miércoles, 11 de abril de 2012

"Blancanieves"

Los cuentos infantiles han causado un impacto muy fuerte en el imaginario colectivo, en la infancia de todos. Son pequeñas historias que sirven para explicar el mundo, con todos sus problemas y sus bajezas, a los niños. Se les explica todo aquello que van a vivir, facilitándoles esos cambios que su vida tendrá que dar, enfrentándoles a sus miedos, a la pubertad, a la pérdida de la virginidad, y a un mundo desconocido para ellos, para terminar con un final generalmente feliz... al menos para los "buenos". Claro está que nadie trata de explicar los motivos que tienen los "malos" para actuar así, o si no será que no son malos, sino gente con problemas. No, en los cuentos infantiles son malos y punto. Ahora ha vuelto la moda de recuperar esas historias y pasarlas a cine de carne y hueso. Hay quien pudiera pensar que es un buen momento para desmitificar esas figuras del bien y el mal... para demostrar las barbaridades que se decían a los niños, ese brutal mensaje que se ha inculcado a la inocente infancia desde los tiempos de Walt Disney, superficial y peligroso. Hay que decir que Walt Disney ya adaptó esas películas a sus ideas, a aquello que deseaba transmitir. Éstas son las adaptaciones de las adaptaciones. El espejo que refleja el espejo.
Con Shrek se trató de eliminar alguno de los prejuicios de los que estaba cargado el mundo de hadas de Disney, pero aún quedaba mucho trabajo por hacer. No parece que esta nueva visita a esos cuentos míticos vaya a cambiar gran cosa, pese a todo.
Blancanieves (Mirror mirror) se centra en el exotismo y la sexualidad implícita de la historia. Sí es cierto que se muestra una imagen más autosuficiente de la princesa, pero eso resulta tan sólo en la apariencia más superficial. Tampoco el príncipe es tan encantador, al menos al principio de la película... aunque le basta con pedir unas tímidas disculpas para volver al bando de los "buenos". Pero, sin lugar a dudas, el personaje que más sufre es el de la madrastra, el más llamativo de esta historia, aquel que debería hechizar al espectador. Comienza bien la película en este sentido, con un trabajado prólogo de animación, narrado en primera persona por la propia madrastra, que parece ser la protagonista de la película... pero pronto se olvidan de ella, de todo su interés y su profundidad, para centrarse en una llamativa puesta en escena, con un vestuario y unos decorados que se acercan a Bollywood, haciendo alarde de colorido y exageración decadente en las formas, acompañado de un tono general festivo y relajado. La película está pensada para no ser tomada en serio, para disfrutar del espectáculo visual y el atractivo de sus protagonistas, con la acción y los diálogos buscando resaltar el erotismo latente bajo este cuento en el que la belleza es poder. Todos los símbolos utilizados por la imagen van dirigidos descaradamente hacia esta dirección, partiendo del enorme lazo del vestido de Blancanieves, pasando por los juguetones cachetes del príncipe a Blancanieves en su pelea hasta la importancia del primer beso de la joven princesa, en forma de ritual pseudoromántico, sin olvidar la importancia de los colores utilizados. En este aspecto, la película logra sus objetivos, si bien podrían considerarse escasos. Uno termina aburriéndose de una trama que avanza muy lentamente y sin interés y de una protagonista que no da mucho juego... yo no sabría siquiera decir si Lily Collins, la hija de Phil Collins, que interpreta a Blancanieves, es una buena o mala actriz. No tengo con qué valorarla.
Por otro lado, en estos tiempos en que la monarquía se pone tanto en entredicho, es pertinente decir que sí se atreve el guión a dejar ciertos detalles irónicos sobre la monarquía y el poder en este mundo utópico de fantasía, apoyándose en la interesante idea del control del pueblo por medio del miedo y el terror a una amenaza externa. Pasa de puntillas por estos aspectos, pero acaso es ahí donde se quedan los puntos más mordaces de la trama. Es curiosa la dualidad que tienen los estadounidenses con la monarquía, confluyendo la fascinación de los cuentos y la necesidad de un poder democrático.
Poco más hay que decir de una película que busca exactamente eso, ser un mero entretenimiento agradable para pasar menos de dos horas sin pensar en nada, sumergido en los colores y la ligereza de su historia. Es una lástima, porque con algo más de ambición habrían logrado una obra más atractiva para el espectador, que probablemente la olvide antes de que se estrene la próxima revisión de Blancanieves. Habrá que seguir esperando a que alguien reflexione sobre este cuento clásico y le de la vuelta, o que al menos nos descubra la preciosa metáfora de un espejo mágico capaz de cambiar el mundo a nuestro antojo, que devuelve una imagen transformada de la realidad, una historia sobre la verdad y las mentiras, sobre la belleza y su importancia en nuestra sociedad, sobre el éxito, sobre la importancia de verse a uno mismo reflejado y las dudas que pueden entrar al fijarse en la propia persona, sobre el ego... o incluso sobre la edad y el paso del tiempo en este mundo superficial donde la imagen es un aspecto tan esencial. No he mencionado a los enanos en esta crítica, lo sé... pero no hay mucho que decir sobre ellos... aquí son un mero gag cómico que no siempre funciona bien, aunque también de ellos se podrían extraer muchas lecturas, así como de su relación con Blancanieves. Supongo que hay muchas más cosas que pensar y que contar sobre Blancanieves y los cuentos de hadas... qué pena que nos hayamos quedado en los vestidos de colores... habrá que seguir esperando, o aceptar que esto es lo que hay.

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