domingo, 3 de junio de 2012

"La fortuna de vivir"... y de disfrutar del cine.

La fortuna de vivir. 1999. Dir. Jean Becker. Francia.
No sé qué pasa en la infancia, que quizá nuestra capacidad crítica sea diferente y valoramos de otra manera aquello que vemos o vivimos, que sentimos con una intensa inocencia. Quizá cuando se es niño se tiene otra conciencia de la vida, de todo aquello que pasa y que se sueña. Por eso el cine que se ve en esos momentos entra con una fuerza imborrable, dejando unas sensaciones de bienestar inmensas. He idolatrado películas tan diversas como Parque Jurásico, El dorado, La princesa prometida o Reencuentro por este motivo. Luego las he visto y sigo creyendo que son buenas películas, pero ya no tanto como antes, ya no me hacen sentir con esa ilusión. Por otro lado, ahora disfruto de emociones fuertes con otras películas. Supongo que he cambiado yo y mi percepción de las cosas, mi sentido crítico.
Con este miedo al rechazo de mi infancia, con miedo de que aquel niño que fui ya no estuviera presente, me enfrenté ayer a un nuevo visionado de La fortuna de vivir. Tenía miedo de que mi butaca estuviese más medio llena que nunca, y sólo medio llena, o quizá medio vacía. No olvidaré la primera vez que la vi y todo lo que la disfruté, a los lugares a los que me transportó. Ando yo buscando el mundo ideal, la vida soñada, la utopía de mi fantasía, creada a través de los años con múltiples imágenes y ensoñaciones, algunas de ellas provenientes de La fortuna de vivir. Sabina dijo en una canción que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver"... no sé siquiera si lo decía en serio, pero allí estaba yo, de vuelta en el pantano que da nombre al precioso título original de la película, Los niños del pantano, y me encontré descubriendo errores y momentos mejorables, tanto en su guión como en su puesta en escena. En ocasiones utiliza la música de manera muy sensacionalista, resaltando y subrayando escenas que no lo necesitaban; presenta alguna trama de manera relativamente burda; echa mano de la voz en off a su antojo y no siempre con acierto; y quizá se eche en falta algo de profundidad en algunas relaciones, en situaciones que piden más emoción, más intensidad. Por suerte, esta lectura de la película vista desde el yo actual no impidió que disfrutase de todas las emociones que transmite, quizá ya no como cuando la vi por vez primera, pero sí logró recordarme esa felicidad. 
Hay que decir que, pese a estos defectos, tiene enormes virtudes: es capaz de crear un magnífico tempo, un ritmo que te absorbe y te permite entrar en la historia de estos personajes, en su día a día, con sus inmensas imperfecciones que no lograr tapar ni esconder sus ganas de vivir; es capaz de crear un mundo idílico, ese pantano del título, de una gran belleza visual, con unos colores vivos que te atrapan, un amor a la naturaleza que permite al espectador soñar con esa vida; y nos regala unos personajes cargados de una suave melancolía, un canto a la amistad y a los sueños. 
Los personajes están irremediablemente unidos a sus circunstancias, a sus sueños y al pantano. Ese pantano al que el "abuelo ranita" desea retornar, cargado de nostalgia por tiempos mejores que probablemente no puedan volver, lo que no le impide luchar por ello con la ilusión de un chaval, o el pantano que atrapa a Garris y le aleja de sus aspiraciones de ver mundo, por el amor a sus amigos, a la belleza del lugar o el enamoramiento por una joven vecina, o el pantano visto por los ojos de Cri-cri, la agradable y soñadora niña que narra la película.
Se apoya en unos personajes secundarios que buscan su felicidad y su lugar en el mundo a toda costa, persiguiendo sus sueños, sus objetivos, ya sea viajar o disfrutar de la música y la literatura, de la libertad, del viaje, de los pequeños detalles del día a día, de la naturaleza, de la ilusión por un amor o una vida perdidos en algún momento... y esto es lo mismo que les trae la melancolía, la imposibilidad de alcanzar aquello que buscan, o el mundo que cambia a su alrededor, siguiendo un camino a veces opuesto, capaz de convertir un pantano en un centro comercial, en una bella metáfora del mundo actual.  Los niños del título original no creo que sean los niños que aparecen en la película, con la excepción de Cri-cri, los niños son esos adultos que se emocionan y se decepcionan con cada cambio de sus vidas, que acechan la perfección de los grandes momentos como forma de ser y de sentir. Un buen momento bien vale un día, o un mes, o un año, mientras sus valores y sus principios prevalecen sobre las imposiciones de nuestro mundo real, actual, duro y materialista, lleno de necesidades y ambiciones. Supongo que hay que vivir en ambos. Yo he tenido la suerte en este visionado de viajar a ese pantano y me alegro por ello. Ahora os escribo de vuelta en mi mundo real. O eso creo.

Sé que a veces no hablo como un crítico, sino como un fan, como un cinéfilo, pero quizá sea necesario de vez en vez, o de cuando en cuando. El cine no tiene por qué ser racional, ya que transmite emociones, y me pregunto si mis intentos por racionalizar el placer de su visionado no son vanos, si mis críticas no deberían fluir por las emociones como lo hace esta película por mi imaginario y por mis sueños. Luego me doy cuenta de que también el cine, por lo general, se estanca en esa misma racionalización, en unos dogmas, unas normas de estilo que supuestamente conducen al éxito y a la emoción, pero que demasiado a menudo lo alejan del arte y de la ilusión de su observación, convirtiéndolo en un trámite, en una continua repetición de unos esquemas. Por eso tienen que existir películas como La fortuna de vivir, por eso hay que creer en el cine, desde la perspectiva de un niño o la de un adulto, sean mejores o peores. Por eso han de existir críticas que hablen de esa racionalización sin olvidar la emoción. Me he pasado de sentimental en esta crítica, espero que me lo perdonéis... y espero que encontréis vuestro pantano y lo disfrutéis, aunque sea sólo por un instante.

domingo, 20 de mayo de 2012

"Planeta libre"

A veces olvidamos los motivos por los que hacemos y vemos cine. A veces no hace falta más que tener una idea bonita que se desee transmitir. Si se hace con humildad y buenas intenciones, llevando al máximo las capacidades expresivas, el resultado debería ser positivo. Planeta libre es una película muy sencilla, por no decir limitada. Su dirección no se sale de lo estándar, de lo académico, técnicamente es una más, las interpretaciones distan mucho de ser creíbles en determinados momentos, y su guión presenta agujeros enormes en su estructura, tan grandes, que tiene una protagonista que olvida su objetivo a 5 minutos de comenzar su viaje, regresando casi sin sacar conclusiones de él. Ella va a buscar a su familia y sus orígenes, sin encontrar, al menos conscientemente, nada que le merezca la pena, salvo la belleza de las mujeres y la música. Me pregunto si, en esa ruptura que hace la película de los convencionalismos, la belleza no debiera ser patrimonio de la mujer, ni con los cánones clásicos... pero eso es meterse en otros jaleos, ajenos a esta película. Hablaba de que Planeta libre es una película limitada en lo técnico y lo narrativo.
Sin embargo, no importa. No es relevante. Las intenciones de la película van más allá de la calidad técnica y artística. Nos encontramos con una película divertida y simpática que se convierte en episódica según avanza, permitiéndonos acompañar a sus protagonistas en el descubrimiento de nuestro propio mundo, tal cuál es y tal como podría ser: presenta un mundo utópico e idealizado y lo confronta con el mundo actual. La mezcla funciona, principalmente cuando se le añade humor y se aleja de la ridiculización de la sociedad actual, cuando no pretende dogmatizar ni persuadir.
Es cierto que hay momentos en los que se corre ese riesgo, como en el estadio de fútbol o con las "desconexiones" que realiza la protagonista a otros personajes, haciéndoles salir de su realidad para ver el mundo sin la venda habitual del día a día, con su belleza natural, despojado de las imposiciones culturales y sociales, mostrándoles una realidad que quizá no deseen ver. Pero la película esquiva con cierto tacto estas situaciones, de forma liviana y con humor, comprensivamente. Por este motivo me extraña que fuera prohibida en tiempos de su estreno, como dice la leyenda, ya que es una película que muestra y propone, pero sin excesiva acritud ni agresividad.
Puede que esa prohibición, lejos de ser un impedimento, haya ayudado a la película a convertirse en cine de culto para algunas personas. Eso y su mensaje, esquivando sus dificultades narrativas, que sale por todas partes y se desborda en una gran cantidad de ideas originales, muchas de ellas muy visuales. El poder curativo de los bebés, con toda su energía e inocencia, el uso del agua como conductor para la telepatía, la reflexión sobre el pintalabios y la belleza y, en fin, un largo etcétera.
Como anécdotas, se podría destacar a una jovencísima Marion Cotillard en uno de sus primeros papeles en el cine, cumpliendo a la perfección y tan bella como siempre; y comentar el pequeño desliz en la traducción del título, cuyo nombre original es mucho más bonito, La belle verte, la bonita verde, o la bella verde, o verde hermoso, mucho más acorde con la humildad y sencillez de la película, nada tan explícito como el título traducido.
Esta pequeña obra, sin embargo, tiene la virtud de calar en el espectador, e incluso de hacerle pensar casi sin darse cuenta, debido a la cercanía e ingenuidad de su protagonista y sus personajes secundarios, con un ritmo muy vivo, pasando de una cosa a otra con bastante sencillez, la buena elección de la música ayuda a que el espectador sea transportado a lo largo de la película apenas sin darse cuenta. Su mensaje ecologista y en favor del buen conocimiento y uso del cuerpo y la mente humanos, cercanos y en simbiosis con la naturaleza, se hace amable y creíble, principalmente para quien comulgue con estas ideas.
Uno se pregunta si una película de ideas tan naturales y alternativas, tan frescas, no merecía un trabajo igualmente creativo en lo cinematográfico. Es decir, que se nos presenta ese amor a la naturaleza, pero no se nos hace sentir de manera rotunda esa emoción, no se nos transporta a ese mundo como lo haría una película de Terrence Malick, por poner un ejemplo de otro autor ecologista, que inspira esa conexión con el mundo mediante sus imágenes, su montaje o su guión. Es cierto que el mensaje de Malick no se dice explícitamente ni llega con tanta facilidad al espectador, pero deja un mayor poso en lo cinematográfico, haciendo compartir y disfrutar al espectador aquello que quiere transmitir. Quizá esa elección sencilla y estandarizada de realizar Planeta libre la haga más liviana y asequible, incluso una película de culto para algunas personas, pero no evita pensar que pudiera haber sido mejor en lo cinematográfico. Bueno, lo mejor será no darle más vueltas y disfrutarla sin más, por lo que es, una comedia con ideas muy pensadas por debajo, una pequeña joya.






jueves, 17 de mayo de 2012

Black Mirror

Vivimos en un mundo en el que la tecnología forma una parte esencial de nuestras vidas, lo queramos o no. En este momento, quien no tiene cuenta de Facebook, Tuenti, Twitter, Google+ o Linkedin está fuera del mundo y como tal se le trata, quien no tiene un móvil con acceso a Internet para comunicarse por Whatsapp está incomunicado como un ermitaño. Asusta que no se hayan estudiado del todo las consecuencias de estos cambios sociales, que nos adentremos en ellos sin plantearnos del todo adónde nos llevan. A veces pienso que es como consumir un medicamento que no ha sido testado. ¿Qué será lo próximo? ¿Que haya que estar suscrito a este blog para estar al día?
Black Mirror es una serie británica que se adentra con valentía y creatividad en estas reflexiones sobre la tecnología. Y lo hace de una forma novedosa en la televisión. Crea 3 capítulos de diferente duración, contando historias totalmente diferentes, construyendo mundos propios e independientes para cada una de ellas, con distintos equipos, personajes, lugares y épocas. Tienen en común una intención crítica sobre la absorción de la tecnología en nuestra sociedad y un punto de vista humano. No se centran en aspectos técnicos ni cargan contra las máquinas, sino que estudian su uso y su abuso, las repercusiones en la sociedad y en sus individuos, en su intimidad y la pérdida de ella.

El primer capítulo trata sobre el poder de las redes sociales y de la interconexión, habla de youtube y el poder de la información de cualquiera, del acceso a los medios, de la enorme influencia que han adquirido sobre nuestras vidas, al tiempo que plantea dilemas morales sobre el control y el poder, enfrentándolos a aquello que más se teme en antena: la humillación.
El segundo capítulo se produce en un mundo distópico, en el que las personas están absorbidas por una sociedad que controla mediante las máquinas, que domina mediante el entretenimiento a las personas, haciendo de ellas lo que quiere, jugando con sus sueños. La trama se centra en una relación que lucha contra el sistema establecido.
El tercer y último capítulo habla sobre la memoria, con la creación de unos chips que almacenan aquello que vemos y oimos en nuestro día a día, pudiendo reproducirlo en una pantalla o en la propia cabeza en cualquier momento. La fuerza de la realidad y la pérdida de la intimidad son temas que se ponen sobre la mesa. ¿Dónde está el límite?
¿Acaso no se nos dice ya hoy en día con qué soñar? ¿No se nos dice dónde está el éxito y en qué consiste? ¿Acaso no aceptamos un modo de vida establecido anteriormente y nos sometemos a él sin apenas dudar sobre su conveniencia?
¿Acaso no vemos cada vez un mayor número de cámaras que registran todos nuestros movimientos, aunque estén ahí por seguridad? ¿O no decimos en qué lugares estamos y con qué personas en nuestras redes sociales? ¿Dónde está el límite?

Se abre un enorme abanico de posibilidades narrativas, de caminos por los que conducir estas historias, teniendo que crear un mundo y desarrollarlo en un capítulo, con una evolución completa de los personajes. En realidad estamos hablando de 3 mediometrajes y esta estructura también es inusual en la televisión actual, incluso en el cine. Cada uno de estos 3 capítulos tiene el material y el punto de partida suficiente para ser alargado y extendido a lo largo de varias temporadas de series. Cada uno de ellos podría ser una serie en sí mismo, y durar años. Si se pueden hacer 4 películas de Piratas del Caribe, se podría hacer al menos una con cada una de estas historias. Creo, por tanto, que es una lástima que se tenga que reducir el material a una hora o menos, perdiendo parte de la evolución que se pudiera producir en los personajes y en las sociedades que se han inventado, pudiendo prestar mayor atención y tiempo a los detalles. Es curioso, porque las series suelen padecer el problema opuesto, el aburrimiento y los diálogos de relleno, las tramas interminables que avanzan a paso de tortuga. No sé cuál es el motivo de esta estructura, si es por falta de tiempo en pantalla, por falta de presupuesto, o por honestidad con el espectador, pero hubiera deseado ver más.

Su desarrollo acelerado es un problema porque, en cada paso que se da y en cada trama que se abre en cada capítulo, se anima al espectador a pensar, a descodificar todo aquello que se le presenta, y además, a hacerlo a marchas forzadas, pudiendo empatizar con sus protagonistas, metidos en situaciones extremas. El problema de pedir al espectador que piense es que lo haga y descubra que se podría haber sacado más partido a las situaciones. Es un poco injusto decir esto, lo sé. No se le pide originalidad constante a las películas de Hollywood, ni que nos lleven al extremo en situaciones pocas veces reflejadas por el cine o la televisión. Sin embargo, uno se encuentra con que las historias se podrían haber llevado más lejos, o haberse resuelto de manera más atrevida.

Pese a todo, Black Mirror es una propuesta muy fresca y disfrutable, con personajes creíbles, partiendo de grandes ideas y proporcionando alrededor de una hora de entretenimiento del que hace pensar y se queda en la cabeza.
Por tanto, creo que merece la pena verla y reflexionar sobre aquello que plantea, y dejar que esa reflexión vuelva a nosotros mientras gastamos nuestro tiempo entre redes sociales, o mientras tenemos eternas conversaciones de chat que durarían escasos minutos por teléfono... y que ganarían mucho más en persona, viendo la cara a quien nos habla, descubriendo el lenguaje corporal que acompaña a las palabras.  No obstante, creo que, en algún lugar de todo esto, hay una paradoja insalvable. Al fin y al cabo, la serie que nos alerta sobre los medios también es un medio de comunicación, y se aprovecha de los avances tecnológicos para contarnos los problemas de su uso indiscriminado... y yo lo publico en un blog que transmito por redes sociales para que lo leais vosotros. Somos víctimas y culpables.

lunes, 14 de mayo de 2012

Fassbinder... o la enfermedad del cine

He tenido la suerte de encontrar El matrimonio de Maria Braun, gran película del maestro Fassbinder... y me ha sido inevitable repasar su biografía y su filmografía, descubrir al genio detrás de la obra. Es un hombre que hizo más de 40 películas en 13 años, hasta que murió finalmente de sobredosis. Utilizaba la cocaína y las pastillas para dormir como divertimento, adicción y para aumentar su eficiencia. Escribía durante 36 horas seguidas para dormir 12 y volver a empezar. Era despótico en sus rodajes, autoritario, quería controlarlo todo, humillaba a sus actores y a su equipo técnico, yéndose después de fiesta con ellos, drogándose y acostándose con un séquito de alrededor de 30 personas, hombres y mujeres, para levantarse a la mañana siguiente y hacer cine de nuevo. Cine de calidad técnica y dramática a muy bajo coste. 
Afirmaba que todas sus películas trataban de un mismo tema. Más de 40 películas y sentía que todas trataban de un mismo tema, aunque de manera diversa. Eso se podría considerar una enfermedad. Murió joven, románticamente quiero pensar que a causa de ello, de su obsesión por narrar eso que tenía dentro y no podía sacarse de otra forma. Tuvo en 37 años una vida y obra que daría envidia a ancianos hiperactivos por su extensión, con la suerte de no envejecer. Pero padeció la enfermedad del cine... o quizá el cine fue su terapia, su cura de otras enfermedades y sufrimientos, una infancia terrible, problemas personales de todo tipo. Se dice que se comportó muy mal con mucha gente, para imponerse, para estar por encima de ellos. Y por debajo estaba su obra, sensible y humana, fuerte y emotiva, tomando referencias del cine que había visto mientras sus padres no cuidaban de él, mientras no le educaban.
Fue un hijo del cine.
Y como hijo del cine hizo aquello que le había enseñado y le dio la vuelta a su manera. Habló de la represión y el dolor de las relaciones humanas y de los sentimientos, de los problemas que acarrean el amor o el patriotismo, la autosuficiencia o el hecho de luchar por uno mismo y por aquello que se desea. Y lo contó con una gran fuerza y vitalidad, con un simbolismo extenso, con cercanía y gran calidad técnica. En realidad sólo he tenido el gusto y la ocasión de ver esta película, pero he podido disfrutar de pequeños fragmentos y estudios sobre otras, dejándome la misma impresión.
Parece que quiera contarlo todo en cada escena, en cada imagen y en cada plano, con una iluminación, un vestuario y una dirección de arte que toman tanta referencia de lo real como del cine, pero que llegan al espectador cargados de emoción y de sentimiento. Hay algo desesperado en sus personajes y sus acciones que sale de la pantalla hacia el espectador, acorralándole en sus vidas. Es melodrama, quizá, según se interprete qué es melodrama, pero como lo hace también Almodóvar, por ejemplo, como modo de expresión muy personal, desde el planteamiento de un autor que sólo puede hacer cine de autor.
Algunos podrán apreciar las referencias al cine clásico americano, del que parte una gran porción de su imaginario, principalmente de Douglas Sirk. Otros podrán ver la emoción que se desprende de los personajes, de sus miradas, de sus deseos insaciables. Otros podrán reflexionar sobre sus significados, sobre la intención social y humana de sus películas. Otros se escandalizarán con el contenido sexual y moral que se desprende de sus obras, muy liberal para nuestros días, quizá. A lo mejor es muy liberal para casi cualquier cultura y tiempo. Otros las verán encantados precisamente por este mismo motivo. Y algunos otros quedarán hechizados, pegados a la pantalla por todo esto al mismo tiempo.
Hablaría mucho más, hablaría y hablaría hasta perder el sentido, comentaría muchas cosas sobre El matrimonio de María Braun, sobre su planificación, sobre su guión y sus personajes, sobre su iluminación y su puesta en escena en general, sobre la pasión por hacer cine. Sobre la necesidad de hacer y ver cine, hasta lo patológico, sobre la necesidad de los demás y el deseo de ser independiente, de crecer en un entorno hostil... lo haría, de verdad que sí. Pero creo que, paradójicamente, no puedo ni quiero escribir más. Envidio la productividad de Rainer Werner Fassbinder... me asombra, sólo con decir entero su nombre y apellidos ya tardo un tiempo que no recuperaré y él no paraba de hacer cosas. Le envidio y quiero ver cine, escribirlo y hacerlo, quiero vivir mi vida al máximo y empezar ahora, ya voy con retraso respecto a él. Pero al mismo tiempo no quiero seguir escribiendo esta crítica, la dejo aquí para que el lector se apresure a buscar cualquier película de Fassbinder y la vea.
Eso sí... intentaré que mi productividad no se apoye en las drogas ni en el autoritarismo, ni que tenga que humillar a nadie ni ser muy infeliz por el camino. Me parece que no voy muy bien encaminado...

martes, 24 de abril de 2012

"Intocable"

Hombre blanco millonario paralítico por practicar deportes de riesgo busca asistente que no le compadezca, que le trate como a cualquier otra persona. Nini negro busca que hombre blanco le firme la solicitud de empleo para cobrar el paro. A ambos hombres les gusta la velocidad, la música, el sexo opuesto y los chistes y bromas sobre paralíticos. Uno fuma marihuana por placer y el otro como medicina. Se hacen amigos... tampoco inseparables, digamos que se soportan bien. Uno descubre que trabajar no es malo y aprende nociones básicas de pintura y música clásica. El otro acepta su imagen, pierde el miedo a ligar pese a su aspecto y aprende a mover la cabeza a ritmo de soul con Kool and the Gang y Earth, Wind and Fire.
Fin de la película.
Sé que es injusto hacer esto, se podría hacer con casi cualquier película... pero esta conjunción de clichés me asustaba mucho al entrar en la sala. ¿Podrían pasar por encima de ellos? ¿Podrían dar la vuelta a los tópicos del hombre blanco remilgado amante de la alta cultura y el nini negro barriobajero con problemas? El caso es que no estoy seguro de ello. Me pregunto si tenían un libro de chistes sobre parapléjicos o fueron improvisando sobre la marcha. Es verdad que se cuentan con buen gusto, y con la intención de hacer hincapié en ese valor mencionado al principio de esta crítica, la necesidad de ser considerados normales y dentro del mundo, de romper las barreras de lo políticamente correcto y centrarse en la persona bajo ese problema, hasta ahí estoy de acuerdo, pero no tanto si ese es el punto fuerte de la película, las maneras de reírse de la parálisis de uno y de la incapacidad del otro para cuidar de él. También hay que reconocer que, dentro de los clichés y los tópicos y los lugares comunes, los personajes están escritos con cariño y con relativo buen gusto, trabajados. En cada escena en la que salen hay acción y se contraponen de alguna forma, ya sea por el miedo a volar, por las diferencias culturales, por la forma de ligar, por el arte... en definitiva, lo único que comparten es el sentido del humor y varias caladas... y al final, un respeto del uno por el otro. Quizá esto no hubiera sido posible sin el gran trabajo de los actores, Omar Sy y François Cluzet demuestran una gran intución y muy buen tempo para la comedia, sin grandes alardes, pero con mucho carisma. Los directores, por su parte, no se complican en ningún momento, disfrutando de momentos muy plásticos, como el vuelo en parapente o la persecución en coche, acompañados de música... se puede apreciar que también ellos trabajan con cariño, con cuidado en los detalles. Ahí creo que es donde reside el éxito de la película, quizá la película europea de mayor recaudación del año. En Francia cuidan mucho su cine, también el comercial, y eso se agradece. Cuidan los pequeños aspectos del guión, escena a escena, aunque se adentren en imágenes mil veces vistas por el espectador medio, cuidan la escena y el sonido, las interpretaciones... trabajan con estas películas tomándoselas en serio, ocupándose de que el espectador pueda reír o emocionarse con cada momento de la película. No fue mi caso, pero entiendo que sí lo sea el de otra gente, y me alegra que se haga así este tipo de cine, no sólo el cine con intenciones más profundas merece esfuerzo y cuidado. Me alegro de que se tome esta perspectiva en el cine realizado en Francia, que se lleva viendo ya un tiempo, en contraposición al cine de Hollywood, o al cine comercial hecho en España, que dejan la mayor parte de su esfuerzo en contratar grandes estrellas del cine y de la televisión, como si les diese vergüenza esforzarse en un producto sin grandes aspiraciones culturales, que la gente irá a ver, de todos modos, por sus efectos especiales y las caras bonitas que salen en revistas del corazón.
Para terminar de resaltar esto, quisiera resaltar la primera escena de la película, que choca con todo el resto de cosas que pasan, estoy casi convencido de que me hubiera parecido fuera de lugar si se hubiera situado en su lugar cronológico. Pero tiene sentido al comienzo, incluso choca fuertemente con el espectador, viendo a sus dos protagonistas realizar una acción enormemente inmoral, haciendo al espectador cómplice de ello, haciéndole disfrutar de ello. A partir de ese momento, ya se pueden relajar y apreciar cualquier broma sobre parapléjicos, están atrapados por la película, incapaces de discernir qué comportamiento es correcto o incorrecto, tan sólo saben que se divierten con los personajes. Eso es un buen trabajo, bien estudiado, de las reacciones del público.
Por cierto, no quiero dejar pasar que la historia está basada en hechos reales y el nini no es negro, sino árabe, supongo que argelino... ¿por qué ese cambio de guión? ¿Es más visual trabajar con un hombre blanco y uno negro? ¿O será que sigue habiendo más prejuicios contra una raza y una cultura que contra otra? ¿Es casualidad? Yo lo dejo ahí, por si alguien tiene alguna respuesta...

viernes, 20 de abril de 2012

"Alps" o los problemas de ser un autor

2011. Dir.: Giorgos Lanthimos. Grecia.
Alps es cine de autor. Amado por unos, temido por otros, no comprendido por gran parte de la sociedad. Quizá haya que tener unos conocimientos previos sobre las nuevas formas de hacer cine, o sobre las antiguas, para viajar sobre estas películas y dejarse llevar por sus historias, para dejarse absorber por sus tramas. El cine comercial, en cambio, forma parte de la cultura popular y está en nuestro día a día, podemos verlo sin pensar, siquiera, si no se quiere pensar. Supongo que, en nuestra intimidad, todos podemos pensar y muchos lo hacemos, aunque sea de mal gusto exteriorizarlo en público. Todos somos libres para hacer tal cosa, aunque a veces esté mal visto.
Giorgos Lanthimos toma su propio camino para expresar, con una manera muy personal de establecer los diálogos entre los personajes, con unos encuadres muy particulares, mezclando planos tremendamente largos con otros muy breves, jugando con el ritmo y el movimiento de cámara, dejándonos, por momentos, sin poder ver las caras de los protagonistas. Busca un extrañamiento, un alienamiento del espectador frente a la sociedad que se muestra en su pantalla. Sin embargo, la estructura de su guión es bastante clásica y comprensible para cualquier espectador, pese a que nunca explique nada al espectador, lo cual es de agradecer, pero básicamente se compone de un planteamiento, nudo y desenlace, con una evolución de los personajes entre medias, especialmente la protagonista. Esto quizás hace más asequible su cine al gran público, acercándole a unas historias que muestran pequeñas sociedades, pequeñas visiones del mundo que nos hagan pensar sobre la cultura en general y el individuo en particular al mismo tiempo. Son enormes metáforas de la sociedad y de la vida.
Canino, su anterior película, la que le dio a conocer al mundo entero, una inconmensurable obra maestra, hacía referencia al proteccionismo de los padres en la educación de sus hijos, evitando su exposición a los males de una sociedad corrupta. En ella, su estilo estaba perfectamente justificado y funcionaba a cada tramo de película, con un magnífico clímax en una de las mejores escenas de baile de la historia, llegando a lo más ínstintivo y animal. Se le comparó con Haneke, otro gran autor, por su manera de mostrar la violencia, pero hay enormes diferencias entre ellos y se hacen más evidentes al ver Alps.
Debo decir que no creo que sea fácil hacer cine de autor. Es más fácil atenerse a unas reglas que delimitan gran parte del trabajo, que mantienen el desarrollo de las historias dentro de unos cánones, de unas convenciones de género. Hacer cine de autor es como adentrarse en un mar de posibilidades, sin saber del todo si lo que se hace está bien o mal. Desde luego, hay unas reglas, pero pueden ser más abiertas. ¿Quién le dice a un gran autor que lo que está haciendo no es una genialidad, sino una banalidad? ¿Quién se atreve?
Me pregunto si estos directores únicos hacen las películas según aquello que quieren contar o viceversa. Me pregunto si la forma, si el modo de contar, narrativo y visual, sirve para mostrar la profundidad y belleza de una historia, o si va unido al autor y todo lo cuenta de la misma forma. Giorgos Lanthimos me hace dudar a este respecto. Porque la artificialidad del mundo que crea no es suficiente en Alps para adentrarse en esos personajes que no saben afrontar sus pérdidas, o en esos otros que tratan de hacer negocio de esa solución. Alps trata de un grupo de enfermeros y demás trabajadores de un hospital que se encargan de sustituir a los fallecidos en sus familias hasta que superen su dolor, para que sea más gradual su duelo. Nadie protesta, todos aceptan indiferentes estas técnicas. No vemos nada del proceso de esos familiares y muy poco de aquellos que les sustituyen, en quienes se basa la película. Sí se nos muestra la necesidad de ser necesitada de la protagonista, carente amor en su familia y en su vida diaria, teniendo que robárselo mezquinamente a los muertos, pero no se llega hasta el final de ese sufrimiento, sino que nos quedamos en la superficie, viendo lo extraño e incómodo de ese proceso, pasando la película sin grandes avances, ayudada tan sólo por un irónico y negro sentido del humor, que parte de la extrañeza, de lo absurdo de las necesidades humanas. Pero no encuentro la lógica a la elección de los planos por parte de Lanthimos, ni encuentro sentido a los diálogos imposibles hasta en las conversaciones con más confianza, ni a un clímax que se vuelve a apoyar en el baile, como en Canino, pero que aquí no funciona igual. Mi impresión es que Giorgos Lanthimos es esclavo de su éxito y trata de repetirlo sin éxito, sin dejar que la historia que quiere contar le guíe, le lleve a una manera u otra de mostrar y de hablar, de narrar.
Uno se encuentra distraído descubriendo la enorme cantidad de palabras de origen griego que hay en nuestro lenguaje, algunas con el mismo significado, y otras que lo han ido mutando, tema ciertamente interesante, pero que no debía haber aparecido en mi cabeza, y que probablemente no lo hubiera hecho si la película avanzase y me contase diferentes cosas, si no tuviera miedo en investigar dentro de sus personajes y sus emociones, dentro de su dolor y su pérdida. Es una pena, porque él ya demostró en Canino que puede hacer gran cine, y aquí ha dejado escapar una historia muy atractiva. Esperemos que sea más valiente la próxima vez y sepa alejarse de sí mismo para narrar su historia... o encuentre una historia en la que su modo de narrar vuelva ser totalmente efectivo.

miércoles, 11 de abril de 2012

"Blancanieves"

Los cuentos infantiles han causado un impacto muy fuerte en el imaginario colectivo, en la infancia de todos. Son pequeñas historias que sirven para explicar el mundo, con todos sus problemas y sus bajezas, a los niños. Se les explica todo aquello que van a vivir, facilitándoles esos cambios que su vida tendrá que dar, enfrentándoles a sus miedos, a la pubertad, a la pérdida de la virginidad, y a un mundo desconocido para ellos, para terminar con un final generalmente feliz... al menos para los "buenos". Claro está que nadie trata de explicar los motivos que tienen los "malos" para actuar así, o si no será que no son malos, sino gente con problemas. No, en los cuentos infantiles son malos y punto. Ahora ha vuelto la moda de recuperar esas historias y pasarlas a cine de carne y hueso. Hay quien pudiera pensar que es un buen momento para desmitificar esas figuras del bien y el mal... para demostrar las barbaridades que se decían a los niños, ese brutal mensaje que se ha inculcado a la inocente infancia desde los tiempos de Walt Disney, superficial y peligroso. Hay que decir que Walt Disney ya adaptó esas películas a sus ideas, a aquello que deseaba transmitir. Éstas son las adaptaciones de las adaptaciones. El espejo que refleja el espejo.
Con Shrek se trató de eliminar alguno de los prejuicios de los que estaba cargado el mundo de hadas de Disney, pero aún quedaba mucho trabajo por hacer. No parece que esta nueva visita a esos cuentos míticos vaya a cambiar gran cosa, pese a todo.
Blancanieves (Mirror mirror) se centra en el exotismo y la sexualidad implícita de la historia. Sí es cierto que se muestra una imagen más autosuficiente de la princesa, pero eso resulta tan sólo en la apariencia más superficial. Tampoco el príncipe es tan encantador, al menos al principio de la película... aunque le basta con pedir unas tímidas disculpas para volver al bando de los "buenos". Pero, sin lugar a dudas, el personaje que más sufre es el de la madrastra, el más llamativo de esta historia, aquel que debería hechizar al espectador. Comienza bien la película en este sentido, con un trabajado prólogo de animación, narrado en primera persona por la propia madrastra, que parece ser la protagonista de la película... pero pronto se olvidan de ella, de todo su interés y su profundidad, para centrarse en una llamativa puesta en escena, con un vestuario y unos decorados que se acercan a Bollywood, haciendo alarde de colorido y exageración decadente en las formas, acompañado de un tono general festivo y relajado. La película está pensada para no ser tomada en serio, para disfrutar del espectáculo visual y el atractivo de sus protagonistas, con la acción y los diálogos buscando resaltar el erotismo latente bajo este cuento en el que la belleza es poder. Todos los símbolos utilizados por la imagen van dirigidos descaradamente hacia esta dirección, partiendo del enorme lazo del vestido de Blancanieves, pasando por los juguetones cachetes del príncipe a Blancanieves en su pelea hasta la importancia del primer beso de la joven princesa, en forma de ritual pseudoromántico, sin olvidar la importancia de los colores utilizados. En este aspecto, la película logra sus objetivos, si bien podrían considerarse escasos. Uno termina aburriéndose de una trama que avanza muy lentamente y sin interés y de una protagonista que no da mucho juego... yo no sabría siquiera decir si Lily Collins, la hija de Phil Collins, que interpreta a Blancanieves, es una buena o mala actriz. No tengo con qué valorarla.
Por otro lado, en estos tiempos en que la monarquía se pone tanto en entredicho, es pertinente decir que sí se atreve el guión a dejar ciertos detalles irónicos sobre la monarquía y el poder en este mundo utópico de fantasía, apoyándose en la interesante idea del control del pueblo por medio del miedo y el terror a una amenaza externa. Pasa de puntillas por estos aspectos, pero acaso es ahí donde se quedan los puntos más mordaces de la trama. Es curiosa la dualidad que tienen los estadounidenses con la monarquía, confluyendo la fascinación de los cuentos y la necesidad de un poder democrático.
Poco más hay que decir de una película que busca exactamente eso, ser un mero entretenimiento agradable para pasar menos de dos horas sin pensar en nada, sumergido en los colores y la ligereza de su historia. Es una lástima, porque con algo más de ambición habrían logrado una obra más atractiva para el espectador, que probablemente la olvide antes de que se estrene la próxima revisión de Blancanieves. Habrá que seguir esperando a que alguien reflexione sobre este cuento clásico y le de la vuelta, o que al menos nos descubra la preciosa metáfora de un espejo mágico capaz de cambiar el mundo a nuestro antojo, que devuelve una imagen transformada de la realidad, una historia sobre la verdad y las mentiras, sobre la belleza y su importancia en nuestra sociedad, sobre el éxito, sobre la importancia de verse a uno mismo reflejado y las dudas que pueden entrar al fijarse en la propia persona, sobre el ego... o incluso sobre la edad y el paso del tiempo en este mundo superficial donde la imagen es un aspecto tan esencial. No he mencionado a los enanos en esta crítica, lo sé... pero no hay mucho que decir sobre ellos... aquí son un mero gag cómico que no siempre funciona bien, aunque también de ellos se podrían extraer muchas lecturas, así como de su relación con Blancanieves. Supongo que hay muchas más cosas que pensar y que contar sobre Blancanieves y los cuentos de hadas... qué pena que nos hayamos quedado en los vestidos de colores... habrá que seguir esperando, o aceptar que esto es lo que hay.

lunes, 9 de abril de 2012

La música

Una paella. Un solomillo. Una ensalada. Unos spaghettis. Unas albóndigas. Una tarta. Un pedazo de pan.
Todos pueden ser de mejor o peor calidad, estar más o menos ricos, pero tienen en común que una buena salsa les puede hacer especiales, únicos y diferentes. Una buena salsa potencia el sabor del plato, combinando con sus ingredientes para fundirse en la boca del afortunado comensal. Puede ser fuerte o suave, puede ir en la misma dirección que el plato, compartiendo ingredientes con él, o bien generar un contraste que aporte carácter a cada bocado de placer intenso. Puede ser sencillo o complejo, picante o dulce, amargo e incluso afrodisiaco. Quizá no estemos acostumbrados a paladear sabrosas salsas en nuestra vida diaria, habituados al tomate frito o al ketchup, esa costumbre anglosajona que se echa en cualquier plato de manera indiscriminada, con resultados dispares. Por suerte, he crecido en una familia en la que mi padre tiene herencia valenciana, de la cual ha quedado el ali-oli como un vestigio cultural. Un ali-oli arriesgado, hecho con mortero y manualmente, sin artilugios electrónicos, pero suele dar buen resultado, dando una fuerza inmensa a las paellas. Por supuesto, la paella también es complicada de realizar, y, si sale mala, no hay ali-oli que la pueda salvar. Las salsas pueden marcar la diferencia, pero difícilmente serán más importantes que el plato en si.
La música en el cine tiene un efecto similar, con la diferencia de que la música es también un arte independiente, aunque no dentro del cine. Ahora recuerdo esos casos en los que se meten canciones de éxito en las series y películas. Es como utilizar gazpacho como salsa de tomate... cuando se toma solo puede estar muy rico, pero como salsa falla. La música de cine debería de estar pensada específicamente para la película, porque ambas artes crecen en su simbiosis, porque la imagen adquiere una capa más de profundidad y sentimiento, mientras que la música crecerá al verse ligada a las emociones de los personajes, al ambiente creado por la historia. No aspira a lo mismo que el resto de la música, aspira a algo diferente y de gran belleza.
Tengo que reconocer que este blog me ha ayudado a apreciar más la música para el cine, ya que casi cada vez que escribo una nueva crítica escucho su banda sonora una y otra vez, viajando así de nuevo a la película, a su ambiente, a sus personajes y sus emociones, me refresca todo lo vivido en la sala y me permite hacer más fiel mi función de recrear lo que la película me pudo hacer sentir. No pude parar de escuchar la música de Shame (http://www.youtube.com/watch?v=q9MZUeeg2Ug), Picnic en Hanging Rock (http://www.youtube.com/watch?v=8m-6bU4x7us), Blade Runner (http://www.youtube.com/watch?v=RScZrvTebeA), Chico & Rita, Sangre Fácil (http://www.youtube.com/watch?v=Wr8koRRce_Y), Drive (http://www.youtube.com/watch?v=MV_3Dpw-BRY) o Rocky (http://www.youtube.com/watch?v=N5aix0qCLP8). Hay casos en los que no merece la pena escuchar una y otra vez la banda sonora, por supuesto... cuando esa banda sonora es ketchup, por ejemplo, o mayonesa de bote.
Incluso he descubierto que hay ocasiones en las que la música me ayuda a entender mejor las películas. Amelie (http://www.youtube.com/watch?v=rdSKbILsezY) sería mucho más difícil de seguir sin la preciosa melancolía de su tema principal, o de cualquiera de sus otras canciones... uno puede comprender la soledad y la necesidad de sentir de Amelie Poulain, y sentirse identificado con ella. Vangelis hizo trabajos inolvidables en Carros de fuego o Blade Runner, películas que deben gran parte de su ambiente, de su clima, a su creación minuciosa, que se mezcla sutilmente con las imágenes.
No me quiero olvidar de John Williams y de la épica. Quizá ahora no es mi momento de mayor conexión con ese tipo de cine, que considero que no está envejeciendo del todo bien, pero me ha dado muchas alegrías y muchas tardes de tarareo, poblando mis sueños heroicos de la infancia, dándoles banda sonora.
La melancolía de Brokeback Mountain (http://www.youtube.com/watch?v=zEqIlRcwm5o&feature=fvst), la inmensa intensidad patológica de Requiem por un sueño (http://www.youtube.com/watch?v=vl5McGN2L-E), la dulzura de Cinema Paradiso (http://www.youtube.com/watch?v=1FzVWlOKeLs), el desierto y sus pasiones decadentes y crepusculares en El bueno, el feo y el malo (http://www.youtube.com/watch?v=10QLPX4TIJs), ambas del gran Morricone. Podría seguir eternamente. Todas nos remiten al cine y lo hacen más grande... desde el cine mudo ya hubo música y a nadie le pareció extraño... supongo que será porque en nuestro día a día también hay música... sólo tenemos que saber escucharla.
En estos momentos es cuando más lamento que mis conocimientos musicales sean tan limitados. Me va a tocar aprender algo. También tengo que aprender a cocinar. Bueno, siempre podré disfrutar de ambos placeres... y del cine. O todos juntos y mezclados, pero con gusto.

miércoles, 28 de marzo de 2012

"Shame": ¡un brindis por el éxito!

Sí, brindemos por el éxito. Brindemos por Nueva York y sus calles que nunca duermen. Brindemos por la juventud y la belleza, brindemos por los amos del universo de Manhattan, por los delirios de grandeza, brindemos por los placeres y por el sexo, brindemos por el ideal occidental de vida, brindemos por los grandes apartamentos, por el lujo, por los mejores locales y las mejores ropas, por la seducción, brindemos por el sueño americano. Brindemos por la cima del mundo. Brindemos por la soledad acompañada, por la vacuidad, por el dolor, brindemos por el consumismo, brindemos por la imagen, brindemos por el egoísmo y las necesidades adquiridas e irrevocables.
Hay quien diría que Shame es una película que trata sobre la adicción al sexo y sus problemas, quien diría que trata sobre esa enfermedad. Quizá sea así. Pero creo que hay mucho más. Shame nos habla sobre los sueños de la cultura occidental, nos habla sobre el vacío del supuesto éxito, nos muestra a unos personajes perdidos en una ciudad donde no se pueden encontrar, no sabrían por dónde empezar. El sexo es una salida, una salida del dolor y del sufrimiento, una obsesión que permite tapar otros problemas, que esconde un alma herida bajo un armazón de placer que nunca es suficiente para ocultarlo todo. Las intermitentes luces de una ciudad grande y solitaria logran diluir ese sufrimiento entre la gente, demasiado perdidos todos en sus propios mundos para conseguir ver al prójimo, a quien nos cruzamos en el metro, a nuestro compañero de trabajo, a nuestro amante, a nuestro amigo, satisfaciendo las necesidades adquiridas por la sociedad: nuestra dosis de placer sexual, nuestra dosis de autoestima, nuestra dosis de alcohol o cocaína, o de cualquier tipo de droga, nuestra dosis de éxito profesional, pero sin ver a nadie más ni escuchar a quien llama una y otra vez, a veces a gritos, y sin poder hacerlo, en realidad. Quizá sea un dolor inevitable, después de todo. ¿Por qué preocuparse? ¿Para qué dar limosna si hoy en día todos somos pobres?
Que la película esté ambientada en Nueva York no es fruto de la casualidad, es un personaje más, esencial en el transcurso de la trama. Es un personaje bueno y malo, al mismo tiempo, es la ciudad de las ambiciones rotas, el lugar al que van aquellos que necesitan un sueño. Nueva York es el lugar donde se triunfa a lo grande, donde los éxitos son mayores, la cima del universo. Si alguien no encuentra su camino, entonces lo mejor que puede hacer es ir a Nueva York, a unirse a la legión de personas que luchan encontrarlo muy arriba, en lo alto de sus altos edificios, muy por encima de las ratas de sus alcantarillas, por encima de la suciedad de sus calles, por encima de sus clubes más oscuros, por encima de sus hoteles baratos y lejos de sus calles secundarias y sus barrios bajos.
Da la casualidad de que ambos protagonistas, los hermanos Brandon y Sissy, tienen unos problemas anteriores que desconocemos, unas carencias que provienen de su infancia, de su pasado, y los arrastran por toda la ciudad. Nosotros sólo podemos ver las consecuencias de ello, vemos sus necesidades, vemos sus bajezas, su deseo de autodestrucción, su dolor interminable y su enorme belleza. La tristeza puede ser muy bella, quizá sea porque genera deseos de solucionarla, de eliminarla, de ver la felicidad en esas personas... somos amantes de los cambios para bien, de la superación de los males. Me pregunto cómo serían estos personajes de haber crecido sin tantos problemas, o si hubieran viajado a Nueva York para labrarse un futuro mejor. Quizá sí... o quizá no. Quizá uno pueda ser feliz en ese mundo superficial, el reino de la imagen. Por supuesto, hablo del Nueva York de los sueños y de las películas, el famoso... hay otros muchos, alejados del bullicio y del consumismo, hay hasta otras culturas, pero no es ese Nueva York el que se nos muestra aquí.
Es curioso cómo se plantea un reto al espectador en esta película, al enfocar el vacío en el que se sumerge su protagonista en la adicción al sexo. El sexo es bueno, es un placer indispensable para el ser humano, responsable de la continuidad de la especie, entre otras cosas. Por un lado se nos vende en las imágenes de los anuncios, en el ideal de belleza, como una consecuencia del éxito... y por otro se tiene miedo de él y se censura, se convierte en un tabú, que sólo aumenta su atracción y su obsesión por él, su deseo por lograrlo. Pero aquí es la opción que toma el protagonista para escapar de su propia vida y sufre con él, al no ser capaz de dejar de pensar en ello, al dedicar su vida al placer se convierte en rutina, en un nuevo problema, reflejo de aquello que va pudriendo su alma por dentro, aquello que no llegamos a saber, pero que afecta profundamente a Brandon. Un espectador de mente relativamente abierta podrá ver esto, pero un espectador con prejuicios verá sexo y más sexo, verá algo explícito que rechazará, pero que quizá le estimule secretamente, e incluso quizá le haga avergonzarse al descubrir pequeñas similitudes en su comportamiento. Shame varía mucho según los ojos de quien la vea, y ahí radica gran parte de su fuerza.
Y la película tiene una gran fuerza, que se ve alimentada por la gran capacidad narrativa de Steve McQueen, su director, un hombre que hace películas como las siente, pensadas y realizadas de acuerdo a ello, buscando la realidad, acercándonos a su visión de la verdad del mundo en que vivimos, o a partes de él. El mismo tema de esta película puede verse por ejemplo en American Psycho, pero en aquel caso se hace desde el punto opuesto, desde la ensoñación y la paranoia, podría ser una pesadilla de Brandon y Shame su día a día.
Michael Fassbender hace un trabajo impresionante para conseguirlo. Sólo hay que mirarle a la cara, ver su actitud ante la vida, la repugnancia que él mismo se provoca, para apreciar todo lo que nos quiere decir su personaje. Hace un esfuerzo creíble y magnético, una actuación memorable. Y Carey Mulligan hace un trabajo más difícil de lo que parece, muy complejo y muy bonito, la fragilidad como arma para salir adelante, la gran inseguridad de un personaje muy emocional... su interpretación de New York, New York es magnífica y con una dura y seca ironía por debajo que conmueve.
En fin, es una gran película, aunque sus personajes no logren evolucionar, por mucho que lo intenten, por mucho que luchen contra las paredes de sus propias almas. Quizá sea muy difícil para ellos volar en una ciudad con edificios tan altos. Me pregunto si se pudiera haber llevado mucho más al límite, y si eso le hubiera aportado algo más... y me pregunto cómo sería una segunda parte, hecha dentro de 20 años si Michael Fassbender se conserva regular y de 40 si se hace retoques, en la que el éxito ya no sea un sueño posible, cuando sea un Don Juan tardío y marchito y no tenga sexo bajo el que esconder sus miedos, ni violencia con la que expresar su frustración. Me pregunto qué pasa con los amos del universo cuando ya ha pasado su tiempo. Quizá emigren a otra parte, dejando Nueva York, la ciudad de los sueños, la ciudad que nunca duerme. Brindemos por ella, por la Nueva York soñada, por la de las películas, por lo más elitista de Manhattan, el centro del universo.

domingo, 18 de marzo de 2012

¿Merece la pena?


Cada fin de semana se estrenan varias películas. Alrededor de la mitad de ellas son europeas, asiáticas, o sudamericanas. Salvo excepciones, como un enorme éxito en su país de origen, un gran talento, un gran parecido con el cine americano, o el hecho de estar protagonizada por una estrella española de la televisión, esas películas no tendrán éxito a gran escala. Serán enviadas a cines de versión original... esos cines para raros, frikis y listillos. De entre las películas norteamericanas que nos llegan, muchas de ellas son del llamado cine independiente, o tienen una intención artística superior a su intención comercial, o no se ciñen al cine de género a rajatabla: estas películas también irán dirigidas mayoritariamente a ese mercado, o no tendrán un gran éxito en taquilla y pasarán brevemente, sin pena ni gloria, por los grandes cines, los de pantallas grandes y palomitas. Entonces nos queda una parte del cine americano que copa nuestro mercado, es el cine de género, es decir: el cine de terror, acción, romántico, comedia, familiar, etc. Es el cine que conocemos, el cine del que se habla más habitualmente, nos guste o no, el cine que llena carteles y anuncios televisivos, el que llevamos viendo desde que nacimos. Ese cine que está protagonizado por estrellas, el cine que cuenta las historias que ya han funcionado antes, que tienen el mayor porcentaje de éxito. Las principales productoras no son tontas, no hay que tomar riesgos. Así vemos la recaudación encabezada por remakes de películas antiguas o de habla no inglesa que los estadounidenses hacen en lugar de doblar películas, medida inteligente, porque a su vez se adaptan al ideal americano de vida y a su idea de cine, tan sólo se quedan con una pequeña idea del original... también podemos encontrar secuelas e incluso secuelas de remakes, existiendo la posibilidad de existir remakes de secuelas, aunque es más improbable, ya que no se hacen tantas secuelas fuera de Hollywood. En realidad, poco importa, las películas "originales", las que no son remakes ni secuelas, son quizá las más previsibles y adscritas al género... no se pueden permitir el riesgo de hacer un producto no visto antes.
En fin, esa es la realidad del cine actual, y un lector avispado podrá leer entre líneas mi disgusto por esta situación. Lamento mucho mi subjetividad latente y pretendo justificarme. No odio este cine "comercial", no tengo nada en su contra. Pero sí tengo muchas cosas en contra del mal cine comercial, del mal cine de género. El problema es que abunda, y mi impresión es que eso ocurre cada vez más.
¿A quién le importa hoy en día que una película sea buena o mala? ¿Que esté bien o mal hecha, bien o mal interpretada, bien o mal escrita o dirigida? ¿A quién le importa que manipulen descaradamente los sentimientos y emociones de la gente? No veo que importe realmente el buen gusto o el trabajo bien hecho. Hay veces que creo que les da vergüenza hacer un buen guión de una comedia romántica, igual alguien les echa, o les llama cursis, bajo la amenaza de que el cine romántico no es así, hay quien cree que debe ser malo, que deben sonar violines o piano cuando se juntan los enamorados, que se debe manipular al espectador, que deben suceder cosas sin explicación ni sentido ninguno, sin un trabajo previo, quizá crean que el sexo se hace con ropa interior y sin más interés que ver muy guapos y enamorados a los protagonistas, chistes fáciles, bromas ya vistas, comportamientos adolescentes y ridículos en los enamorados, sea cual sea su edad, y un largo y enojoso etcétera.
Me molesta, pero parece que sólo me ocurre a mí, ya que la gente parece disfrutar igual de un producto bueno que de uno malo, parece que la capacidad crítica está sobrevalorada. ¿Para qué escribir un buen guión en medio año si en un mes he escrito algo que sirva para que Jennifer Aniston salga preciosa pero con un puntito picante? ¿Es eso lo que quiere el público?
Las cifras lo dicen. Supongo que gran parte de los lectores de este blog lo corrobora, si concuerdan con un poco de lógica estadística. Parece que sólo nos interesa el cine para ver lo que esperamos ver, lo que ya hemos visto otras veces, a llorar con lo que ya hemos llorado, a reir con lo que ya hemos reído. Pero... ¿cuántas veces puede funcionar la misma broma, la misma situación? Por lo visto, eternamente. Total... ¿qué importa? El cine está para entreneter, para dar cobijo a parejas en una sala oscura, evitándoles mantener una conversación larga, o haciéndoles creer como esos protagonistas, guapos, estúpidos y fuera del mundo. El cine está para ver efectos especiales y grandes explosiones, palizas de los buenos a los malos, disparos con efecto. ¿En eso consiste el cine? Yo no hablo de un análisis pormenorizado o semiprofesional, tampoco yo sé tanto de cine. Hablo de no aceptar los lugares comunes, las escenas mil veces vistas, pido diálogos divertidos, personajes creíbles, situaciones originales, dilemas reales, una buena conexión entre los protagonistas, ya sea por el diálogo o por un buen trabajo de puesta en escena... o tan sólo una de estas cosas. Sólo con presentar algo que salga de dentro de los creadores es suficiente. Todos tenemos historias románticas que contar, todos tenemos comedia, todos tenemos miedos que plasmar en una película de terror, incluso tenemos escenas de acción... y las contamos día tras día, en bares, cafés, salones, dormitorios, calles, clases, centros comerciales, tiendas... todos contamos anécdotas y hacemos reir y pasar miedo, todos creemos que nuestra historia de amor conmoverá a nuestros amigos, conocidos y desconocidos... ¿por qué el cine tiene que ser menos? ¿O acaso somos tan poco inteligentes e inmaduros como los protagonistas de las películas? ¿En serio es así? ¿O soy un superdotado, o un ser increiblemente superior a la sociedad que me rodea? No lo creo, de verdad que no. Se ha dicho muchas veces que el cine muestra los sueños de la sociedad, o al menos los crea y les da forma, generando una interesante disputa de huevos y gallinas... ¿es la sociedad la que inspira los sueños que se muestran en el cine, o es el cine el que enseña a la sociedad qué debe soñar? ¿O ambas cosas? Yo pretendo apartarme de eso un segundo y analizar esos sueños, tal y como se muestran actualmente, y me resulta difícil creer que la sociedad es eso, esa banalidad mostrada en las películas, infantil y ridícula, sencilla hasta la simpleza. Ojalá no sea así, me daría mucha pena.
Con esto no quiero decir que todo el cine de género esté mal hecho, tan sólo digo que el bueno escasea... y aquí estoy yo, hablando de buenos y malos, cosa que detesto, yo, que siempre he creído que hasta en lo peor hay algo que salvar y en lo bueno algo que mejorar... yo, que disfruto metido en una infinita escala de grises, dudando de la existencia del blanco y del negro, pero ya estoy cansado de violines cuando se enamoran, de canciones de éxito con chicas en los probadores de las tiendas... estoy cansado de remakes que empeoran el original, de risas enlatadas... incluso me altero cuando veo el video de Kony 2012 y descubro que una ONG se ha atrevido a manipular los sentimientos del público. Esto me altera especialmente... porque puedo entender la manipulación de aquello que es dañino, es lógica... pero no se debe manipular ni ensuciar lo bueno con sensibleria barata, las buenas intenciones y los buenos sentimientos no necesitan manipulación... o no deberían.
No quiero hablar más de buenos y malos, pero era difícil en este caso. Lo siento.
Bueno, quiero decir que esta entrada surgió del visionado de Cruce de destinos, película escrita y dirigida por Ricky Gervais y Stephen Merchant, nada más que una película de género, previsible y sencilla, no una gran película, pero escrita y protagonizada con cariño, con ilusión, con golpes bajos, lamentablemente, y cierta manipulación, pero con buenos diálogos, buenos personajes y una pasión vital sincera en ellos, con buenas interpretaciones. Suficiente para ser la mejor película de género que veo en mucho tiempo. Es triste, pero cierto. No tuvo excesivo éxito, normal, considerando que es inglesa y no estadounidense, y que no la protagonizan estrellas.
En contraposición, Ex-posados, película de Hollywood protagonizada por Gerard Butler y Jennifer Aniston, obra de la que tuve el gusto de ver gran parte, por desgracia no pude visionarla en su totalidad, lo que quita fuerza a mi crítica... es un desastre, una de las peores películas que he visto: no tiene ningún interés por estar bien escrita, si lo hubiera hecho un niño de 10 años sus diálogos hubieran sido más maduros y su trama hubiera tenido más sentido, con todos los respetos a los niños de 10 años. Es un despropósito tras otro, una vergúenza cinematográfica sin interés ninguno que logró 67 millones de dólares en Estados Unidos, más de 5 millones de libras en Inglaterra y a saber cuánto en España. La vio mucha gente, sin ser un gran éxito... y nadie se quejó como con El árbol de la vida, nadie pidió que le devolvieran el dinero por haber presenciado un insulto a su inteligencia, o al menos no me consta. Se considera una película más, algo normal. Y esto es tan sólo un mero ejemplo. Por eso me pregunto si merece la pena hacer bien el cine de género... la gran masa de la sociedad parece no querer apreciarlo, ¿para qué preocuparse en escribir buenos diálogos? ¿Para qué crear situaciones y personajes interesantes? Quizá el público sólo quiera ver lo mismo de siempre de la misma forma de siempre.

jueves, 15 de marzo de 2012

"La ley del silencio"

1954. Dir.: Elia Kazan. Estados Unidos.
Por fin he tenido ocasión de ver La ley del silencio. La experiencia ha merecido la pena. Elia Kazan es un director especial, probablemente sería considerado uno de los mejores de la historia si no hubiera testificado en la caza de brujas, aquella lucha de los Estados Unidos contra cualquier forma de pensamiento cercana al comunismo. La temática de La ley del silencio también se centra en un hombre que debe decidir si testificar o no, si callar o hablar, un hombre que debe tomar partido entre su honor y su familia o su conciencia y su propio orgullo. Pese a todo, no se pueden comparar la trama de la película con la situación personal de Elia Kazan, en ambos casos ambos responden ante la ley como se les pide, pero en la realidad la ley no era justa ni honrosa. Éste es uno de esos casos en los que la realidad supera a la ficción... desconozco los motivos que le llevaron a hacer tal cosa, debieron de ser importantes, supongo. En cualquier caso, hay que evitar mezclar, en medida de lo posible, la vida privada de los autores con su obra... y la obra de Elia Kazan es impresionante. Quizá sea uno de los primeros autores del cine de Hollywood, imprimía a sus películas una fuerza vital impresionante cargada de contenido, uniendo una pulsión animal y salvaje con un profundo trasfondo reflexivo y metafórico. Se podría decir que hay aspectos de su cine que han quedado anticuados, tanto en su tratamiento de las historias como en las interpretaciones de sus actores, en ocasiones muy afectadas y lejanas a la realidad. Es comprensible, hace casi medio siglo que se hicieron estas películas, y Elia Kazan provenía del mundo del teatro, donde los espacios y la interpretación se entienden de otra forma, algo que se podía apreciar en su cine; además de ser uno de los fundadores del famoso Actor´s Studio, en el que se formaron actores como el propio Marlon Brando, protagonista de esta magnífica película. No voy a descubrir ahora a Marlon Brando, pero se come la pantalla en cada escena, sin excesos pero cargado de carisma. Consigue preocupar al espectador por un personaje con quien no resulta fácil sentirse identificado en un principio, un hombre que se niega a pensar, un bruto con una visión materialista del mundo, salvo por su pasión por las palomas y la libertad que simbolizan. Es un bestia, es agresivo, impulsivo, instintivo, como muchos otros protagonistas en las películas de Kazan, pero siempre con un punto soñador, sensible, idealista y un poco atormentado, problemático. Además, salvo pequeños momentos que parecen sacados de un mundo irreal, está muy bien acompañado por Eva Marie Saint, que quizá sea el personaje que menos se cree el guión, demasiado buena, demasiado fuera del mundo, pero con una atracción irracional por el protagonista y por la vida en el puerto. El resto de actores deja grandes momentos también, contribuyendo a un ambiente general convincente, asfixiante y, por momentos, de gran realismo. Se nos muestra con crudeza la vida en el puerto, el trabajo controlado por la mafia, dirigida por un líder ambicioso y poderoso, capaz de matar para mantener calladas las bocas de los trabajadores sobre lo que pasa allí. Se nos pregunta, a lo largo de toda la película, dónde están la valentía y la fuerza, en las palabras o en los actos, si hay mayor valentía en la resignación o la rebeldía, en los puños o las palabras. Se le plantea al protagonista su escala de valores: su familia, la justicia, su futuro, el amor... y tiene que tomar una decisión rápida que le deje en buen lugar, como persona y como hombre. Sí, digo como hombre, porque tiene que responder con el lenguaje que se entiende en esa sociedad que se nos muestra, plantando cara a las afrentas, sacando pecho y demostrando que no tiene miedo. Por eso hay una doble resolución en la película, la verbal y la física, la racional y la impulsiva, la de la justicia y la de los hombres. Y Marlon Brando hace lo que puede por cumplir con ambas, emocionando al público. Me pregunto si el propio espectador necesita de la respuesta física y violenta para terminar de cerrar la historia... si manda en nosotros algo primitivo cuando vemos una película, algo que nos pide la confrontación para culminar un conflicto. Mi impresión es que en este final perdemos gran parte del verismo ganado por la película y sus personajes, en una lucha cuerpo a cuerpo entre el bien y el mal, irracional, pero satisfactoria, donde la humillación y el dolor del adversario forman parte indispensable de la victoria final, para alegría del público enfervorecido. No se espera de ningún modo la redención o la comprensión, sino el sufrimiento. Naturaleza humana. Eso es lo que nos enseña Elia Kazan en su cine, nos guste o no.

viernes, 9 de marzo de 2012

"Los idus de Marzo" y la mala distribución.

Los idus de Marzo se estrenó en 15 países antes del 20-N, incluyendo, por ejemplo, a Portugal y a Francia, países vecinos a España. Como todo el mundo sabe, hubo elecciones generales en España... y da la casualidad de que esta película en cuestión trata de los entresijos de las campañas políticas, de las corrupciones y trampas, de la ambición de poder. No conozco todos los detalles ni los pasos que se llevan a cabo en España para el doblaje de las películas y su distribución. ¿Pero no hubiera sido mínimamente inteligente estrenar esta película en un país absorbido por un proceso electoral? ¿No hubiera sido pertinente y de interés para el público? ¿No nos hubiera ayudado a ser conscientes de todo lo que se mueve por detrás de una campaña electoral, aunque fuera sólo a recordar cosas que ya sabíamos? Y lo que es más importante para productores y distribuidores... ¿No hubiera aumentado su recaudación enormemente? Con una mínima campaña publicitaria se hubieran logrado resultados espectaculares, creo yo... quizá me equivoque, quizá el público no quiera ver en el cine lo mismo que lee a diario en los periódicos y está harto de ver y escuchar en las noticias de radio y televisión... pero lo dudo.
No sé quién tomaría esta decisión, si fue la distribuidora en España, la productora en Estados Unidos o una distribuidora internacional, pero me temo que alguno de ellos, o todos ellos, han dejado de ganar mucho dinero con esto.
Sé que se toman muchas decisiones en estas distribuidoras, que se decide sobre carteles publicitarios, sobre las mejores vías de publicidad, sobre el público al que dirigirse... sobre la traducción de los títulos o no... y a veces se toman decisiones muy acertadas, y otras veces muy erroneas. Aún me pregunto cómo se pudo pensar que la película Hugo tuviese que ser traducida como La invención de Hugo, teniendo en cuenta el detalle de que Hugo no inventa nada en la película. ¿Acaso el público de España no iba a entender y apreciar el título original? Pero éste es un detalle minúsculo y de relativa importancia en comparación con otros errores, se toman muchas decisiones y es difícil saber cuáles van a funcionar mejor. En este caso no creo que haya afectado a la recaudación, ni a la opinión del público.
Peor fue el caso de El árbol de la vida, vendida como una película más de Brad Pitt, como una película comercial y de Hollywood, decepcionando a muchos espectadores que esperaban encontrar eso mismo. Una lástima que no encontrasen lo que buscaban, aunque lo que se les ofreciese fuese mucho más rico y gratificante, al menos a mi parecer. Probablemente se ganó mucho más dinero con esta promoción, pero destrozó la imagen pública de la película, pudiendo dañar, incluso, la reputación de su protagonista, y desde luego, la de su director. ¿Es una decisión correcta si se gana más dinero aunque gran parte del público salga indignado de la sala?
Volviendo a Los idus de Marzo, creo que lo que más me molesta es que habrá alguien orgulloso de estrenarla en Marzo, como si eso fuera lo más adecuado, debido al título. Es como pensar que Victoria Abril vive en una eterna primavera. Quizá el problema esté en el origen, en el estudio de Hollywood, donde quizá piensen que la recaudación de España es calderilla, que es poco relevante para el resultado final, y que no merece la pena estrenar la película en España, como en esos otros 15 países, antes del 20 de Noviembre, antes de las elecciones generales. Sí, hay quien dirá que este mes hay elecciones en Andalucia... lo sé, y con todos mis respetos a Andalucía, no tienen la misma repercusión unas elecciones autonómicas que unas elecciones generales.
Creo que hace falta cordura e interés en la distribución cinematográfica, dejando aparte las diferencias en la promoción de las poderosas películas hollywoodienses respecto a las independientes o de otros países de procedencia, con su consiguiente diferencia en los resultados de taquilla. Hace falta cordura como agua de Mayo, y no me refiero únicamente a la lluvia, y no me refiero a que se tenga que hacer únicamente en Mayo. Por otro lado, tampoco estaría mal que lloviese, aunque sólo fuera en Mayo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

"La invención de Hugo"

Empezaré diciendo que vi La invención de Hugo en 3D y en versión original subtitulada, la forma más fiel a como fue pensada, la mejor forma de apreciarla, aunque haya que romper huchas y buscar salas que nos ofrezcan esta combinación que creo que es la primera vez que encuentro. Martin Scorsese y 5 Oscars hacen que sea posible. Y hay que reconocer que es el mejor uso del 3D que he visto jamás. Avatar y James Cameron no supieron sacarle mínimamente partido en comparación con Scorsese, un verdadero artista y estudioso amante del cine. Scorsese es un gran director, y decidió hacer un homenaje a Georges Méliès, el gran mago del cine universal, uno de los pioneros, que hizo maravillas con el montaje. Scorsese ya había hecho otros homenajes, a los Rolling Stones, a George Harrison o a Fran Lebowitz. Es un fan que tiene la suerte de rendir culto a sus ídolos a lo grande. Y para Méliès hacía falta algo más, tenía que recrear su magia, buscando los medios para hacerlo en el 3D, con el consiguiente aumento de los gastos en el rodaje a aproximadamente el doble. Que Méliès muriese en 1938, además, dificultaba su tarea de encontrar entrevistas y material sobre él. Supongo que ese es el principal motivo de que este homenaje sea de ficción, y no documental. Por ello, esta película gustará y entretendrá a los amantes del cine que desconozcan la historia de este gran genio de los comienzos del siglo XX. Incluso habrá quien reconozca otros homenajes en la película y disfrute de ellos..., por desgracia, yo estoy en contra de estas referencias para eruditos y entendidos, que entorpecen, en algunos casos, el ritmo de la narración. Supongo que sirven para subir la calificación de las películas en muchas críticas, cuyos autores estén orgullosos de su propio conocimiento para hallar y reconocer el valor de ese mensaje oculto dirigido a una minoria especializada, ese mensaje que sólo les dice que han visto mucho cine, pero en fin... es un mensaje, y a veces funciona y llega a sus receptores.
La invención de Hugo es una película que me confunde. No sé muy bien qué me está contando... empieza hablando de Hugo, un pequeño jorobado de Nôtre Dame, pero sin joroba y en otro lugar de París, la estación de tren. Nos muestra rápidamente y con brillantez su mundo y sus miedos, representados por ese personaje divertido pero repetitivo interpretado por Sacha Baron Cohen, y lo hace con todo el talento de su puesta en escena, donde fotografía, dirección de arte y vestuario brillan y destacan, mostrando la época y el lugar, transmitiendo el ambiente con minuciosidad. En este aspecto, Scorsese juega y se divierte con el 3D, sacándole el máximo partido, creando diferentes planos en una misma imagen, utilizando la profundidad de campo de manera ejemplar... incluso resulta natural su uso del 3D, casi parece una forma de hacer cine, no un mero recurso para cobrar más en la entrada. El problema es que, una vez conocemos a Hugo, deja de tener interés, su historia no nos lleva a ningún lado, únicamente al descubrimiento de Georges Meliès, y más su obra que el personaje en si. Entramos en una fase de la película que parece una clase sobre cine de la época, prestando especial atención sobre Meliès, mostrado como todo buen profesor lo haría, con cariño e ilusión. Llegado este punto ya no sé qué estoy viendo, ni sé qué hubiera estado mejor, si centrarse en la trama de este joven huérfano, o dejarle definitivamente de lado para conocer al gran mago del cine. A veces da la impresión de que a Scorsese y a John Logan, el guionista, no les interesa nada Hugo, sino como conductor de su propia admiración por Meliès, pero sintiendo que tienen que volver a él, lo unen como pueden con Meliès, utilizando el recurrente tema familiar en este tipo de películas, de manera que me resulta un poco insatisfactoria y evidente.
No es una mala película, es agradable y está bien trabajada en todos sus aspectos, salvo quizá el guión, pero me deja un poco confuso e indiferente. Por tanto, se podría decir que La invención de Hugo adolece del mal de las películas charco: es reluciente y refrescante, novedosa, e incluso a veces se puede ver uno reflejado en ella, si se esfuerza bien, aunque algo borroso; pero carece de profundidad y de historia, al contrario que un iceberg, por ejemplo. Esto me recuerda cuánto me gusta la lluvia y que hace mucho que no llueve... en fin, ¿qué le vamos a hacer?
Me quedo con la sensación de que hubiera disfrutado más de un documental, libre de este disfraz de historia de ficción, libre de las convenciones del género familiar y libre para dejar fluir toda la inventiva de Meliès y recordársela al mundo. Me pregunto también si no hubiera estado bien tomar su testigo, como hizo The Artist, y hacer una pequeña película en 3D, creativa y jugando con el montaje para crear ilusiones... hacer la película que Meliès hubiese querido hacer o hubiese querido ver hoy en día. Supongo que esa duda quedara sin respuesta. Una pena.

martes, 6 de marzo de 2012

"Perdición"

1944. Dir.: Billy Wilder. Estados Unidos.
¿Qué es lo que no encaja para que una película del cine negro más clásico, dirigida por un gran director alemán, como Billy Wilder, escrita por él junto a uno de los grandes escritores de novela negra, como Raymond Chandler, adaptando una novela de otro prestigioso escritor, James M. Cain, no funcione del todo bien? Yo había visto antes fragmentos de esta película, y había oído hablar de ella, así que estaba dispuesto a hablar del magnífico guión, de sus divertidos y detallistas diálogos que escapan a la censura con descaro y sugestión, de la importancia de las sombras y la inevitable influencia del expresionismo alemán, del talento de Wilder y el de Chandler... de la obra maestra. Quizá la culpa sea de las expectativas, de las ilusiones que me había hecho antes de situarme frente a la pantalla. Claro está que hay mucho de esto en Perdición, pero menos de lo que hubiera podido esperar. ¿Acaso es que el cine negro no era el género que mejor le iba a Billy Wilder? Pero él hizo la maravillosa El crepúsculo de los dioses, aunque quizá es un caso diferente, ya que él era ya por entonces un director más maduro y de talento reconocido en Hollywood, por lo que se permitió hacer una película más personal, donde pudo poner mayor emoción y cariño por sus personajes, de los que está carente Perdición.
Puede que haya perdido la cabeza, porque estoy hablando de un clásico, de una película admirada, dirigida por el gran ídolo del cine, Billy Wilder... pero creo que en este caso deja demasiado trabajo al espectador. Quizá el público de la época estuviese tan acostumbrado al género negro que algunos requerimientos, algunas convenciones, fuesen mecánicas para ellos. El problema es que se nos presenta un protagonista con muy poco encanto, y no quiero echar todas las culpas a Fred MacMurray, el actor que lo encarna, sino que siento que no se ha hecho suficiente para identificarse con él, cargado de clichés y haciendo uso de muy poca inteligencia, incluso de un romanticismo contenido y poco creíble. Me extraña que se enamore tan rápida y perdidamente del personaje interpretado por Barbara Stanwyck con una horrible peluca, casi resulta aleatorio su amor, como si hubiera podido suceder con cualquier mujer mínimamente atrevida y atractiva que se pusiera en su camino. Y, desde luego, es demasiado obvio que ella es una mujer fatal, incapaz de amar, y menos a un hombre como él. Todo me resulta demasiado obvio en su relación, demasiado manido y sin la chispa que hiciera diferenciar esta película de otras, situándola por encima. Por su narración, comenzando por el final, como en El crepúsculo de los dioses, es evidente para el espectador lo que va a suceder, pero en este caso incluso podría decir que esta estructura juega en su contra, ya que no tuve mayor interés en saber cómo habían llegado hasta ese punto, era demasiado obvio, y no tenía a favor el sentimiento de pena por un protagonista que no inspira grandes emociones. Así que le pide al espectador que haga todo esto por él, y puede surtir efecto, pero conmigo no lo hizo, lamentablemente. Tiene la ayuda de un gran texto, con unos diálogos rápidos y cargados de dobles sentidos, a pesar de que la voz en off es excesivamente explicativa por momentos, haciendo un poco literario el transcurso de la trama, hecho perdonable si se tiene en cuenta que es el primer guión del novelista Raymond Chandler, quien además tenía el problema de trabajar junto a Billy Wilder, con quien mantenía una muy mala relación. Pese a todo, como digo, tiene grandes diálogos, utiliza la luz de manera expresiva, tanto de día como de noche, cuando más huele la madreselva, y nos regala un gran personaje, Barton Keyes, el encargado de que no se cometan estafas en una empresa de seguros, un hombre listo y divertido, en su relación con el protagonista están los mejores momentos, una amistad creada con las cerillas que pide Keyes al protagonista, él nunca lleva porque se pueden encender en el bolsillo y quemarse. Eso define a ambos y es el toque de grandeza, de genialidad, en una película gris, que va perdiendo interés según avanza la historia hacia lugares comunes, alejándose poco a poco de su sentido del humor y sus rápidos diálogos. Por suerte, tuvo ocasión de resarcirse con El crepúsculo de los dioses... y con unas cuantas obras maestras más, así que me alegro de que esta película esté, a mi modo de ver, sobrevalorada. Sin ella, quizá no hubiera tenido la libertad para hacer todo lo que hizo. Y no fue poco.

sábado, 3 de marzo de 2012

"Oldboy": una tragedia surcoreana.

2003. Dir.: Chan-wook Park. Corea del Sur.
Resulta difícil permanecer indiferente tras ver Oldboy. Sus espectaculares imágenes y las dolorosas emociones que generan hacen que el espectador quede marcado por la película, para bien o para mal. Está basada en un cómic manga, expresión artística de la que, por desgracia, tengo muy pocos conocimientos, así que me queda la inevitable duda de saber hasta qué punto la brutalidad y extremismo de sus imágenes o su belleza estética provienen del cómic o no, o si su profundidad y su fuerza drámatica vienen de allí o son generadas o desarrolladas por los creadores de la película. Quizá sea un duda irracional, ya que sé que hay diferentes géneros dentro del manga, y seguro que cada obra es diferente, pero quizá en su estética y en su manera de aproximarse a algunos temas haya algo propio del género al que pertenece la obra original. Tampoco conozco mucho de la cultura surcoreana, si bien he visto varias películas hechas allí, todas magníficas, lo que no quiere decir necesariamente que su cine sea muy bueno, sino que se hace una buena selección en cuanto al cine que exportan. Espero que mi crítica no se vea afectada por las limitaciones propias de alguien educado en la cultura occidental, con el convencimiento y la esperanza de que el cine en particular y todas las artes en general, sean universales, como los sentimientos que las generan y que ellas mismas provocan en los públicos de todo el mundo.
Y hablando ya de Oldboy, con perdón por el retraso, la película te ataca desde el comienzo, con un inicio divertido y atrevido, con un ritmo muy rápido, una presentación muy clara del personaje y unas actuaciones tremendamente exageradas, destacando a Min-sik Choi, el protagonista, que hace un gran trabajo como Oh Daesu, "El que se lleva bien con todos", como se dice en la película que significa su nombre. Este Oh Daesu resulta excesivo y antipático durante gran parte de la trama, sin llevarse bien con nadie, pero eso es casi inevitable para un hombre encerrado durante 15 años en una habitación, alguien que al salir se encuentra sólo, sin familia y casi sin amigos. Este interesante punto de partida nos permite aceptar varios aspectos de su carácter que no perdonaríamos a otro personaje, además de hacer creíble su capacidad para luchar, debido a su intenso entrenamiento en cautividad. Nos permite comprender las ansias de venganza, la tortura, mutilaciones, ataques a una mujer o que se coma un animal vivo... digo comprender, no aceptar, y creo que tampoco nos pide eso la película. De alguna forma, hay que ver Oldboy como si de una tragedia griega se tratara, donde los personajes viven al límite de sus sentimientos, de sus experiencias, tratando de luchar contra todos y consigo mismos, sin nada que perder y con un destino terrible. Surgen temas tabú del mundo contemporáneo, que se tratan y se resuelven con fiereza y valentía. Tan sólo faltan dioses, pero quizá no sean necesarios en una narración trágica. Resulta hasta divertido que todo el problema surja de un chiste que no dejan terminar de contar a Oh Daesu, herido en su orgullo y sorprendido por este motivo. Bueno, esa es mi apreciación, habrá otras. De todos modos, si no se aproxima uno así a la película, en su visión trágica, quiero decir, o se es especialmente sensible a las imágenes desagradables, probablemente se deteste aquello que se muestra. También se puede entender la película como una sencilla y ultraviolenta trama de venganza, con su parte amarga, como bien indica la tradición, pero eso sería quedarse únicamente en la superficie, me temo.
Hay todo un torrente de emociones contradictorias que van luchando dentro de los protagonistas: Oh Daesu, la chica que le acompaña y el hombre que le hace la vida imposible, personajes que no saben si amar u odiar o cómo hacerlo, personajes que se preguntan la corrección de su amor y su odio, de sus deseos, que no tienen miedo a humillarse a si mismos por sus seres queridos, pero que no aguantan que se les hiera en su orgullo. Es interesante ver que, llegado un punto de la película, héroe y villano se confunden... en realidad, ambos pueden ser considerados villanos y también personas que hacen lo que pueden por superar unos enormes problemas que determinan sus vidas y su manera de actuar... pero no se pueden ver héroes por ningún lado. Una vez se me enseñó que es la contradicción la que hace humanos a los personajes, ya que todos la tenemos dentro, en una contínua lucha entre unos deseos y otros, entre lo que queremos y lo que necesitamos, lo que somos y lo que queremos ser, incluso podemos definirnos a nosotros mismos por actitudes contradictorias. Quizá ahí esté la belleza y la dificultad de la vida... y por eso gusta verla en pantalla. Oldboy tiene mucho de eso, y está narrado de una manera brillante. Chang-wook Park controla el tempo de manera magistral, ayudado de un gran montaje, alternando momentos muy rápidos, en los que el tiempo pasa volando, con una gran cantidad de planos, e instantes que se alargan, permitiendo disfrutar de su importancia y de su belleza, sin dejar de lado nunca la violencia ni las situaciones más comprometidas sexualmente. Hay, por ejemplo, un espectacular plano secuencia (sin cortes) en el que el protagonista pelea contra una decena de hombres en un pasillo, y es una de las más brillantes escenas de lucha que he visto. También hay un gran uso del tiempo, viajando al pasado con enorme soltura, ayudado ligeramente por una voz en off que no hace daño.
Oldboy está espléndidamente narrada y tiene una imagen muy cuidada... y quizá ese sea su mayor problema, si es que lo tiene: un exceso de estilo. Principalmente en todo lo concerniente al papel del villano hay un aura especial de poder y de control que quizá exprese una admiración oculta por él del narrador, o incluso de Oh Daesu, pero que es posible que nos impida verlo en todo su sufrimiento y toda su grandeza. O quizá lo haga más interesante. Eso habrá de juzgarlo el espectador, cualquiera que encuentre esta película y le dé una oportunidad, pese a su crudeza, y se deje llevar por su historia trágica. No lo lamentará.