus pérdidas, o en esos otros que tratan de hacer negocio de esa solución. Alps trata de un grupo de enfermeros y demás trabajadores de un hospital que se encargan de sustituir a los fallecidos en sus familias hasta que superen su dolor, para que sea más gradual su duelo. Nadie protesta, todos aceptan indiferentes estas técnicas. No vemos nada del proceso de esos familiares y muy poco de aquellos que les sustituyen, en quienes se basa la película. Sí se nos muestra la necesidad de ser necesitada de la protagonista, carente amor en su familia y en su vida diaria, teniendo que robárselo mezquinamente a los muertos, pero no se llega hasta el final de ese sufrimiento, sino que nos quedamos en la superficie, viendo lo extraño e incómodo de ese proceso, pasando la película sin grandes avances, ayudada tan sólo por un irónico y negro sentido del humor, que parte de la extrañeza, de lo absurdo de las necesidades humanas. Pero no encuentro la lógica a la elección de los planos por parte de Lanthimos, ni encuentro sentido a los diálogos imposibles hasta en las conversaciones con más confianza, ni a un clímax que se vuelve a apoyar en el baile, como en Canino, pero que aquí no funciona igual. Mi impresión es que Giorgos Lanthimos es esclavo de su éxito y trata de repetirlo sin éxito, sin dejar que la historia que quiere contar le guíe, le lleve a una manera u otra de mostrar y de hablar, de narrar.
Uno se encuentra distraído descubriendo la enorme cantidad de palabras de origen griego que hay en nuestro lenguaje, algunas con el mismo significado, y otras que lo han ido mutando, tema ciertamente interesante, pero que no debía haber aparecido en mi cabeza, y que probablemente no lo hubiera hecho si la película avanzase y me contase diferentes cosas, si no tuviera miedo en investigar dentro de sus personajes y sus emociones, dentro de su dolor y su pérdida. Es una pena, porque él ya demostró en Canino que puede hacer gran cine, y aquí ha dejado escapar una historia muy atractiva. Esperemos que sea más valiente la próxima vez y sepa alejarse de sí mismo para narrar su historia... o encuentre una historia en la que su modo de narrar vuelva ser totalmente efectivo.

miércoles, 11 de abril de 2012

"Blancanieves"

Los cuentos infantiles han causado un impacto muy fuerte en el imaginario colectivo, en la infancia de todos. Son pequeñas historias que sirven para explicar el mundo, con todos sus problemas y sus bajezas, a los niños. Se les explica todo aquello que van a vivir, facilitándoles esos cambios que su vida tendrá que dar, enfrentándoles a sus miedos, a la pubertad, a la pérdida de la virginidad, y a un mundo desconocido para ellos, para terminar con un final generalmente feliz... al menos para los "buenos". Claro está que nadie trata de explicar los motivos que tienen los "malos" para actuar así, o si no será que no son malos, sino gente con problemas. No, en los cuentos infantiles son malos y punto. Ahora ha vuelto la moda de recuperar esas historias y pasarlas a cine de carne y hueso. Hay quien pudiera pensar que es un buen momento para desmitificar esas figuras del bien y el mal... para demostrar las barbaridades que se decían a los niños, ese brutal mensaje que se ha inculcado a la inocente infancia desde los tiempos de Walt Disney, superficial y peligroso. Hay que decir que Walt Disney ya adaptó esas películas a sus ideas, a aquello que deseaba transmitir. Éstas son las adaptaciones de las adaptaciones. El espejo que refleja el espejo.
Con Shrek se trató de eliminar alguno de los prejuicios de los que estaba cargado el mundo de hadas de Disney, pero aún quedaba mucho trabajo por hacer. No parece que esta nueva visita a esos cuentos míticos vaya a cambiar gran cosa, pese a todo.
Blancanieves (Mirror mirror) se centra en el exotismo y la sexualidad implícita de la historia. Sí es cierto que se muestra una imagen más autosuficiente de la princesa, pero eso resulta tan sólo en la apariencia más superficial. Tampoco el príncipe es tan encantador, al menos al principio de la película... aunque le basta con pedir unas tímidas disculpas para volver al bando de los "buenos". Pero, sin lugar a dudas, el personaje que más sufre es el de la madrastra, el más llamativo de esta historia, aquel que debería hechizar al espectador. Comienza bien la película en este sentido, con un trabajado prólogo de animación, narrado en primera persona por la propia madrastra, que parece ser la protagonista de la película... pero pronto se olvidan de ella, de todo su interés y su profundidad, para centrarse en una llamativa puesta en escena, con un vestuario y unos decorados que se acercan a Bollywood, haciendo alarde de colorido y exageración decadente en las formas, acompañado de un tono general festivo y relajado. La película está pensada para no ser tomada en serio, para disfrutar del espectáculo visual y el atractivo de sus protagonistas, con la acción y los diálogos buscando resaltar el erotismo latente bajo este cuento en el que la belleza es poder. Todos los símbolos utilizados por la imagen van dirigidos descaradamente hacia esta dirección, partiendo del enorme lazo del vestido de Blancanieves, pasando por los juguetones cachetes del príncipe a Blancanieves en su pelea hasta la importancia del primer beso de la joven princesa, en forma de ritual pseudoromántico, sin olvidar la importancia de los colores utilizados. En este aspecto, la película logra sus objetivos, si bien podrían considerarse escasos. Uno termina aburriéndose de una trama que avanza muy lentamente y sin interés y de una protagonista que no da mucho juego... yo no sabría siquiera decir si Lily Collins, la hija de Phil Collins, que interpreta a Blancanieves, es una buena o mala actriz. No tengo con qué valorarla.
Por otro lado, en estos tiempos en que la monarquía se pone tanto en entredicho, es pertinente decir que sí se atreve el guión a dejar ciertos detalles irónicos sobre la monarquía y el poder en este mundo utópico de fantasía, apoyándose en la interesante idea del control del pueblo por medio del miedo y el terror a una amenaza externa. Pasa de puntillas por estos aspectos, pero acaso es ahí donde se quedan los puntos más mordaces de la trama. Es curiosa la dualidad que tienen los estadounidenses con la monarquía, confluyendo la fascinación de los cuentos y la necesidad de un poder democrático.
Poco más hay que decir de una película que busca exactamente eso, ser un mero entretenimiento agradable para pasar menos de dos horas sin pensar en nada, sumergido en los colores y la ligereza de su historia. Es una lástima, porque con algo más de ambición habrían logrado una obra más atractiva para el espectador, que probablemente la olvide antes de que se estrene la próxima revisión de Blancanieves. Habrá que seguir esperando a que alguien reflexione sobre este cuento clásico y le de la vuelta, o que al menos nos descubra la preciosa metáfora de un espejo mágico capaz de cambiar el mundo a nuestro antojo, que devuelve una imagen transformada de la realidad, una historia sobre la verdad y las mentiras, sobre la belleza y su importancia en nuestra sociedad, sobre el éxito, sobre la importancia de verse a uno mismo reflejado y las dudas que pueden entrar al fijarse en la propia persona, sobre el ego... o incluso sobre la edad y el paso del tiempo en este mundo superficial donde la imagen es un aspecto tan esencial. No he mencionado a los enanos en esta crítica, lo sé... pero no hay mucho que decir sobre ellos... aquí son un mero gag cómico que no siempre funciona bien, aunque también de ellos se podrían extraer muchas lecturas, así como de su relación con Blancanieves. Supongo que hay muchas más cosas que pensar y que contar sobre Blancanieves y los cuentos de hadas... qué pena que nos hayamos quedado en los vestidos de colores... habrá que seguir esperando, o aceptar que esto es lo que hay.