viernes, 20 de abril de 2012

"Alps" o los problemas de ser un autor

2011. Dir.: Giorgos Lanthimos. Grecia.
Alps es cine de autor. Amado por unos, temido por otros, no comprendido por gran parte de la sociedad. Quizá haya que tener unos conocimientos previos sobre las nuevas formas de hacer cine, o sobre las antiguas, para viajar sobre estas películas y dejarse llevar por sus historias, para dejarse absorber por sus tramas. El cine comercial, en cambio, forma parte de la cultura popular y está en nuestro día a día, podemos verlo sin pensar, siquiera, si no se quiere pensar. Supongo que, en nuestra intimidad, todos podemos pensar y muchos lo hacemos, aunque sea de mal gusto exteriorizarlo en público. Todos somos libres para hacer tal cosa, aunque a veces esté mal visto.
Giorgos Lanthimos toma su propio camino para expresar, con una manera muy personal de establecer los diálogos entre los personajes, con unos encuadres muy particulares, mezclando planos tremendamente largos con otros muy breves, jugando con el ritmo y el movimiento de cámara, dejándonos, por momentos, sin poder ver las caras de los protagonistas. Busca un extrañamiento, un alienamiento del espectador frente a la sociedad que se muestra en su pantalla. Sin embargo, la estructura de su guión es bastante clásica y comprensible para cualquier espectador, pese a que nunca explique nada al espectador, lo cual es de agradecer, pero básicamente se compone de un planteamiento, nudo y desenlace, con una evolución de los personajes entre medias, especialmente la protagonista. Esto quizás hace más asequible su cine al gran público, acercándole a unas historias que muestran pequeñas sociedades, pequeñas visiones del mundo que nos hagan pensar sobre la cultura en general y el individuo en particular al mismo tiempo. Son enormes metáforas de la sociedad y de la vida.
Canino, su anterior película, la que le dio a conocer al mundo entero, una inconmensurable obra maestra, hacía referencia al proteccionismo de los padres en la educación de sus hijos, evitando su exposición a los males de una sociedad corrupta. En ella, su estilo estaba perfectamente justificado y funcionaba a cada tramo de película, con un magnífico clímax en una de las mejores escenas de baile de la historia, llegando a lo más ínstintivo y animal. Se le comparó con Haneke, otro gran autor, por su manera de mostrar la violencia, pero hay enormes diferencias entre ellos y se hacen más evidentes al ver Alps.
Debo decir que no creo que sea fácil hacer cine de autor. Es más fácil atenerse a unas reglas que delimitan gran parte del trabajo, que mantienen el desarrollo de las historias dentro de unos cánones, de unas convenciones de género. Hacer cine de autor es como adentrarse en un mar de posibilidades, sin saber del todo si lo que se hace está bien o mal. Desde luego, hay unas reglas, pero pueden ser más abiertas. ¿Quién le dice a un gran autor que lo que está haciendo no es una genialidad, sino una banalidad? ¿Quién se atreve?
Me pregunto si estos directores únicos hacen las películas según aquello que quieren contar o viceversa. Me pregunto si la forma, si el modo de contar, narrativo y visual, sirve para mostrar la profundidad y belleza de una historia, o si va unido al autor y todo lo cuenta de la misma forma. Giorgos Lanthimos me hace dudar a este respecto. Porque la artificialidad del mundo que crea no es suficiente en Alps para adentrarse en esos personajes que no saben afrontar sus pérdidas, o en esos otros que tratan de hacer negocio de esa solución. Alps trata de un grupo de enfermeros y demás trabajadores de un hospital que se encargan de sustituir a los fallecidos en sus familias hasta que superen su dolor, para que sea más gradual su duelo. Nadie protesta, todos aceptan indiferentes estas técnicas. No vemos nada del proceso de esos familiares y muy poco de aquellos que les sustituyen, en quienes se basa la película. Sí se nos muestra la necesidad de ser necesitada de la protagonista, carente amor en su familia y en su vida diaria, teniendo que robárselo mezquinamente a los muertos, pero no se llega hasta el final de ese sufrimiento, sino que nos quedamos en la superficie, viendo lo extraño e incómodo de ese proceso, pasando la película sin grandes avances, ayudada tan sólo por un irónico y negro sentido del humor, que parte de la extrañeza, de lo absurdo de las necesidades humanas. Pero no encuentro la lógica a la elección de los planos por parte de Lanthimos, ni encuentro sentido a los diálogos imposibles hasta en las conversaciones con más confianza, ni a un clímax que se vuelve a apoyar en el baile, como en Canino, pero que aquí no funciona igual. Mi impresión es que Giorgos Lanthimos es esclavo de su éxito y trata de repetirlo sin éxito, sin dejar que la historia que quiere contar le guíe, le lleve a una manera u otra de mostrar y de hablar, de narrar.
Uno se encuentra distraído descubriendo la enorme cantidad de palabras de origen griego que hay en nuestro lenguaje, algunas con el mismo significado, y otras que lo han ido mutando, tema ciertamente interesante, pero que no debía haber aparecido en mi cabeza, y que probablemente no lo hubiera hecho si la película avanzase y me contase diferentes cosas, si no tuviera miedo en investigar dentro de sus personajes y sus emociones, dentro de su dolor y su pérdida. Es una pena, porque él ya demostró en Canino que puede hacer gran cine, y aquí ha dejado escapar una historia muy atractiva. Esperemos que sea más valiente la próxima vez y sepa alejarse de sí mismo para narrar su historia... o encuentre una historia en la que su modo de narrar vuelva ser totalmente efectivo.

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