lunes, 30 de enero de 2012

"Nader y Simin, una separación"

No sé cómo empezar una crítica para esta maravilla... tengo que confesar que hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan mal en el cine y disfrutaba tanto con ello. Nader y Simin, una separación ha resultado ser una grata sorpresa y una de las mejores películas que he visto este año, quizá la mejor en cartel ahora mismo. Como muestra de su impacto se puede destacar que es la principal favorita para ganar el Oscar a la película de habla no inglesa y candidata al premio al mejor guión original: eso es mucho decir para estar escrito en un idioma que los académicos de cine americanos no entienden, quizá ni sabrían por qué lado de las páginas empezar a leer. Pero dejando idiomas aparte, Nader y Simin es una película potente, sincera, dura y abierta, con unos personajes que resultan tan reales como la vida misma, que sufren, desean, tienen miedo, mienten, dudan y luchan por sus intereses y los de sus seres queridos, pese a las adversidades.
Su trama parte del pequeño mundo de una familia de clase media iraní, separada por el deseo de Simin de salir del país para asegurarle mayores posibilidades de futuro a su hija, Termeh, el núcleo de la película, ante la negativa de Nader, que no puede dejar en Irán a su padre, enfermo de Alzheimer. Se quieren y podrían vivir una larga vida juntos, en Irán o en el extranjero, pero este conflicto y su orgullo hacen que sea imposible. Ambos tienen sus razones y son comprensibles, pero les falta llegar a un acuerdo aceptable para ambos. La separación provoca cambios en su día a día, con una mujer, Razieh, de clase más baja, cuidando del padre de Nader mientras él trabaja. Ún accidente, malentendido, o agresión, según se mire, conduce a un enfrentamiento judicial entre la familia de Razieh y Nader y Simin, cargado de dilemas morales, partiendo de las necesidades de ambas familias, de nuevo su orgullo y su imagen se entrometen, así como sus valores y el deseo de protección de sus seres queridos. Se entretejen entre todos ellos unas situaciones que alternan la simpatía y el odio, el respeto y su carencia, la empatía y la incomprensión, que resultan ser un mapa de las relaciones humanas, profundizando en todos ellos, en sus miedos y carencias, llevándolos constantemente a un punto donde tienen que tomar decisiones relavantes entre lo bueno y lo correcto, lo correcto y lo justo. Asghar Farhadi, director y guionista, excelso en ambos apartados, no nos obliga a tomar partido por ningún personaje, quizá todos ellos cometen errores y podemos entender cada uno de esos errores, pero nos hace comprender y asimilar sus puntos de vista, nos hace plantearnos si nosotros no haríamos lo mismo en esas situaciones. El espectador se ve introducido de lleno en la historia, y se descubre agarrándose a la butaca, cogiendo aire y buscando, imaginando cualquier posible solución a sus problemas, sufriendo con ellos ante cada nuevo revés y deseando que se escuchen, cedan y lleguen a un acuerdo. Es como la vida misma. Es Irán, pero bien podría ser España, Estados Unidos, Rusia, Francia o casi cualquier país del mundo, sus problemas son universales, su manera de afrontarlos también lo es. Son innegables algunas diferencias culturales, pero menos de las que pudiéramos creer. Resulta llamativo que Irán la presentase para los premios Oscar de habla no inglesa, ya que no deja al país y sus instituciones en un buen lugar. Se puede apreciar la dureza de las condiciones de vida de algunos habitantes, un tráfico peligrosísimo y unos juzgados estrambóticos, sin orden ni concierto, sin abogados, con la única presencia de un juez salomónico que no puede abarcarlo todo ni saber a qué pruebas dar valor. Sin embargo, desmiente varias creencias sobre el dogmatismo cultural, religioso y machista que se supone al regimen iraní y sus habitantes, al menos en España y diría que en gran parte de Occidente. No sé qué me extraña, con el nivel informativo y periodístico al que estamos acostumbrados, más centrado en el espectáculo y la provocación que en la verdad. Puede que me equivoque, sin embargo, y no es mi intención generalizar, seguro que hay medios imparciales y periodistas ejemplares, pero los primeros no los he encontrado y los segundos son escasos.
Volviendo al cine, espero que esta crítica consiga transmitir el espíritu de Nader y Simin, que aleje cualquier idea de cine exótico, lento y para cinéfilos que se pueda uno imaginar al ver su procedencia y por el hecho de hallarse únicamente en el circuito de cines de versión original... nada más lejos, es una película cercana, con unas interpretaciones casi reales, sin florituras para la galería ni largos planos estáticos, todo lo contrario, da un gran valor al ritmo y la tensión, con el gusto de omitir al espectador la información innecesaria y aún a veces la necesaria, para fortalecer el valor de las decisiones y argumentos de los personajes, haciendo pensar y sentir al espectador, que sale de la sala vapuleado pero contento, en fin... una obra maestra que recomiendo no perderse a quien le guste el cine.

viernes, 27 de enero de 2012

"El Topo"

El patriotismo, los ideales de la nación y de Occidente opuestos al frente ruso, comunista. La lealtad y el buen trabajo, el protocolo por encima de la amistad, el análisis y el control sobre las situaciones y sobre los otros por encima de las propias pasiones. Es difícil ser espía, eso seguro. Yo no lo soy, pero si lo fuera, tampoco podría deciroslo. Pero dejémoslo en que no soy espía y en que me resulta extraña y difícil esa vida. Se mezclan los personajes, los buenos y los malos, un bando con el otro, los fieles con los traidores, las pistas falsas y las correctas... se forma tal batiburrillo que llegado un momento no sabes quién es quién ni aquello por lo que están luchando. Y ahí es donde me pierden este tipo de historias, me cuesta encontrar la motivación o sentirme identificado por los valores. Pero sé que es una carencia mía, no de la película.
El Topo es una película que avanza lentamente, dejando que la tensión vaya aumentando según pasan los minutos, según se enreda la trama sobre sus personajes, todos muy claros y muy bien construidos. Resulta difícil mantener una intriga con tantos personajes involucrados, pero el hecho de que estén todos elaborados desde sus características más llamativas, desde sus defectos y virtudes, físicos o del comportamiento, hace que todo sea más sencillo. Que quienes los interpreten sean algunos de los más prestigiosos actores ingleses de varias generaciones también ayuda. Gary Oldman está magnífico, triste, viejo, solitario, aburrido e inteligente como George Smiley, protagonista de varios libros de John LeCarré, autor del que se adapta esta película; Benedict Cumberbatch protagoniza varios momentos de mucha tensión; Colin Firth compone un papel pomposo y graciosillo; Tom Hardy hace creíble la simpleza de su personaje; sólo con ver la cara de John Hurt puedes creer todo lo que te diga como jefe... y así un largo etcétera, con el que esta crítica sería interminable. Dicho esto, no caen en la caricatura y están bien escritos, lo suficientemente reales para mantener la emoción y hacernos dudar de sus palabras. No hay que creer las palabras de un espía, ni siquiera hablando con sus compañeros.
En esa duda que se impregna en cada uno de los personajes está la mejor cualidad de El Topo, ahí aparece el talento de Tomas Alfredson, buen director sueco, para no dejarnos entrar en la verdad de lo que sucede, para esconder nuestra visión detrás de ventanas, barrotes o personas, con un interés minucioso por los detalles. Incluso nos esconde la cara y las acciones de la mujer de Smiley, un personaje de gran importancia para él, y para la película por extensión, haciéndonos a nosotros y a él mismo espías de su propia vida privada. Es una película de género en toda regla, fiel al espíritu y las convenciones que requiere adaptar a John le Carré, y gustará a aquellos que deseen involucrarse en una historia sobre la Guerra Fría y sobre la lealtad y los valores tradicionales, y también a aquellos espectadores que deseen vivir dos horas activos en sus butacas, generando hipótesis, buscando pruebas... en definitiva, siendo espías.
Aunque con la ventaja evidente de evitar los peligros de ser descubierto y torturado. Ventajas de este lado de la pantalla.

jueves, 26 de enero de 2012

Picnic en Hanging Rock

1975. Dir.: Peter Weir. Australia.
"Todo aquello que vemos o parecemos no es más que un sueño,
un sueño dentro de un sueño".
Edgar Allan Poe.
Es curioso que Picnic en Hanging Rock, basada en una novela, tenga tanta relación con lo poético, partiendo de esos versos de Poe que dan comienzo a la película y siguiendo por las ensoñaciones, los pensamientos y recuerdos escuchados por el espectador y culminando en el ambiente general que se crea a cada instante, con la inmensa belleza de sus imágenes, su vestuario, su música, sus decorados y sus protagonistas.
Como todo el cine que busca el camino de lo poético, lo metafórico o lo simbólico, es difícil de clasificar, incluso difícil de comprender, por momentos. Trata de la desaparición en una roca de tres alumnas y una profesora de una escuela femenina, un internado donde las enseñan a comportarse como señoritas, durante un picnic del día de San Valentín de 1900. Hay quien la ha llegado a considerar cine fantástico, por el misterio que encierra, o una película sobre la represión sexual de la época Victoriana. Tiene algo de ambas cosas, la tensión del misterio sin resolver, el temor y el deseo de descubrir lo desconocido, y algo salvaje, muy físico, muy instintivo, muy ritual, muy sexual debajo de esa fachada, de esas costumbres. Es una de esas películas en las que pasan más cosas de las que se dicen, o mejor dicho, se sienten más cosas de las que se cuentan. Se pueden apreciar la ingenuidad, con la soberbia que la acompaña, la belleza pura con la envidia y atracción que causa, la obsesión por encontrar respuestas a un misterio imposible de resolver. Se unen las costumbres de la Inglaterra victoriana con el misticismo mágico de las tierras australianas y en el choque surge la atracción. Uno llega incluso a creer que no han desaparecido, sino que han sido absorbidas por la roca, formando parte de ella, de su misterio, en una fantástica unión con la naturaleza.
En este ambiente tan especial y reflexivo, casi poético, se asienta una narración cargada de represión social, cultural y sexual, representada por la rigida y desesperada directora de la escuela y por la situación de una joven alumna huérfana y rebelde, enamorada de una de las compañeras desaparecidas, Miranda, quien representa el ideal de belleza y amor puros. Quizá aquí se encuentre el aspecto más discordante de Picnic en Hanging Rock, en esta historia más tradicional de discriminación social, aderezada, no obstante, con el misticismo del poder de un destino capaz de condenar a las personas a una vida desgraciada.
Tengo la impresión de que, pese al esfuerzo de Peter Weir, más conocido por El show de Truman o El club de los poetas muertos, un director metódico y obsesivo que piensa y da significado y valor a cada plano y a cada imagen, y pese al control que ejerce sobre sus películas, ni siquiera él puede controlar todo lo que se dice y siente en esta película, que hay algo mayor que se le escapa entre los dedos. Es una película única, con un estilo propio muy difícil de imitar... quizá tenga algún parecido con otra película también única a su manera, Las vírgenes suicidas, de Sofía Coppola, o con el cine más poético y menos narrativo de la historia del cine, como el de Tarkovski, Malick, o incluso Wong Kar Wai, cada uno con su estilo propio, pero, eso sí, sin perder nunca de vista el contacto con la realidad.

Espero que podáis verla y disfrutarla si os encontráis con ella... yo la vi hace ya un par de días y, al contrario que las protagonistas de la película, no logra desaparecer de mi cabeza.

miércoles, 25 de enero de 2012

Quiéreme en 3D

Seamos superficiales por un momento y hablemos de dinero. Ya sé que valorar el cine, y el arte en general, por su coste, es un gesto de poco estilo. No deja de ser un puñado de números escritos en papel, pero no está de más darle cierta importancia de cuando en cuando, aunque sea porque los demás lo hacen y si lo hacen, será por algo.
El cine es caro, y la situación económica es mala en general. Hay quien diría que estamos en crisis... pero "crisis" significa cambio y no veo yo que nada cambie, las cosas están mal y punto. Pero sí, se podría decir que el cine es caro... o que está caro, al menos para quienes se deciden a pagar por disfrutarlo. Los precios de las entradas y de los productos complementarios, como las palomitas, han continuado subiendo mientras bajaba el número de espectadores. Durante un tiempo se mantienen las ganancias de cines, productores y distribuidores, pero es un mal reclamo para atraer público. Ahí surge el 3D, gran invento de los años 50 que vuelve a intentar engañarnos, una y otra vez, con sus imágenes que casi se pueden tocar. No quiero oponerme de manera directa al progreso, ni a los avances del cine, de verdad, es sólo que no creo que los avances vengan por ahí. Sé que en cuestión de cine, forma y contenido no se pueden separar, que la belleza o la fuerza de una imagen nos harán sentir el contenido mismo de la película... creo que la posición y movimiento de la cámara, el trabajo de los actores, la iluminación o los decorados nos pueden emocionar y hacer reír y llorar con la historia que se cuenta... pero dudo del poder de emoción del 3D... no creo que nadie en su sano juicio defendiese afirmaciones hiperbólicas como la mostrada en el titulo de esta entrada. La magia del cine no consiste en hacerte creer que un camión va a chocar contigo si no te apartas. Pero por lo visto, hay gente en la industria del cine que busca exactamente eso, que queramos a las películas en 3D por el hecho de serlo, quieren que paguemos un suplemento en la entrada para financiar ese extra, que se añade al precio habitual, más el precio de las consumiciones dentro del cine, para quien disfrute del cine con palomitas y refrescos.
El cine es más caro y hay menos espectadores. Se busca la espectacularidad de la imagen para que la gente vaya al cine. No hay 3D en la televisión o el ordenador, hoy por hoy, o no al nivel del cine, ni se ven los efectos especiales con la misma nitidez que en la pantalla grande. ¿Quién pierde en todo esto? Quizá las películas de coste medio, aquellas que no van dirigidas al circuito de festivales y cines de versión original ni son grandes superproducciones con llamativos efectos o estrellas. Así, las grandes productoras mantienen sus ingresos con el extra que se paga por las gafas de 3D mientras eliminan la posible competencia de películas de menor presupuesto. No hay que olvidar que una película realizada en 3D, no reconvertida de mala manera, como suele ser el caso, requiere un gasto mucho mayor, por lo que necesitan muchos más ingresos para tener beneficios. No es el gran chollo que nos quieren hacer creer, pero sirve para atacar a la competencia en una mala época.
Pensándolo bien... ¿Cuánto cuesta el cine? ¿De verdad es tan caro? Si logras ir entre semana, buscar una promoción y llevarte el refresco o una botella de agua desde casa, una sesión de cine y muchas palomitas te salen por un entretenimiento de menos de 10 euros ocupando alrededor de 2 horas. Si consideras las palomitas como comida o cena, es más barato que la mayoría de restaurantes, aunque quizá no muy sano. Es interesante que su consumo en las salas se popularizase en la Gran Depresión americana, debido a que eran baratas, igual que lo era el cine, eran el entretenimiento y la comida más barata que se podían permitir. Es curioso que hoy en día, de nuevo en un mal momento económico, tengamos el problema de que ambos, cine y palomitas, sean caros... o al menos estén al mismo nivel que otros entretenimientos. Quizá ya no tenga sentido lógico comerse unas palomitas que suelen ser de baja calidad, haciendo muchísimo ruido, perjudicando nuestra salud y ensuciando el cine, pero es una tradición. ¿Y quién no piensa en ir al cine cuando huele palomitas, esté donde esté?
Lamentablemente, el cine sí está en crisis, en una evolución hacia un lugar dudoso de difícil salida. En España, por ejemplo, quizá se eliminen gran parte de las ayudas y subvenciones, con los recortes, terminando por empobrecer la producción. Y el resto del mundo no es mucho más esperanzador, los grandes estudios optan por películas efervescentes, de grandes efectos y estrellas, rápidas de escribir y realizar, con tramas sencillas que cualquiera pueda conocer y apreciar, generando un gran éxito instantáneo que se disuelve con rapidez. Por contra, yo opino que habría que optar por abaratar los costes, trabajar más en cada película, preocuparse por la calidad de la escritura y la realización, aunque requieran algo más de tiempo, dar mayor importancia a la creatividad, a las ideas... aunque quizá no sea eso lo que queramos los espectadores. Puede que los grandes estudios tengan razón, y queramos lo que nos ofrecen, esas películas efervescentes, esas cadenas de secuelas interminables, ver a nuestros actores favoritos hacer ese mismo personaje que tanto nos gusta, esas historias que se repiten una y otra vez sin aportar nada nuevo, quizá queramos ver lo que ya hemos visto y no sorprendernos. Ya no sé qué pensar.
Esta entrada ha terminado siendo la cara B de la anterior. No me ha gustado escribirla, ha sido triste, dolorosa, negativa y fea, pero quizá evidente y necesaria, algo que estaba dentro de mí y tenía que terminar saliendo. Recordadme que no vuelva a hablar de dinero.

viernes, 20 de enero de 2012

Una de piratas y déspotas no ilustrados

Estamos en guerra y ya no hay quien la pare.
Estamos en guerra y no estoy en ningún bando, mis armas son las palabras y defiendo a mil imágenes.
Estamos en guerra y el cine está herido en combate sin haber entrado siquiera en la batalla.
Ojalá tuviera más lectores y pudiera hacer llegar este mensaje de paz... aunque desee el mal para ambos bandos.
¿Es culpa de los productores de cine? Anticuados y establecidos en su poder, beneficiándose de las subvenciones y aprovechándose de una posición que nadie les ha otorgado.
¿Es culpa de los portales de Internet? Oportunistas ganapanes que roban lo que no es suyo y sacan un beneficio publicitario del trabajo de otros, comerciantes del arte, vendedores de sueños ajenos, se han encargado de ocupar un puesto en la cultura difícil de eliminar.
¿Es culpa del Gobierno?
Manipuladores y ventajistas, escudados por las mentiras aceptadas por la ley, ni P.P. ni P.S.O.E. han tenido valor de hacer lo que es justo, buscando su propio beneficio para no irritar a aquellos que les mantienen en el poder. Quizá sólo sean la fachada de otros intereses, cobardes y mezquinos se esconden en una guerra, destructiva como todas. Tantos años en la política que no saben que las cosas también se crean, no sólo se destruyen.
¿Es culpa de las compañías telefónicas?
Poderosas, millonarias y supuestamente ajenas a todo este problema, se llevan los mayores beneficios, vendiendo una velocidad de descarga muy superior a la necesaria. Lo que no se paga en el cine se paga a estas compañías. ¿Acaso alguien cree que todos somos informáticos y editores de audio o vídeo?
¿Es culpa de los usuarios?
Ladrones y mentirosos, no nos damos cuenta del daño que hacemos al cine, no nos damos cuenta de que, si seguimos robando, no habrá cine que robar. Sí, el cine es caro y no se ha adaptado bien a las nuevas tecnologías, pero eso no da derecho a coger lo que no es nuestro, por mucho que esté en Internet. Vuestro número de cuenta también lo ponéis en Internet y yo no lo cojo, hayáis ganado vuestro dinero justamente o no. Porque algo esté aceptado culturalmente, eso no quiere decir que sea correcto, va siendo hora de dejar de mentirnos a nosotros mismos.
Megaupload ha sido la gota que ha colmado el mar y ha sacado a los piratas de su lugar de comodidad. ¿Era esa la opción correcta? Megaupload merece su castigo. Se ha aprovechado de lo que no era suyo... no creo que Megaupload tenga más derecho a ser asquerosamente rico que un productor de cine... al menos no gracias al cine.
Mi duda no surge sobre si Megaupload debía cerrar o no, o sobre la corrección de la ley SOPA... surge sobre los intereses que se niegan a lanzar una plataforma de descargas legales y baratas por Internet. Me refiero a una plataforma efectiva y completa que aporte beneficios a todos, que se promocione correctamente y sea una competencia real a las descargas ilegales, al hurto. En un mundo ideal, no harían falta leyes para que esto funcionase, la gente sería consciente de lo que es correcto e incorrecto y preferiría descargarse una película en alta definición proporcionada por la misma productora que una copia entresacada de cualquier lugar, incluso pagando un precio justo. Esto no se hace porque los exhibidores de las salas de cine y las compañías telefónicas se niegan a perder una parte de su cuota de mercado, prefieren eliminar al enemigo... avariciosos como son, quizá la pierdan toda en manos de portales que se hacen pasar por Robin Hood, pero que están escupiendo sobre el arte, manchándolo, mientras se llenan los bolsillos virtuales de dinero real.
Sé que esto que digo es impopular. Sé que uno se siente más cómodo en una guerra bajo el amparo de algún bando. Que no engañe a nadie el ron barato de los piratas ni el caviar de los déspotas no ilustrados. Venid a mi lado, al bando de aquellos que amamos el cine y deseamos su evolución hacia las nuevas tecnologías, hacia el futuro, libre del lastre de aquellos que se quieren beneficiar de él, sean de un bando o de otro. Será difícil. Tendremos que ser fuertes.
Aquí dejo mis palabras.

jueves, 19 de enero de 2012

Hunger: la identificación y el punto de vista

¿Qué es el cine y por qué vamos a verlo? Me lo planteo porque últimamente se me han presentado posibles respuestas a esta pregunta, y películas que rebatían esas respuestas. Se supone que el cine es un método de evasión de la realidad, de nuestros problemas, de nuestras vidas y, por tanto, está pensado para entretenernos. Puede que sea así, pero también es cierto que buscamos una identificación con el protagonista, o con algún personaje dentro de la trama y somos ese alguien mientras dura la película, o al menos estamos en su bando, a su lado. Entonces no entramos al cine a salir de nosotros mismos, sino a encontrarnos en las virtudes y peculiaridades de los personajes, ellos son como nosotros y nosotros como ellos... quizá sea ese el motivo de la alegría en los finales felices. Hemos ganado, hemos triunfado sobre las adversidades del mundo ficticio, bien y mal... el mundo real es mucho más difícil. En las películas con final triste nos encontramos afrontando un problema del mundo, a veces nos hace pensar, y otras nos hace disfrutar de otros sentimientos. ¿Por qué no reconocer el placer de la melancolía, el miedo, la nostalgia o el dolor? También existen y hay películas para ellos, también nos hacen compartir el sufrimiento de esos personajes con los que, llegado un momento, somos uno, o al menos, compañeros de viaje. Así, el cine nos puede hacer sentir mejor con nosotros mismos, exteriorizar sensaciones que la vida real nos impide disfrutar... las películas se acaban, la vida no. En realidad, que las películas se acaben es discutible, y la vida siempre llega a su fin, pero me refiero a un corto plazo de tiempo.
Por todo esto, el cine siempre ha sido un gran arma de control social... si se logra identificar al espectador con un personaje y se le incluyen ciertos valores a ese personaje, una gran masa de público se identificará con esos valores. La religión y la política han clamado durante varias etapas de su historia contra el cine por estos motivos... hasta que decidieron utilizarlo. No siempre, por supuesto. Ha sido muy comentado el aumento de la aceptación de la tortura en situaciones extremas por parte del público estadounidense tras la emisión de la serie 24, yo ví la primera temporada y me gustó, creo recordar, aunque no por ello acepté la tortura. Quiero decir con esto que no siempre funciona ni hay que prohibir o censurar el arte, es obvio que cada persona es responsable de lo que piensa, hace y dice. También Batman utiliza la violencia contra el Joker en El caballero oscuro, y es un héroe. ¿O es un antihéroe? De nuevo esa pregunta. Lo que es seguro es que la película está ideada para la identificación con Batman, que utiliza la violencia para superar al Joker, cuando no puede vencerle por las ideas. No es necesariamente mejor que él, es más fuerte. Puede que yo viera otra película que el resto de la gente.
¿Qué sucede si una película te pide desde el comienzo la no identificación con los personajes? ¿Hay cine? ¿Es posible? Attack the block, una pequeña película sobre un ataque alienígena a un barrio marginal inglés, nos muestra a sus protagonistas, unos pandilleros, cometiendo un delito al comenzar la película, no diré cuál para no estropearla a quienes quieran verla. Nos sitúa en su contra desde ahí... ¿Y qué hacemos desde entonces? Yo disfruté y me reí con esa película, e incluso sentí esa identificación en algunos momentos. La magia del cine, supongo.
Hunger es una película complicada de ver, de una crudeza salvaje, con un ritmo pausado que te hace reflexionar cada paso que da y un detallismo inmenso, que hace sentir como real aquello que está pasando. Lo interesante es que no hay ningún protagonista, ni siquiera un protagonista múltiple, coral. Muestra la vida de carceleros y presos en una cárcel de Irlanda del Norte en 1981. Son presos del IRA que se niegan a ser considerados criminales en lugar de presos políticos. Se muestran la brutalidad policial y el terrorismo y ambos sobrepasan los límites de los derechos humanos, mientras la cámara se muestra imparcial, pero cercana. Estamos ante un punto de vista que pretende ser objetivo, aunque probablemente la objetividad no exista fuera de las matemáticas más simples. ¿Y dónde nos sitúa esta película si no con los personajes? Yo diría que viajamos a hombros de un narrador que ve, siente y padece por todos. Vemos la degradación de la vida en nombre de unos ideales a los que no se presta casi importancia, mientras todos miran hacia otro lado ante sus propias barbaridades. No obstante, podemos apreciar y sentir ese dolor de todos ellos ante una situación en la que se encuentran, o en la que se han metido, pero poco importa eso. Se nos muestra una situación que busca un realismo extremo, sin ahorrarse momentos impactantes de mucha violencia y sufrimiento, no aptos para cualquier espectador, en los que la sangre duele tanto en los nudillos como en los labios.
Hunger es otra forma de hacer cine y nos plantea el reto de otra forma de ver cine, sin identificación con los personajes, salvo la que el propio espectador se imponga, un cine reflexivo, duro y de muy buena calidad visual. Es una lástima que no la pueda recomendar, porque no está comercializada en España, la conseguí ver con subtítulos en francés en un DVD para Francia, donde sí hay cabida para estas películas. Suerte que tienen.

martes, 17 de enero de 2012

"The artist": la renuncia al habla

Pido disculpas por la superficialidad evidente en mi anterior entrada. Quiero pensar que ha sido una respuesta a la imagen vendida y transmitida por los responsables de la película y por aquellos a quienes había oído o leído comentarla. Es una película muda y ahí radica su principal interés comercial... y quizá también su éxito internacional. He de reconocer que tengo aversión hacia aquellos que tienen un éxito desmesurado e incomprensible para mí. Mi animadversión hacia el Real Madrid y el Barcelona por igual y mi deseo de verles perder a ambos debe guardar cierta relación, pero esa es otra historia que no debería llenar esta página. Por suerte es virtual y nadie talará árboles por publicar estos comentarios. Volviendo al tema que nos trata, he entrado en la sala deseando secretamente odiar la película. Ni yo mismo lo sabía, pero quería ver esa superficialidad, esa predominancia de la forma sobre el contenido. Escuché a Michel Hazanavicius, el director, guionista, montador y marido de la protagonista, decir que hizo The Artist porque quería hacer una película muda y en blanco y negro, mientras que el contenido de la historia vino después. Pésimo punto de partida, desde mi perspectiva. Aquellos que hicieron cine mudo lo hicieron porque no existía el sonoro, por una limitación técnica, lo mismo se podría decir de aquellos que rodaron únicamente en blanco y negro. Posteriormente han sido recursos utilizados para fortalecer ciertos aspectos expresivos, pero no por capricho o por demostrar virtuosismo o atrevimiento. Me gustaría saber qué pensarían Chaplin, Griffith, Lang o cualquiera de los maestros del cine mudo sobre esta premisa. Quizá se escandalizasen por el poco aprovechamiento de los recursos a su alcance, o podrían disfrutarla tanto como yo... y muchos otros espectadores, por supuesto.
Porque la película funciona como tal, independientemente de su formato o sus elecciones de sonido y color. Funciona pese a su trama, enormemente sencilla y pese al inmovilismo de su protagonista, que recibe la acción desde fuera y no reacciona ante ella. Es un tipo de protagonista poco habitual hoy en día, lejos de esos personajes vitales, confiados y seguros de si mismos a los que Hollywood nos tiene acostumbrados, no lucha por aquello que quiere y desea, por mucho que lo tenga todo a favor y que le den una oportunidad tras otra. Es un personaje impopular y moralmente reprobable en muchos casos. Y ante todas estas supuestas trabas, me he sorprendido encontrando cierta profundidad en la historia que se narra. Porque The Artist nos plantea la decisión entre el hablar y el callar, las dudas inherentes a todo ser humano sobre si merece la pena decir algo y cambiar las cosas. Se le plantea este problema al protagonista en su vida profesional y personal, y decide renunciar al habla. Se le hace insuperable el miedo a hablar y estropear lo que les debemos a los demás o a nosotros mismos, el miedo a ser, a sentir y a expresarse, a exhibirse, a ser vulnerable, enfrentado a la necesidad de hacerlo, presente hasta en sus fantasías de bar, con la copa en la mano. Se impone un silencio que le hace daño, convencido de estar actuando de manera correcta, escondido detrás del orgullo de una estrella del cine mudo. En esta situación desesperada y decadente surgen temas como el amor, las dificultades para asumir la preocupación por aquellas personas que nos importan y la manera de actuar ante ella, la soledad y la amistad, todos estos sentimientos se enfrentan y se muestran a lo largo de la historia, con mayor o menor importancia, pero tratados siempre con gusto y dejando grandes momentos de cine.
Jean Dujardin, que interpreta al protagonista, regala un trabajo increíble e inmenso, con un carisma que rebosa la pantalla y una mirada que hace innecesaria la presencia de ningún diálogo. Quizá su único problema sea que baila regular tirando a mal, al menos a mi parecer, aunque el hecho de que Bérénice Bejo tampoco sea una bailarina brillante hace que esta carencia no sea muy evidente. Dicho esto, Bérénice Bejo también aporta una actuación memorable, haciendo buena la decisión de su marido de darla el papel protagonista, y hablando ya de él, Michel Hazanavicius está espléndido en el uso del sonido, utilizando muy bien el silencio (el de verdad, sin música) para reforzar momentos de gran tensión, al contrario de muchos otros directores, que hubieran subrayado esas situaciones con violines, por ejemplo. Logra grandes imágenes, cargadas de simbolismo y de significado, saca partido a sus personajes secundarios, destacando al perro, muy bien aprovechado, dando el tono cómico a una película con un tono muy grave, por otro lado. Creo, no obstante, que sobran referencias a películas del cine clásico, homenajes que entorpecen un poco la narración y sirven para que algunos eruditos se sientan orgullosos de su cultura cinéfila, sumando quizá algún punto en varias críticas de medios importantes. De todos modos, ésta es sólo una pequeña mota en una gran película que no he sido capaz de odiar, puede que haya visto en ella más cosas de las que verdaderamente hay, pero esa es una de las principales bellezas del cine, independientemente de su color, formato o sonido.

¨The artist¨

¡H!

lunes, 16 de enero de 2012

Los Globos de Oro o la naturaleza del éxito

Sí, ésta es de nuevo una entrada sobre premios. No quiero llenar este blog de una visión del cine como competición, pero ¿qué le vamos a hacer? Es la temporada de premios y los mismos cines así lo reconocen, con el reestreno de varias nominadas a los Goya en algunas salas de Madrid y las principales favoritas a los premios estadounidenses absorbiendo gran parte de la taquilla, guste o no. Es un importante aliciente para el público durante algunas semanas y constituye una pequeña diferencia con el cine que nos llega habitualmente, aunque sea en cuanto a calidad técnica.
Ayer noche se celebró la ceremonia de los Globos de Oro, unos premios de dudoso valor y prestigio, sospechosos habituales de sobornos y favoritismos, presentados por el cómico Ricky Gervais, que pone en duda a su vez el humor británico y su elegancia. De estos premios se podía esperar el triunfo de los nominados más famosos en cada categoría, fuera cine o televisión, comedia o drama, y que Ricky Gervais insultase a varios actores, ridiculizase alguna película y se riese de los premios en si, así como de si mismo. Todo por el espectáculo, todo por un puntito más de audiencia. No funcionó: Gervais fue muy blando y le rieron las gracias; mientras que The artist, una película francesa con un presupuesto muy reducido y con actores y director desconocidos para el gran público, era la principal triunfadora. Sería injusto no mencionar, pese a todo, que The Artist narra una parte de la historia del cine estadounidense, que es muda y en blanco y negro, aportándole así una alta dosis de exotismo, y que su distribuidor es uno de los grandes tiburones cazadores de premios, Harvey Weinstein.
En otras palabras, faltaron mala leche y eso que a veces se llama glamour, sea lo que sea, en realidad. Y ambos son buenos reclamos para llevar espectadores a las salas... tan buenos como la calidad o el talento, me temo. Seamos sinceros... ¿Qué es lo primero en lo que nos fijamos cuando vemos el cartel de una película o decidimos qué películas ver? Yo diría que, en un alto porcentaje, son los actores, y después, en menor medida, el director. Por tanto, los actores tienen dos opciones, ganarse al público película a película o vender una imagen que guste a la gente... pudiéndose convertir en estrellas, algún día. ¿Qué es una estrella de cine? ¿Son estrellas los mejores actores? Puede que no, puede que sea una diferente forma de medir. Puede que el cine también necesite estrellas, sonrisas perfectas, alfombras rojas, polémicas, escándalos y vestidos de Chanel, así las cosas, que un presentador se meta con un actor en directo y en sus mismas narices puede ser un buen reclamo. Clinc, clinc, clinc. Páginas de revistas y periódicos, declaraciones de los implicados y dinero en las salas. No importa que la película sea nefasta... o que sea maravillosa. La pareja de protagonistas de una película comienza una relación durante el rodaje. Más dinero... hay que ver su química y tratar de descubrir si es un engaño. Supongo que visto desde una perspectiva objetiva, este sistema no tiene por qué ser negativo, ya que gracias a estas artimañas hemos podido disfrutar de algunas películas inolvidables... es sólo una forma más de promocionar una película, acorde a los tiempos en que vivimos, incluso resultaría una frivolidad no hacer uso de estas opciones y privar al gran público de una obra de arte.
No quiero terminar esta entrada sin decir que ví los Globos de Oro y que los ví por Ricky Gervais, víctima del reclamo de sus malas intenciones. Incluso tengo que decir que es un cómico que me gusta bastante, disfruto con la mayoría de sus shows televisivos y los recomiendo a quien le apetezca reírse un rato con su humor políticamente incorrecto y cercano.
En la próxima entrada volveré a hablar de cine... del otro cine, espero.

viernes, 13 de enero de 2012

Premios Goya


Esta semana se han hecho públicas las nominaciones a los premios Goya del cine español. Las miré por encima una vez y no sentí nada. Pero la segunda vez que las vi me sentí avergonzado y un poco estúpido: avergonzado por no haber visto casi ninguna de las películas candidatas; y un poco estúpido por haberme sentido avergonzado.
En igualdad de condiciones, no veo motivos para ver una película hecha en España antes que otra de cualquier lugar del mundo, a no ser que conozca a alguien que participe. Debería decir que tengo la peculiaridad de no ser patriótico... ni antipatriótico, yo sencillamente nací aquí, como pude haber nacido en cualquier otro lugar. No quiero herir los sentimientos de nadie, pero me siento incapaz de sentir amor por una nación ni por una cultura, sea cual sea ésta. Por tanto, no veo distinciones entre el cine español y el cine hecho en España, salvo la obvia de las subvenciones, en ese caso las películas son necesariamente españolas en un porcentaje. Nos podríamos preguntar además la relevancia e independencia de la cultura española en estos tiempos de cultura cada vez más globalizada, pero éste no es espacio para ello. Me temo que ni siquiera lo es para todo lo ya dicho, pero me sirve como excusa o argumento para explicar mi desconcierto ante una posible porra de los premios Goya, por ejemplo.
Luego vi los resultados en salas de las películas nominadas y descubrí que yo no era el único que no las había visto. ¿Será porque no se publicitaron correctamente? ¿Porque las exhibieron en pocas salas? ¿Porque iban dirigidas a un público más especializado? ¿Porque la Academia de Cine se ha equivocado y ha escogido las menos taquilleras? Es decir, ¿porque no ha escogido Torrente 4: Lethal crisis? ¿Porque el público español prefiere el insustancial pero espectacular cine americano? Quizá he ido perdiendo la objetividad según avanzaban las preguntas, hasta llegar a decir cosas que no creo, pero puede que alguien sí.
Me doy cuenta de lo irrelevante que puede resultar este tema, teniendo en cuenta que los premios son, muy probablemente, el menor de los problemas del cine en España. Con los escándalos de la SGAE, la ley Sinde sí, la ley Sinde no, la inmensa cantidad de descargas ilegales y las películas que ni siquiera llegan a estrenarse, quién reciba nominaciones a los Goya es lo de menos. En esta situación, es comprensible la búsqueda del éxito en las salas, tirando de géneros que suelen funcionar bien, como el cine de terror y las comedias de adolescentes protagonizadas por estrellas de la televisión, sin importar demasiado la calidad de los productos. El problema surge cuando ni siquiera éstas funcionan bien. O quizá sí hubiera venido bien un poco de calidad, después de todo, que no tiene por qué estar reñida con el éxito. ¿O sí? Me pregunto qué criterios toman los productores en España para financiar una u otra película,... ¿de verdad está de moda lo medieval? Porque no dejo de ver series y películas de época, como El capitán trueno, Águila Roja, o la nueva serie Toledo y me da la sensación de que intentan crear una moda, en lugar de seguir los gustos de la gente, aunque puede que me equivoque y el público en España quiera ver corsés y murallas de cartón piedra. No puedo evitar pensar que no se sigue ningún criterio lógico, que se contrata a los mismos de siempre para que sigan dando vueltas sin fin en la noria del cine español, dejándoles a ellos la libertad absoluta de decisión.
Demasiadas preguntas y ninguna respuesta.
Enhorabuena a los nominados, creo que las mayores críticas no van dirigidas a ellos.

miércoles, 11 de enero de 2012

"Drive"


Creo que debería comenzar reconociendo que no sé casi nada de coches, que tampoco me gusta mucho conducir y que ni siquiera me atraen demasiado las películas de The fast and the furious, ¿qué le vamos a hacer? Me entretiene la acción, me divierte la chulería de Vin Diesel y me encanta Michelle Rodriguez, por lo sexy y femenina que puede ser siendo tan agresiva, pero siento que esa fascinación por los coches no va dirigida a mí. Y no se me ocurre otra cosa que meterme a ver una película sobre un piloto de coches que además es mecánico. Y la disfruté.
Vale, Drive es más que una película de coches, pero ¿qué es? ¿Un thriller? ¿Una película de mafiosos? ¿Una de acción? ¿Cine comercial o de autor? He llegado a oír que es un cuento infantil disfrazado de película de coches con un romance como motor para que la historia avance, y podría servir como explicación. O no. ¿Realmente importa? A veces damos demasiado valor a las etiquetas cuando hablamos de cine, necesitamos saber qué estamos viendo y a qué lo podemos comparar para sentirnos cómodos en nuestra butaca. Drive es una buena película, sencilla y bien realizada, cuidada hasta el más mínimo detalle. Cada plano está pensado y trabajado para expresar algo al espectador, aunque sea algo tan sencillo como la emoción de un paseo en coche por los canales de Los Ángeles, esos que recorría Travolta con su peine en Grease o Schwarzenegger con su moto, su escopeta y sus gafas de sol en Terminator 2, y Nicolas Winding Refn, el director de la película, te hace sentir que es la primera vez que los ves en el cine. La iluminación, la música, las localizaciones, los ambientes, el ritmo, las magníficas transiciones entre escenas, el salvaje tratamiento de la violencia... todo sirve para introducirte en la vida de este piloto casi mudo y sin nombre enamorado de su vecina, por la que haría cualquier cosa.
Lo cierto es que la historia no es nueva ni original. Lo que destaca es la forma de hacerlo. No sólo en cuanto a la calidad técnica de la imagen, sino en cuanto al tratamiento de las emociones. Ryan Gosling (el piloto), Carey Mulligan (la vecina) y Oscar Isaac (su marido recién salido de prisión), dan una lección de cómo interpretar sin importar aquello de lo que hablan. En la relación entre ellos tres y en los sentimientos que aparecen de amor, desconfianza que luego se convierte en confianza, gratitud y lástima, ahí está el corazón de la película y surgen unas escenas de gran belleza que algún amante del cine de acción hubiera eliminado del guión, pero que son claves para entender la actitud del piloto. Sin embargo esos mismos amantes del cine de acción más violento disfrutarán con el personaje del villano interpretado por Albert Brooks, un cómico famoso en Estados Unidos que hace aquí algo muy distinto a lo que había hecho antes. Es un villano duro, brutal y frío en apariencia, pero con ilusiones, sentimientos y un código moral, a su manera. No es un "malo" típico, no es un gángster porque es malo, ni es malo porque es un gángster. Es un personaje con sus motivaciones y sus necesidades, alguien a quien el espectador pueda acercarse a comprender, lo que hace más descarnadas e impactantes las escenas de mayor agresividad. Es una película moderna, donde los malos no son malos porque sí, ni los buenos son impecables, lo que nos podría llevar a preguntarnos si el piloto es un héroe o un antihéroe, conducidos de nuevo por la imperiosa necesidad de etiquetar el cine. ¿O no etiquetamos sólo el cine, sino todo aquello que nos rodea en nuestro día a día? Muchas reflexiones posibles y no merece la pena cansar a nadie con ellas... por ahora. Quizá en otro momento.
Por todo esto y pese algunos puntos débiles, como el excesivo uso de la cámara lenta, la extrema sencillez de la trama o determinados clichés presentes en algunas situaciones y personajes secundarios, Drive es una pequeña película muy recomendable. Tengo que decir que, cuando llegué a casa tras ver la película, la televisión estaba encendida, ponían una serie de policías, y la mera comparación hizo que me tuviera que alejar huyendo del salón. Creo que eso explica la calidad de Drive... y supongo que también la mala calidad de una gran cantidad de series de televisión.

El crítico accidental

¡Bienvenidos todos a mi blog de cine!

Comienzo esta nueva etapa sin saber bien por qué la empiezo. Quizá tenga relación con mis dificultades para encontrar un espacio dedicado al cine con el que me sienta identificado... con la esperanza de sentirme identificado con mis propias palabras. Quizá tenga relación con mi ego, con mi necesidad de contar, de analizar, de hacer críticas generalmente constructivas de todo lo que veo, importe o no a quien lo lea. Quizá sea que me encanta el cine. Quizá sea que no tengo trabajo, no lo sé.

Digo todo esto para aclarar que en estos momentos no tengo muy claro qué va a pasar en este blog y que eso me divierte y me apetece. No sé si irá más dirigido a la crítica de cine actual, si hablaré de películas determinadas o de tendencias, o si comentaré la primera película que me venga en gana, sea del año que sea... puede que un día haga una reflexión sobre las palomitas y al siguiente escriba sobre la nouvelle vague, o puede que no haga ninguna de ambas cosas. Espero que esta libertad creativa sea positiva también para vosotros.

Trataré de ser respetuoso y sincero, de hacer críticas constructivas, lucharé por mis ideas y convicciones y seré lo más claro y escueto posible. Probablemente mis opiniones se diferencien mucho de los gustos del cine más comercial... pero tampoco irán ligadas a las modas del llamado cine independiente. ¿A quién va dirigido este blog? Ya lo descubriremos. Para empezar, a mí.
Mi intención es hacer críticas asequibles a cualquiera, sean cuales sean sus conocimientos sobre cine, principalmente porque los míos aún son limitados y no podría hacer otra cosa. No pretendo dictar sentencias ni sentar cátedra, ni mucho menos, pero sí intentaré levantar cierta polémica en algunos momentos, poner en duda aquello que no lo estaba, aunque sea sólo por jugar un rato.

Dicho esto, trataré de olvidar todo lo escrito en esta primera entrada.

Eso sí, voy a hablar de cine.