
Sin embargo, no importa. No es relevante. Las intenciones de la película van más allá de la calidad técnica y artística. Nos encontramos con una película divertida y simpática que se convierte en episódica según avanza, permitiéndonos acompañar a sus protagonistas en el descubrimiento de nuestro propio mundo, tal cuál es y tal como podría ser: presenta un mundo utópico e idealizado y lo confronta con el mundo actual. La mezcla funciona, principalmente cuando se le añade humor y se aleja de la ridiculización de la sociedad actual, cuando no pretende dogmatizar ni persuadir.
Es cierto que hay momentos en los que se corre ese riesgo, como en el estadio de fútbol o con las "desconexiones" que realiza la protagonista a otros personajes, haciéndoles salir de su realidad para ver el mundo sin la venda habitual del día a día, con su belleza natural, despojado de las imposiciones culturales y sociales, mostrándoles una realidad que quizá no deseen ver. Pero la película esquiva con cierto tacto estas situaciones, de forma liviana y con humor, comprensivamente. Por este motivo me extraña que fuera prohibida en tiempos de su estreno, como dice la leyenda, ya que es una película que muestra y propone, pero sin excesiva acritud ni agresividad.
Puede que esa prohibición, lejos de ser un impedimento, haya ayudado a la película a convertirse en cine de culto para algunas personas. Eso y su mensaje, esquivando sus dificultades narrativas, que sale por todas partes y se desborda en una gran cantidad de ideas originales, muchas de ellas muy visuales. El poder curativo de los bebés, con toda su energía e inocencia, el uso del agua como conductor para la telepatía, la reflexión sobre el pintalabios y la belleza y, en fin, un largo etcétera.
Como anécdotas, se podría destacar a una jovencísima Marion Cotillard en uno de sus primeros papeles en el cine, cumpliendo a la perfección y tan bella como siempre; y comentar el pequeño desliz en la traducción del título, cuyo nombre original es mucho más bonito, La belle verte, la bonita verde, o la bella verde, o verde hermoso, mucho más acorde con la humildad y sencillez de la película, nada tan explícito como el título traducido.
Esta pequeña obra, sin embargo, tiene la virtud de calar en el espectador, e incluso de hacerle pensar casi sin darse cuenta, debido a la cercanía e ingenuidad de su protagonista y sus personajes secundarios, con un ritmo muy vivo, pasando de una cosa a otra con bastante sencillez, la buena elección de la música ayuda a que el espectador sea transportado a lo largo de la película apenas sin darse cuenta. Su mensaje ecologista y en favor del buen conocimiento y uso del cuerpo y la mente humanos, cercanos y en simbiosis con la naturaleza, se hace amable y creíble, principalmente para quien comulgue con estas ideas.
Uno se pregunta si una película de ideas tan naturales y alternativas, tan frescas, no merecía un trabajo igualmente creativo en lo cinematográfico. Es decir, que se nos presenta ese amor a la naturaleza, pero no se nos hace sentir de manera rotunda esa emoción, no se nos transporta a ese mundo como lo haría una película de Terrence Malick, por poner un ejemplo de otro autor ecologista, que inspira esa conexión con el mundo mediante sus imágenes, su montaje o su guión. Es cierto que el mensaje de Malick no se dice explícitamente ni llega con tanta facilidad al espectador, pero deja un mayor poso en lo cinematográfico, haciendo compartir y disfrutar al espectador aquello que quiere transmitir. Quizá esa elección sencilla y estandarizada de realizar Planeta libre la haga más liviana y asequible, incluso una película de culto para algunas personas, pero no evita pensar que pudiera haber sido mejor en lo cinematográfico. Bueno, lo mejor será no darle más vueltas y disfrutarla sin más, por lo que es, una comedia con ideas muy pensadas por debajo, una pequeña joya.