martes, 28 de febrero de 2012

"Duelo en la alta sierra"

1962. Dir.: Sam Peckinpah. Estados Unidos.
Duelo en la alta sierra es la segunda película de Sam Peckinpah y su primera película de prestigio internacional. Es curioso, porque, a su vez, es una película crepuscular sobre el fin del Oeste, sobre la vejez y lo que conlleva, sobre el legado que dejan las personas, siendo la última película de Randolph Scott y la penúltima de Joel McCrea, sus protagonistas, actores curtidos en docenas de películas y series del Oeste: eran secundarios o protagonizaban obras de directores menores, generalmente de poco presupuesto, nada de John Ford, o Howard Hawks, nada de los más grandes directores del Oeste. No eran actores de glamour, ni grandes estrellas, eran los que se habían pateado los desiertos, los saloons y las montañas a caballo, los que se habían estado quitando de las botas el polvo de los estudios de Hollywood durante décadas. Peckinpah aún no conocía a Steve McQueen, o a Kris Kristofferson, y les dio, quizá, su mejor película a ambos, su legado para la posteridad, una oda al cine del Oeste al que habían dedicado la mayor parte de su carrera.
Duelo en la alta sierra está cargada de añoranza y de romanticismo... no el romanticismo cursi de pareja que solemos entender con esa palabra, sino el otro, el que muestra un amor por sus personajes, por sus historias y su pasado, presente y futuro, por sus ideales, por su código de honor, un amor profundo por la tierra que pisan, en este caso la alta sierra del título, verde y de gran belleza, mostrada en technicolor y cinemascope, en toda su plenitud, contrastando con el triste espectáculo del poblado minero, destruido por la acción del hombre... en definitiva, un amor al cine y a la humanidad. Quizá suene muy grandilocuente esto que he dicho, principalmente para una película pequeña y sencilla como ésta, pero Peckinpah dejaba esa parte de si en cada película, con un tono a veces excesiva y extrañamente liviano, un acentuado sentido del humor, a veces irónico y a veces ingenuo, con una música a la que le cuesta casar con la imagen, en ciertos momentos. Es cierto que su cine es recordado principalmente por la sangre y la violencia, pero opino, en contra del pensar habitual, que esa violencia forma parte de su interés humano y su romanticismo; se empeña en que suframos con las muertes y las injusticias, con la parte salvaje de las personas, se empeña en que empaticemos con el dolor de los personajes. Es un cine que nos muestra el lado más primitivo del ser humano, más intuitivo, gentes sin apenas educación, solitarios que a veces aciertan y otras fracasan, no son héroes, aunque realicen actos heroicos, en alguna ocasión, sino personas normales que desean vivir lo mejor posible de acuerdo a su código moral, donde el honor y la amistad ocupan un lugar destacado; son unos idealistas que sueñan con un mundo mejor que ellos ya no tendrán ocasión de ver, mientras echan de menos aquello que pasó y aquello que hubieran deseado que sucediese. Por supuesto, no hay que olvidar que el cine de Peckinpah surge en los años en los que el cine clásico de estudio iba dejando paso al nuevo cine, donde los géneros se confundían y se podía experimentar más. Empezaban a aparecer cambios en Europa y Estados Unidos, y eso se ve en su cine, que mantiene ciertas convenciones clásicas, pero situando la cámara a veces en lugares más comprometidos, con unos primeros planos muy potentes, haciendo hincapié además en la identificación con los personajes.
En fin, volviendo a Duelo en la alta sierra, quizá no sea su mejor película, quizá no tenga la belleza desgarradora y enormemente violenta de Grupo Salvaje, o un protagonista tan carismático como La balada de Cable Hogue, ni siquiera la grandilocuencia a ritmo del gran Bob Dylan de Pat Garrett y Billy el niño, pero es uno de sus westerns más puros, es honesta, bella hasta dar un mensaje casi ecologista por momentos, es divertida y profunda al mismo tiempo, hay peleas a puñetazos, borrachos, una mujer que se sitúa en el centro de la trama, dándole sentido y un nuevo rumbo a los personajes, hay nostalgia y amistad, y sobre todo, hay cine del bueno, del que transmite, durante hora y media. A mí me parece suficiente.

viernes, 24 de febrero de 2012

"No habrá paz para los malvados"

Enrique Urbizu es un tipo diferente al resto del mundo del cine en general, y quizá aún más en el cine hecho en España. No porque sea extravagante ni muy exótico, sino porque sus películas son extremadamente secas, enormemente duras. Hasta el sonido resulta distinto en sus películas, cargado de ruidos del mundo real... o quizá del mundo cotidiano, las noticias, los coches, hasta las máquinas tragaperras resuenan poco cinematográficas, todo ensuciado por las calles, por la ciudad. Es cine negro, pero alejado del romanticismo futurista y existencial de Blade Runner, o del humor negro de la América profunda de los Coen en Sangre fácil, ambas películas recientemente comentadas en este blog. Aquí se nos muestran los ambientes más toscos y chabacanos que se pueden encontrar, lleno de baretos, prostíbulos, almacenes y pisos francos. Es el habitat natural de Santos Trinidad, el protagonista, interpretado por José Coronado con la rudeza y el carisma que se requerían, y con una caracterización muy bien trabajada, desde su manera de andar hasta su desagradable risa. La película consiste en su poco sigiloso seguimiento de varios personajes dudosos y esquivos, casi sombras a lo largo de toda la trama. Difícil pasar desapercibido con esa vestimenta, o evitar ser oído con esas botas. Difícil amar o comprender a ese personaje. A veces parece que se intenta, pero con escaso éxito. No tengo nada en contra de odiar al protagonista, siempre que se ofrezca algo que palie ese déficit, pero dudo que se nos ofrezca. De tanta sequedad, llega un momento en que el espectador se queda fuera, alejado de la trama, de los intereses de sus personajes, especialmente de los de Santos Trinidad, cuya tridimensionalidad como personaje queda muy en entredicho. Durante largo rato, No habrá paz para los malvados se pierde en la investigación, en la búsqueda, y se olvida de dar profundidad a los personajes, salvo en algunos detalles que tienden peligrosamente al cliché. Quizá la realidad sea que se olvida de los personajes por completo, centrándose en una trama que, por otro lado, es previsible, con el espectador viajando a menudo al menos un paso por delante de Santos Trinidad y la juez Chacón. Urbizu parece obcecado en mantener un punto de vista externo, debido quizá a lo delicado del tema que va surgiendo, el terrorismo, por debajo de un simple caso de asesinato, y quizá esa distancia, esa omnisciencia nos aparte de Santos y sus pesquisas, adentrándonos peligrosamente en terreno del aburrimiento, con una historia que avanza muy lentamente.
Hay que reconocerle a la película, sin embargo, un brillante primer acto, y un trabajado manejo de la tensión, siempre alerta, siempre viendo a Santos Trinidad a través de ventanas, espejos y muchedumbre, siempre al límite de ser descubierto por mafias, células terroristas y policías. Es una lástima que esas sensaciones de exposición y de realidad no se vean acompañadas de un ritmo más vivo o de una introspección más marcada en los personajes. Incluso se agradecería mayor socarronería o mayor descontrol en el protagonista, un descenso a los infiernos que no se termina de producir.
Me veo en la obligación de reconocer que No habrá paz para los malvados me desconcierta, no sé qué pensar de ella. Si bien hay cosas que me gustan, hay otras que no me convencen en absoluto, y mi visión global está nublada porque no me queda claro el mensaje o el objetivo de la película. ¿Qué nos quiere contar, realmente? Sé que nos muestra la incapacidad y dejadez de los personajes ante los problemas que se les plantean en su vida y en su trabajo, la corrupción política, policial y social que posibilitan estas barbaridades... ¿pero es ese todo el mensaje? ¿O se nos dice que si hubiera más Santos Trinidad sueltos por el mundo nos iría mejor? ¿O es que España, en contra de lo que dijera aquel, va mal? Sé que se nos muestra el caos y la falta de soluciones ante él, pero eso es el cine negro... en general.
La verdad es que, reconociendo mi propia dificultad para leer entre líneas de No habrá paz para los malvados no sé si demuestro honestidad o falta de recursos, pero agradecería a cualquier lector medianamente inteligente que la haya visto que me desasnase, si puede. O quizá el problema esté sólo en mi cabeza y quizá la película no tenga más mensaje ni más intención que la de mostrarnos el camino de Santos Trinidad. Puede que sea suficiente, pero entonces... ¿Por qué entrar en temas de terrorismo? ¿Por qué volver la vista al 11-M? Quizá deba dejar de pensar en todo esto y pedirme un cubatita.

miércoles, 22 de febrero de 2012

"Sangre fácil."

1984. Dir.: Joel Coen. Estados Unidos.
Sangre fácil. es la primera película de los hermanos Coen. Es una pequeña película sencilla, de bajo presupuesto, pero ya se pueden apreciar en ella gran parte de las características que han convertido a los hermanos Coen en unos de los creadores cinematográficos más influyentes de las últimas décadas.
No hace falta mucho metraje para darse cuenta del control absoluto que tienen sobre las historias que cuentan, sobre los ambientes que retratan y sobre los planos que eligen. Si uno se fija un poco, puede sentir que hay alguien disfrutando detrás de las cámaras. Sangre fácil. es cine negro en mitad de Texas, con unos personajes relativamente normales, aunque caracterizados de una manera estrambótica y llamativa, llevados al límite, haciéndoles sentir extraños en sus propias casas y sus propias vidas, perdidos. Tiene un fantástico humor negro, como casi todas las películas de los hermanos Coen, parece que disfruten de los errores que cometen sus personajes y de las situaciones complicadas en las que van metiéndoles, se ríen de sus costumbres, de sus actitudes, de sus limitaciones en las relaciones con los otros, pero lo hacen con cariño por ellos, cómplices. Muestran la América profunda caricaturizada pero atractiva, en cierto modo. Hay una violencia muy dura y muy seca, que duele también al agresor, en ocasiones, creando una empatía con él. Es una violencia que se hace presagiar ya en los primeros cinco minutos, con una tensión que no para de crecer hasta que llega la sangre del título. Vista como una película de cine negro, funciona a la perfección, huyendo de la previsibilidad en su trama en medida de lo posible.
Supongo que se puede ver una película de los Coen sin entender su violencia, ni su sentido del humor, sin apreciar su visión de la América profunda y sus costumbres, quedándose en las grotescas caracterizaciones que ridiculizan a los personajes,... pero hay mucho más por debajo de todo eso. Hay toda una forma de entender las relaciones humanas, el poder, la autoestima, y el valor para luchar por lo que se quiere. En gran parte de sus películas sus personajes se la juegan, ponen a prueba constantemente a sus amantes, jefes o compañeros, en una pugna constante por mantener su honor y su imagen, sin dar nunca su brazo a torcer. Se puede apreciar de forma más trágica y salvaje en Fargo, quizá su película más parecida a Sangre fácil., y de forma más histriónica e incomprensible en El gran Lebowski o en O Brother!, por poner sólo unos ejemplos.
Son unos autores tan personales que se puede ver su mano hasta en los pequeños detalles, en sus diálogos secos, en la voz en off que da comienzo a la historia, en los juegos con los planos y la escenografía, que a veces resultan realmente absurdos, como el traveling que sigue a un perro por una casa o unas fotografías del coche del investigador privado, vistas desde cualquier ángulo, siendo reveladas en un cuarto oscuro. Este investigador privado, maravillosamente interpetado por el casi desconocido M. Emmet Walsh, es un magnífico personaje, lleno de humanidad y de empatía, pero es al mismo tiempo un hombre que acepta su naturaleza y el mundo salvaje que le rodea y actúa en consecuencia, de manera egoísta y violenta, sin perder nunca un macabro sentido del humor. Sólo por este personaje vale la pena ver la película. En realidad, por éste y por cualquiera de los otros tres que la protagonizan. Técnicamente no es su mejor película, se nota la escasez de presupuesto y la inexperiencia en algunos detalles, la mayoría de las escenas de noche están rodadas de día, con noche americana, cubriendo la imagen de azul, pudiendo distraer, por la poca credibilidad. Pese a ello, es mejor que algunas de sus últimas películas. Es una pequeña joya de los hermanos Coen que me alegro de haber podido disfrutar, quizá tanto como ellos debieron de disfrutar haciéndola.

martes, 21 de febrero de 2012

"Blade Runner"

Estados Unidos. Ridley Scott. 1982 (1º versión), 1992 (2º versión), 2007 (3º versión).
Humo. Noche. Suciedad. Lluvia. Luces de neón. Cristales. Superpoblación. Claustrofobia. Un unicornio cabalgando. ¿Sueñan los androides? Melancolía. Miedo a la muerte. Miedo al otro. ¿Qué nos hace humanos? ¿Por qué merece la pena vivir o haber vivido?
"He visto cosas que vosotros no creeríais. (...) Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia"
"Una lástima que la chica no viva, pero... de nuevo... ¿Quién vive?"
Vangelis y su música. Ridley Scott, Syd Mead y sus decorados. Philip K. Dick y sus androides que sueñas con ovejas eléctricas... o no. Harrison Ford y su sonrisa torcida y triste. Los replicantes cyberpunk de pelo rubio platino y ganas de vivir. El padre omnipotente y apartado del mundo. El genetista que envejece a gran velocidad. El amor y la comprensión, la aceptación y la violencia.
Blade Runner es un mito del cine difícil de enmarcar. No tiene mucho con lo que pueda compararse, y al mismo tiempo tiene una cantidad enorme de influencias, un montón de voces que se unen para expresar diferentes cosas... y al mismo tiempo es una película de Ridley Scott, de un autor único. No deja indiferente. Recuerdo que, cuando la vi siendo un niño pequeño no pude entenderla y la odié. Esperaba algo parecido a lo que había visto de Harrison Ford, a Han Solo o a Indiana Jones, y me encontré con algo muy distinto que no sabía bien por dónde coger. La revisión ha merecido la pena.
Ya desde el comienzo sorprende la ciudad, con sus efectos especiales analógicos, es una de las últimas películas de ciencia ficción no digitales, y visto hoy, eso le aporta una gran dosis de romanticismo que no debió de tener entonces. Pero no sólo es analógica, sino que además ya nos mete de lleno en una belleza dura, oscura y distinta a la habitual, que va a enmarcar todo lo demás. Sorprende la música de Vangelis, espectacular a lo largo de toda la película, una música que se adhiere a las imágenes y las acompaña, en una fusión absoluta de estas dos artes diferentes, una música que ayuda a crear el ambiente, que ayuda a adentrarse en un estado de ánimo reflexivo y melancólico, apoyando un tempo pausado y cargado de tensión. Sorprende la dirección artística, desde los decorados hasta la creación de los coches, la suciedad de las calles, el diseño de las habitaciones y su detallismo. Aquí es increíble la enormidad de influencias que se toman: el comic Heavy Metal, de Moebius, los dibujos de Syd Mead, el diseñador de los vehículos para la película y de las calles, en general; los propios dibujos de Ridley Scott, quien comenzó su carrera como director artístico; la estética a la que se iban dirigiendo algunas ciudades orientales como Tokio o Hong Kong; todos dirigidos a crear un mundo superpoblado, sucio, oscuro, melancólico y claustrofóbico. No es el futuro que todos deseamos.
En cuanto a la historia que se narra... no sé qué pensar. No sé si importa mucho o muy poco. No sé si el ambiente se la come o la llena de sentido. Hay que decir que el guión tiene muchos creadores e influencias. Parte de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, con un guión inicial romántico, centrado en la lucha interna de un protagonista propio del cine negro y en un mensaje ecologista, escrito por Hampton Fancher; retocado por la visión detallista y poderosa de Ridley Scott; y terminado, bajo las directrices de Scott, por David Webb Peoples, un buen conocedor de la ciencia ficción, además de un hombre directo, que manejaba bien las situaciones violentas. Todo esto sin contar con los cambios realizados en el rodaje por falta de presupuesto, por ideas de los actores o del propio Ridley Scott y los cambios que se hicieron en la postproducción, incluyendo una horrible y explicativa voz en off y un final indudablemente feliz. Sí, es un lío. Siento haber incluído tal batiburrillo en esta entrada, pero este mismo jaleo se puede apreciar en la película. O en las películas, porque hay tres versiones distintas de la película y un documental de tres horas y media sobre su problemática y complicada realización.
Me temo que no he dado mi opinión de una manera específica sobre la película. Tampoco hace falta. No me he pronunciado aún en el gran debate: ¿es Harrison Ford un hombre o un replicante? No lo haré. Estoy seguro de que se pierde la idea original de Philip K. Dick, por la cuál, según tengo entendido, para crear a los androides o replicantes se basó en los escritos de los integrantes de las S.S. mientras estaban en los campos de concentración. Los leyó y pensó en dónde quedaba su humanidad y qué los hacía ser personas. En la película quizá sean más "humanos" los androides que los verdaderos humanos, y ahí se plantea el interesante debate y la belleza existencial de Blade Runner. Sea como sea, la profundidad de la película es inmensa, tanto como llegue a escarbar el espectador en sus propias emociones. Y es innegable que contiene unas imágenes de gran belleza. Quizá sea una de las mejores direcciones artísticas de la historia del cine. Por no hablar de su inexplicable iluminación, con haces de luz que no tienen lógica, pero que hacen su función de manera expresiva. Es una obra de arte completa y minuciosamente trabajada hasta el mínimo detalle, pese a los notables errores propios de los problemas de presupuesto.
Es Blade Runner. Una obra única en la historia del cine.

lunes, 13 de febrero de 2012

"Caballo de batalla": una épica hípica.

Spielberg. El gran Steven Spielberg.
Spielberg era el ídolo del protagonista de Dawson crece y de casi cualquier niño que soñase con ser director de cine, era el director de mayor prestigio de los años 80 y 90, hizo películas que prácticamente todo el mundo ha visto y admirado, como Tiburón, E.T., La lista de Schlinder, Parque Jurásico, las tres primeras películas de Indiana Jones, etc. Sus películas eran el claro exponente del mensaje que Hollywood mandaba al mundo, la importancia de la familia, el patriotismo, la igualdad de razas y los grandes ideales. Tenía Hollywood a sus pies.
Y hoy en día nos trae Caballo de batalla, una adaptación de una obra de Broadway, que a su vez adaptó un libro. Adaptación que lleva a cabo Richard Curtis, un nombre que no suena tanto, pero cuya obra también está en las cabezas de todos. Guionista de Cuatro bodas y un funeral, creador de mister Bean, escribió las películas de Bridget Jones, Notting Hill y dirigió y escribió Love Actually. Prácticamente todo lo que toca se convierte en éxito de público, si bien su prestigio y calidad se ponen más en duda.
De la música se encarga un colaborador habitual de Spielberg, el rey del tarareo, si se me permite la expresión, pero ¿quién no ha tarareado nunca la banda sonora de Indiana Jones, La Guerra de las Galaxias, Parque Jurásico o incluso de Harry Potter?
Dicho esto, Caballo de batalla no engaña. Es Spielberg en estado puro, tan sólo faltan alienígenas. Emoción, melodrama, espectáculo, todo llevado al máximo. Es cine a la antigua usanza, alejado de cualquier vínculo con la realidad, que, por otro lado, nadie espera de él. Es un hombre capaz de convertir en heroicidad el esfuerzo de un chico joven por conseguir arar un campo con un pura sangre, y que, además, resulte entretenido. Hace cine como en los buenos viejos tiempos. El problema es que vivimos hoy, y esta película ha envejecido mal antes de ser estrenada. Supongo que hay un motivo para que ya no se haga cine así... no sé si será el cansancio de las antiguas fórmulas, o que ahora se buscan otras cosas, pero ahora se ven las costuras, se ve cómo trata de enganchar al espectador y qué quiere hacerle sentir en cada momento, las frases que deberían ser célebres y están pensadas para ello resultan excesivas y obvias. Puede que no sean tiempos de brillos y heroismos, que no sean tiempos de personajes puros y planos, de historias sencillas de elevados sentimientos. Tuvieron su momento, pero ahora ya no encajan igual. Claro que uno puede dejarse llevar por la historia, por su mundo idealizado, yo lo he hecho en la sala, pero exige el esfuerzo de la predisposición.
Si el personaje más complejo es el caballo Joey y la película dura 146 minutos, es difícil mantener ese nivel de intensidad emocional, o de implicación por parte del espectador, por muchos personajes secundarios de interés que vayan apareciendo por la pantalla. Es una película episódica y no puede evitar, quizá por ello, tener un ritmo irregular. Hay momentos que tienden al aburrimiento y permiten que el espectador se evada en sus propios pensamientos. Ese puede ser un problema, ya que las imágenes y los diálogos grandilocuentes pueden resultar ridículos si no se está dentro de la película.
Caballo de batalla es un prodigio técnico: su sonido, su calidad de imagen, sus vestuarios y decorados son todos de primer nivel. Es interesante reseñar que, con la lógica excepción de los vistosos paisajes de Francia e Inglaterra, todo se ve artificial, especialmente la iluminación, tremendamente expresiva. El anochecer con el que termina la película, referencia directa de Lo que el viento se llevó, otro famoso melodrama, tiñe prácticamente la totalidad de la imagen de rojo. Es cierto que esa artificiosidad es buscada y pretendida, quizá herencia de los decorados teatrales de los que procede, y seguro herencia del Spielberg con más intención de epatar, de sorprendernos con un mundo distinto, más grande que la vida. Y ésta es una virtud, en sus manos, no un defecto. El problema de Caballo de batalla viene por otros lados.
Es llamativo cuánto nos obliga Spielberg a sacar sus mismas conclusiones, a pensar lo mismo que él. ¿Quiere la gente pensar en el cine? Se suele decir que se va al cine a entretenerse, a sacar la mente de los problemas del día a día, no a reflexionar sobre cosas profundas. Me pregunto si esas mismas personas realmente piensan en su día a día, o si tratan también de evitarlo en medida de lo posible, quedándose en la comodidad de aquello que saben hacer y aquello que tienen que hacer. No sé quien dijo que el hombre tenía la necesidad de saber, de descubrir y conocer. Quizá esa necesidad la pierdan algunas personas según cumplen los años, quizá quemen su curiosidad al tirar un juguete al suelo para descubrir que, efectivamente, cae, que existe la gravedad y puede hacerte daño en un pie o romper tu juguete más preciado, si se da la circunstancia. Puede que sea ese miedo a hacerse daño al descubrir cosas lo que nos incomode del hecho de pensar. Spielberg nos ayuda en eso, nos lo da todo hecho y masticado con este cine de pequeños héroes involuntarios en el momento y lugar equivocados. En ese sentido, Caballo de batalla se puede considerar hermana menor de Salvar al soldado Ryan, película aún más grandilocuente que ésta, con unas escenas bélicas espectaculares, especialmente el desembarco de Normandía, inigualable escena, sobrecogedora; pero también es una obra todavía más sensacionalista que Caballo de batalla, más forzada e irreal en sus personajes, más cargada de clichés y moralina fácil, cine patriótico, heroico y familiar, con un final excesivo y forzado. Caballo de batalla no llega a esos extremos, ni creo que tenga intención de ello. Como dije al principio, Caballo de batalla no engaña.
Supongo que, aunque he disfrutado de muchas de sus películas, se puede entrever que Spielberg no es mi director favorito, espero que eso no haya afectado a mi valoración de esta película. Tan sólo quiero constatar aquello que se puede esperar de esta película y aquello que no. Es un gran espectáculo. Eso es innegable. Lástima que no sea más sutil.

"Chico & Rita"

Chico & Rita es cine de animación hecho en España, aunque su acción tiene lugar en Cuba, Estados Unidos y Francia. Y también es un musical. Por debajo de todo eso, es un drama romántico de un amor de esos que duran una vida y traspasan fronteras y todo tipo de dificultades. Me pregunto por qué valoraremos las películas por su forma antes que por su contenido.
Esta película se considera una película de animación, pero eso tan sólo es una pequeña parte de lo que es, y no debería indicar mucho al espectador a la hora de ir a verla. Hay muchísimas formas de hacer cine de animación, incluso más que con imagen fotográfica de la realidad.
Y es también un musical, con Bebo Valdés al frente, pero eso tampoco nos dirá todo lo que Chico & Rita tiene, ni el tipo de musical que es. Aunque sí es cierto que es un musical muy clásico, estructurado de una forma muy habitual y reconocible en este género. me trae recuerdos de New York, New York, gran película casi olvidada de Scorsese, o incluso del Cotton Club de Coppola, que a su vez comparten referencias con Chico & Rita del cine musical más clásico, el de Fred Astaire, Gene Kelly y compañía. Digo esto porque la película está cargada de referencias, tanto del cine como de la música... y son peligrosas, ya que el espectador absorbido por la película disfrutará de las apariciones y homenajes, dejándose sorprender por ellos, mientras que el espectador que no haya atravesado del todo esa barrera de implicación se verá constantemente distraído y apartado de la acción.
Pero toda forma necesita un contenido, al menos suele ser así en el cine, y es ese contenido el que mueve y remueve al espectador en su butaca. En Chico & Rita es una historia de amor muy sencilla, tan sencilla que puede resultar hasta simple. Está cargada de una intensa emoción entre los protagonistas desde el flechazo inicial, tanta emoción que la película se acerca al melodrama en varios momentos, y no sólo en el sentido más literal y obvio de la palabra. Según tengo entendido, el melodrama es la reacción desmedida de los personajes ante las acciones de los demás, y hay mucho de eso en Chico & Rita, quienes llevan las situaciones más lejos de lo que sería natural, provocando cierta extrañeza en algunos momentos, moviendo la película a través de unos giros exagerados e innecesarios, a mi parecer. No sé si el problema es que el guión hubiera agradecido una vuelta más, principalmente en los diálogos, bastante pobres a lo largo de toda la película, o si el problema es mi propia falta de conocimiento sobre la cultura y forma de ser de los cubanos. Puede que sea así, aunque a mí me parezca lleno de tópicos y de lugares comunes sobre el comportamiento latino. Bueno, hay quien diría que los tópicos surgen por algún motivo, por una conexión directa con la realidad, aunque personalmente lo dudo.
Volviendo a la forma, se recrean los ambientes maravillosamente y con todo lujo de detalles, con la maestría en la elección de los planos por parte de Fernando Trueba y el talento creativo de Javier Mariscal, con un gran uso del color y de unas formas que pasan de la sensualidad de la pareja protagonista hasta el desagradable aspecto de casi todos los personajes blancos, que más que blancos parecen descoloridos. Es curioso que sea candidata al Oscar a mejor película de animación, ya que deja a la mayoría de personajes norteamericanos, principalmente a los blancos, en muy mal lugar. Nueva York, sin embargo, está presentada de una manera preciosa, tanto en sus bajos fondos como en sus locales más emblemáticos, al igual que La Habana y París, todas ellas retratadas con magnífico gusto. En su deseo de mostrar las ciudades, sin embargo, hay un excesivo uso de escenas de persecución o de paseos en coche o en moto. Si tenían un significado simbólico o metafórico yo me lo he perdido, tan sólo alargan y entorpecen la narración, no sale una película más dinámica porque se viaje mucho en coche o en moto, ni siquiera si ésta lleva sidecar, como es el caso.

En cuanto a la música, bueno, es el gran punto fuerte de la película, no sólo por su calidad, sino por su oportuna utilización a lo largo de las situaciones que se van sucediendo, y, principalmente, por su unión con las imágenes y los personajes. Con la música, los dibujos cobran aún más vida, si cabe, y nos permiten entrar en algunos momentos mágicos, por los que se recordará Chico & Rita, por los que merece la pena verla.
Quizá, al fin y al cabo, sí sea la forma lo más importante, al menos en este caso, y la verdadera grandeza de esta película esté en su música y su animación.

jueves, 9 de febrero de 2012

"Mejor que el sexo"

El dinero es poder. La política es poder. La economía es poder... hasta el sexo es poder. La cultura es un juego de niños y los niños son unas pequeñas personas que aún no son, pero serán, son aquellos que sustituirán a los adultos un día. Son aquellos que manejarán el dinero y la economía, aquellos que dirigirán pueblos, comunidades y países, aquellos que disfrutarán el sexo. Hoy por hoy... son seres en progreso. La cultura es secundaria y el entretenimiento es una frivolidad. Pero... ¿acaso la cultura y el entretenimiento no influyen sobre todo lo demás? ¿Acaso no determinan nuestra actitud? Antes, los niños tenían de modelos a sus hermanos, padres y vecinos, a sus profesores y compañeros, quizás. Crecían como ellos, hablaban como ellos, andaban como ellos, besaban como ellos y querían ser como ellos. ¿Alguien sigue creyendo que es así? ¿Tan sencillo? Ahora los niños ven la televisión, las series les enseñan a actuar, andan como sus personajes favoritos, quieren ser como ellos, besan como ellos y se enamoran como ellos. Se dicen las mismas cosas en los mismos sitios, o lo más parecidas que logran conseguir. Y más tarde, trabajan y son los ejecutivos que también se pueden ver en la televisión. Bueno, quizá eso no tanto, porque ver a alguien trabajar suele ser muy aburrido. Me refiero a trabajar de verdad, no a Urgencias o Ally McBeal, ni siquiera Farmacia de guardia. Pero sí es verdad que casi todos los hombres, o muchos de ellos, han querido alguna vez llevar un traje como James Bond, beber un Martini seco, removido, no agitado, conducir sus coches y ligar con todas esas chicas Bond. Ese nivel de vida sólo se logra trabajando mucho y teniendo mucho éxito. Lo de salvar el mundo como James Bond ya es otra historia.
En el fondo creo que aquí se podría introducir un increiblemente amplio debate sobre la globalización cultural, sobre la igualación en los comportamientos de las personas en todo el mundo. ¿No tendrá nada que ver la hegemonía de la cultura norteamericana y occidental, tanto en la música como en el cine? ¿Alguien cree que sus empresas multinacionales serían tan grandes sin esa influencia?
Mejor que el sexo es una película australiana de la que pude ver un fragmento hace varios años y he podido terminar de ver hoy. La parte que vi me gustó mucho y la recordaba bastante bien, pese al paso del tiempo, recuerdo que me resultó fresca y amable, simpática. Sigue siendo todas esas cosas, pero quería ver algo más, tan sólo algo muy sencillo, una representación sincera y real del sexo y de las relaciones sentimentales, creo que no era esperar gran cosa. Lamento decir que no lo he encontrado, la película está cargada de clichés y lugares comunes, no logra sacarnos del todo de la impresión de haber visto ya, en el cine, todo aquello que sucede. Es curioso, porque el cine occidental, y el estadounidense principalmente, suelen aportar una visión muy sencilla y reducida del sexo: dos personas guapas se juntan y tienen relaciones sexuales muy bonitas y visuales, dando vueltas por encima de la cama. A la mañana siguiente, ella se tapa el pecho con la sábana. ¿Por qué lo hace, si él (diría él o ella, pero en este tipo de cine casi siempre es él) ya la ha visto desnuda? La respuesta es sencilla, porque si la actriz enseña su pecho, la película tendrá una distinta calificación por edades; o bien porque añadiría un cero en su contrato, a riesgo de ser tachada de pendón por toda la industria de Hollywood. Mejor que el sexo tiene al menos la decencia de quitarse ese miedo a la desnudez, y se permite más licencias en sus temas de conversación, pero me resulta excesivamente sencilla en su forma de tratar la relación, pasando muchas cosas por alto: deja de lado las actitudes y roles que toman entre ellos, pasa de puntillas sobre sus inseguridades y confianzas, y se centra en detalles como que el hombre no baje la tapa del váter o que la mujer tarde mucho en arreglarse.
Esto me lleva a otra duda... quizá la película no sea superficial, quizá la cultura sea así de superficial y la película la refleje. Puede que la gran mayoría de la sociedad sólo dé importancia en sus relaciones a esos detalles de su vida sexual y de pareja. Porque es lo que hacen el cine y las series, es lo que nos dicen las canciones... al menos aquellas que tienen sentido y entendemos.
No sé qué pensar, quizá todo sea cosa mía y nadie piense así, ni la cultura sea considerada secundaria. Quizá tenga una visión errónea del mundo y de las relaciones y mis palabras se las lleve el viento. Quizá deba ser así y esté perdiendo el tiempo reflexionando sobre esto, quizá debiera estar dando un beso de tornillo a una preciosa dama, diciéndola que la amo a la luz de las estrellas. Pronto llega San Valentín, gran momento para demostrar amor comprando regalos. De nada por recordároslo.

martes, 7 de febrero de 2012

"Rocky", evitando golpes bajos

Lo sé, lo sé, tendría que haber visto Rocky hace mucho tiempo, y ya es tarde para criticarla, difícilmente podré decir algo que no se sepa... pero es que no he tenido ocasión de verla antes, siempre tenía cerca a alguien que ya la había visto muchas veces y no quería repetirla. Hoy por fin he logrado verla. Y me ha gustado, superando incluso mis mejores expectativas. Es curioso cómo son recordadas las películas, de tal forma que Rocky sufre del recuerdo mezclado con otras películas protagonizadas por Stallone, mucho más planas emocionalmente, aunque quizá logren otros objetivos. Sufre principalmente por el legado que han dejado sus secuelas, por todas las imitaciones que ha tenido, por el regular cine de boxeo que se comenzó a hacer a raíz de su éxito. Quizá todo esto haya hecho que no se recuerde Rocky por la gran película que es, sino por lo que significó y por todos los productos mediocres que inspiró.
La película sigue a Rocky Balboa, un hombre sencillo, de escasa cultura, como los protagonistas de Taxi driver, Fiebre del sábado noche, o Toro Salvaje, personajes perdidos, con un destino fatal, salvados en los mejores casos por el encuentro con alguien que les da aquello que les faltaba, y por llevar al extremo su gran y quizá única cualidad visible y socialmente aceptada, o por creer en una gran pasión, ya sea el baile o el boxeo. Ya no se hacen personajes así, creo yo, quizá fue una moda... una moda que llevó a todos los actores que los protagonizaron a ganar premios y acumular nominaciones, con perdón por la superficialidad, y también a la consecución de maravillosas películas. Puede que sucediera por la situación social de Estados Unidos, con el boom del movimiento hippie terminando, con la guerra de Vietnam ya perdida, con un cine americano que por fin se atrevía a cuestionar la grandeza de su cultura y a presentar los barrios bajos, la incultura y los problemas de sus ciudadanos con crudeza. Rocky habla del sueño americano, sí, y apela al sentimiento patriótico en algún que otro momento, pero permite la lectura contraria, con el rival de Rocky vistiendo la bandera americana, y pasando de un símbolo a otro del poderío de Estados Unidos, para acabar siendo el perdedor moral de la pelea. Nos muestra, a su vez, la necesidad del sueño americano en Estados Unidos... me imagino, por ejemplo, a los ciudadanos de los países nórdicos, en pleno estado de bienestar, oyendo hablar del sueño americano y no comprendiendo nada, allí no hubiera hecho falta ningún sueño así. Los sueños es mejor desearlos que necesitarlos, y en Rocky son necesarios.
Una de las cosas que más me ha sorprendido, gratamente, además, es que no hay golpes bajos. Es cine de género, con muchas de sus convenciones presentes: el hombre acabado y sin futuro que tiene una oportunidad en la que nadie cree; el hombre solitario y con limitaciones en su comportamiento social que encuentra el amor en alguien que pasa por una situación similar; la falta de fe de este hombre en si mismo, que tendrá que ir recuperando poco a poco, a base de trabajo; el contrincante seguro de su victoria; el hombre rico, inteligente, talentoso y poderoso aunque engreído ante el hombre pobre, con carencias sociales y culturales que logra sus objetivos mediante el trabajo duro; etc. Todo esto lo hemos visto todos muchas veces, pero no aparece en la forma de clichés en Rocky, todas las acciones surgen con naturalidad, de forma creíble, cercana a esos perdedores del día a día, haciéndonos partícipes de sus actitudes, identificándonos con ellos y sus sueños, provocando muchas emociones en el espectador. Aunque yo ya sabía cómo terminaría, me lo contaron y perdí la sorpresa por ello, eso no lastró mi experiencia cinematográfica, Rocky construye la tensión hasta el clímax de una forma envidiable, haciéndonos sentir cada golpe y cada pequeño revés que sufre este héroe de los bajos fondos. Me gusta especialmente que no utilice golpes forzados para que el espectador reaccione de una forma determinada, no es sentimentalista, en el peor sentido de la palabra, ni sensacionalista, digamos. Cuenta, en lugar de eso, con unos personajes que parecen reales, una cámara y una música que no dan énfasis a todo lo que pasa, sino que acompañan los sentimientos de los personajes. Nos alejamos del héroe clásico, es el ascenso de un don nadie al éxito, pero no sentimos que sus cualidades sean las que le lleven ahí, sino su trabajo y su perseverancia. No hay frases ganadoras, imágenes para la galería ni golpes bajos fílmicos que te griten qué sentir. Eso se han encargado de hacerlo las secuelas, las imitaciones que no podían alcanzar este nivel, y gran parte de las películas del mismo Sylvester Stallone. Me pregunto si es consciente de la grandeza de esta película, de si sabía lo que hacía y lo hacía todo a propósito, voluntariamente. Me pregunto si él mismo no es un beneficiario del sueño americano, un hombre que estuvo en el momento y en el lugar oportuno, un pequeño Rocky que no se diera cuenta de todo lo que decía en realidad ese personaje, tan acompañado de emoción y esperanza como de una visión desalentadora de la sociedad americana.
La película, sin embargo, se sale de lo habitual, en algunos aspectos, y tarda en comenzar, no se sabe nada de la pelea que será el centro de la película hasta la primera media hora. ¿Y qué pasa antes? Se presenta a Rocky, su vida, sus deseos e intereses, sus limitaciones, sus problemas, su carrera como boxeador de bajo nivel. Me resulta una decisión acertada, ya que nos permite sentir identificación con el protagonista y desear que le vayan bien las cosas, que le tomen en serio, como un verdadero boxeador.
En esta misma línea, es de agradecer que no haya buenos ni malos, tan sólo gente con obsesiones y problemas, con sueños incumplidos, hasta el gran campeón del mundo sueña con ser más popular y más querido por el público y por la prensa, sin dejar por un instante de luchar por esa obsesión que le corroe.
Me pregunto si esta película se podría hacer hoy en día, con sus escenas extremadamente largas, que serían cortadas sin lugar a dudas en cualquier sala de montaje del Hollywood actual, pero que logran crear un gran ambiente, o con los diálogos sin sentido de Rocky, cargados de repeticiones, de inseguridades y de bromas sin excesiva gracia que hacen más amable al personaje. Adrian también es muy interesante, en su surgir desde el encerramiento con su hermano en casa, con su sutil viaje a la libertad, creando una relación de gran belleza fílmica y narrativa con Rocky, sencilla, pero contando con la complejidad de ambos personajes. Uno se pregunta qué cambia más la vida de Rocky, si su relación con Adrian o la pelea por el título mundial.
Podemos ver y casi tocar la suciedad de los barrios pobres de Filadelfia, podemos creer cada una de sus dificultades, podemos ver a Rocky caminando, jugando con su pequeña pelota o dando puñetazos al aire, perdido en sus fantasías de boxeador frustrado... porque Rocky tiene que utilizar su cuerpo al no tener cabeza para otra cosa, pero es un soñador. Un soñador tenaz, valiente, persistente y duro como una roca. Un soñador que nos regala una gran película, sin necesidad de golpes bajos ni de sentimentalismo barato, quizá por eso merezca un hueco en la historia del cine, por su preciosa sencillez.

sábado, 4 de febrero de 2012

"Anticristo" vs "Melancolía" y las películas acontecimiento.

A veces es un actor o una actriz quien nos lleva al cine o a ver una película, a veces es un director, otras son los efectos especiales, en la mayor parte de las ocasiones nos interesa el género de la película. Sabemos muy bien si queremos reír, llorar, ver una película de acción o bien cargadita de sexo, si queremos intriga o terror, en definitiva, vamos al cine sabiendo qué queremos sentir o pensar durante la proyección y tras ella. En este caso particular, Lars von Trier, como gran genio del cine... o como gran loco del cine que es, se permite el lujo de promocionar sus películas, y atraer a los espectadores mediante la consideración de éstas como acontecimientos. Se plantea su visionado como una experiencia diferente y cultural, no por un disfrute en particular, sino por estar en presencia de algo único. Es como si dieran puntos en una cartilla de marcianadas. "¿Has visto Anticristo? ¿Y qué te pareció? ¿Es para tanto? Fuerte... ¿verdad?, ¿Apartaste la mirada o pudiste verlo todo?". Yo la vi en DVD y he de reconocer que aparté la mirada en algún momento puntual... aunque luego tuve el valor de rebobinarlo en seguida para no perderme ningún detalle de valor. Doy por hecho que, por mi incultura, por la profundidad y dificultad del tema, vastísimo en material metafórico y en referentes de diversas artes, o simplemente por la extrañeza de Lars von Trier, no he sido capaz de comprenderlo todo, de llegar al fondo de los personajes y de aquello por lo que están pasando. En el caso de Melancolía creo que entendí más, pero también hay cosas que viajan en el limbo de mi imaginación sin encontrar un punto de reposo evidente e inexcusable de conocimiento. Sin embargo, ambas películas tienen una potentísima fuerza emocional que resulta muy sincera y que me dejó bastante afectado tras su visionado. Tengo la impresión de que von Trier trabaja con sus emociones y con su mente al mismo tiempo, creando unas obras de gran intensidad.
Además de esto, o debido a esto, sus películas tienen una enorme calidad visual, un estilo propio, provocador y agresivo a los ojos del espectador. Ese puede ser un problema. Que su belleza nos impida ver su contenido, o sus emociones. Muchos son los que han dicho que estas dos películas suyas están faltas de un buen guión, de ideas y de emociones... incluso los hay que han considerado Anticristo una película misógina. ¿Lo es? Yo diría que no, forma parte del intento de von Trier de llevarnos al extremo, de alejarnos de nuestra comodidad, de llevarnos al rincón más oscuro del alma de sus protagonistas. Una lectura fácil nos dice que es misógina. Aquí surgen mi orgullo y mi ego, grandes amigos entre si, por desgracia, que me gritan que no escuche esas palabras. ¿Por qué si yo no he llegado a las más hondas profundidades otros sí lo harían? ¿Es su opinión más acertada que la mía? ¿Su voz más fuerte? ¿Su comprensión mayor? Quizá sí, pero nunca lo sabré. Tendré que trabajar más sobre mi capacidad de análisis, me temo.
Otros, por otro lado, se quedarán con las imágenes más salvajes e impactantes en su memoria, dejando el resto de imágenes de estas películas en un segundo plano... ¿hace esto bien al resultado de la película o es víctima Lars von Trier de su propio talento? No deja de ser peligroso el talento... y el conocimiento. Porque el talento es bueno siempre, pero en manos equivocadas puede esconder verdaderas barbaridades.
Según palabras de von Trier, Anticristo trata sobre la ansiedad y Melancolía sobre la depresión... es difícil de decir, casi nunca hay que creer lo que diga y dejar que sus obras hablen por él. De cualquier forma, ambas son películas impresionantes, con varios puntos en común, como son las actuaciones, principalmente las femeninas: Kirsten Dunst en Melancolía y Charlotte Gainsbourg en ambas, están a un nivel inmenso, con una mirada tan triste o tan desafiante, según el momento, que me lleva a dudar mucho de su salud mental al rodar estas películas, lo cual agradecemos los espectadores, deseosos de veracidad... reflexión que no deja de ser aún más triste. Ambas películas comparten unas imágenes en cámara superlenta, preciosas y aterradoras, cargadas de contenido y simbología, en Anticristo aún se suceden acciones en ellas y están justificadas por el recuerdo, por la mente de ella, por pertenecer a su imaginación y su memoria; en Melancolía superan cualquier unión directa con la acción de la película, el punto de vista es ajeno, algunas representan acciones, sí, pero como lo haría un cuadro o una fotografía. La música, tomada de reputados compositores, es grandilocuente y lleva a la reflexión. La fotografía es inquieta, con un intenso movimiento de cámara, de acuerdo a las sensaciones de los personajes, haciendo más insoportable la sensación, generando una identificación directa con el personaje que siente esa angustia; salvo en la última parte de Melancolía, en la que los sentimientos se reposan, haciendo la cámara lo mismo. Por lo demás, ambas están divididas por capítulos, en una decisión poco habitual, y comparten la oscuridad habitual del cine nórdico, tendencia a la que se suma el cine canadiense, por ejemplo. Parece ridículo decirlo, pero la intensidad de la luz en esos países es diferente y se puede apreciar en la mayoría de sus películas.
Podría decir muchísimas cosas más de cualquiera de ambas películas... incluso podría haber hecho críticas individuales para cada una de ellas... hasta podría hacerse una tesis con todo esto, pero no seré yo el que la haga, y, desde luego, no ahora. Eso sí, recomiendo mucha paciencia para ver cualquiera de ambas películas, mucha seguridad en uno mismo, pocos escrúpulos (es ficción, las cosas no pasan de verdad), ganas de disfrutar del talento descontrolado de Lars von Trier, y sobre todo, ganas de sentir emociones fuertes, de enfrentarse a algunos de los grandes horrores de la humanidad.

miércoles, 1 de febrero de 2012

"Los descendientes"

¿No es curioso pensar que los hijos y nietos son descendientes y no ascendientes? ¿Es que el pasado fue mejor o más glorioso? ¿Por qué ver comenzar el árbol genealógico desde la copa, y no desde las raíces? O mejor... ¿por qué no buscar una expresión igualitaria? Bueno, la sociedad suele ser sabia para recrear la realidad a través del lenguaje, y quizá lo sea de nuevo en este caso: son descendientes, siempre a la sombra de unos personajes que no llegan a salir en la película de forma efectiva, ya sean los antepasados o una madre y mujer a punto de morir. Por ellos actúan estos personajes, presos de sus sentimientos hacia quien ya no está, aprendiendo a actuar respecto a ellos sin su respuesta efectiva... y quizá tratando de encontrarse a si mismos sin la parte que hay de los demás en cada uno de nosotros. Ese es el aspecto más logrado de Los descendientes, su mayor fuerza está en un padre tratando de imponer respeto a sus hijas y darles una educación que ya nadie cree que pueda dar, tratando de ocupar el lugar jerárquico de su mujer, en lugar de desarrollar el suyo dentro de la familia. Este respeto a los mayores, padres o abuelos, tengan razón o no, sepan o no lo que hacen, surge repetidamente según avanza la historia, dejando los mejores momentos actorales, cómicos y dramáticos. La importancia de la familia unida, de las relaciones entre ellos, se toca a menudo, pero generalmente de forma superficial, con la única excepción, quizá, de una escena final que a mí me ha sugerido muchas cosas, aunque puede no tener ningún interés en otros ojos.
En esta película de personajes el principal punto débil quizá sea ese, los personajes, y es una losa difícil de llevar. George Clooney no consigue dar todo el abanico de emociones que se espera de ese personaje que se debate entre llorar la pérdida de su mujer o cabrearse por su recién descubierta infidelidad. No es mi actor favorito, generalmente me cuesta creérmelo, le veo demasiado consciente de la presencia de la cámara, artificial... sí hay películas en las que consigue entrar en el personaje y darme una impresión de sus sentimientos, éste no es el caso. En esa falta de expresividad se pierde gran parte del atractivo de Los descendientes, y quizá no sea culpa suya, sino del personaje, del guión. Los personajes secundarios tampoco le ayudan, muchos de ellos aparecen y desaparecen sin pena ni gloria, insulsos y con escaso interés, aportando poco al resto de personajes. Sus hijas dan algo más de si, pero también adolecen de la misma artificialidad de Clooney. Debe de ser difícil trabajar en unos personajes que apenas evolucionan a lo largo de la historia, que no sufren prácticamente ningún cambio. De este tipo de películas se espera una trama de superación, de aceptación al menos de los problemas, y aquí ese cambio es tan débil que apenas se aprecia. Bueno, esto me lleva a pensar que quizá sea más real así, ¿acaso las personas evolucionamos en una semana? ¿Acaso evolucionamos alguna vez? ¿Superamos del todo nuestros traumas, nuestros miedos y problemas? Quiero creer que sí, que por ese motivo esperamos descubrirlo en el cine, para sentirnos seguros y confiados, si George Clooney puede, nosotros también. Sólo que George Clooney no puede, o no tiene tanto que cambiar. Puede que Alexander Payne, director de películas notables como Entre copas, haya tenido miedo al melodrama, gran villano que acecha a los guionistas de cine, y por ello haya estado evitando la mostración de sentimientos fuertes, manteniendo una mano suave durante las escenas más dramáticas, apoyado únicamente por úna música hawaiana que acompaña todo el trayecto, por los bellos paisajes del campo y de las playas de Hawai, por unos primeros planos que resultan poco intensos a mi modo de ver y por una voz en off bastante explicativa, otro enemigo de los guionistas, que se podía haber suprimido y que se va diluyendo según avanza la historia. Payne dirige de manera bastante rutinaria en esta ocasión, con pequeñas muestras de su estilo, que logra mirar los aspectos más normales de la vida cotidiana desde fuera, haciéndonos verlos como extraños, generando humor gracias a ello... pero lo hace en muy contadas ocasiones. Mi sensación es que trata de mostrarnos la vida de gente normal en Hawai, donde la voz en off nos anuncia que no todo es disfrute, aunque luego nadie dé un palo al agua en toda la semana que transcurre la trama.
En fin, que habrá que esperar a la siguiente película de Alexander Payne para disfrutar de su talento, o bien buscar alguna de sus películas anteriores y volver a verla; no debo de ser el único que lo ha pensado porque al terminar la película, saliendo de la sala, he escuchado a otro espectador cantando "Hawai, Bombay...", por lo visto a él la película le había dejado también así de indiferente. O quizá sólo tenía ganas de cantar o quería sacar una sonrisa a su acompañante, quién sabe.