jueves, 15 de marzo de 2012

"La ley del silencio"

1954. Dir.: Elia Kazan. Estados Unidos.
Por fin he tenido ocasión de ver La ley del silencio. La experiencia ha merecido la pena. Elia Kazan es un director especial, probablemente sería considerado uno de los mejores de la historia si no hubiera testificado en la caza de brujas, aquella lucha de los Estados Unidos contra cualquier forma de pensamiento cercana al comunismo. La temática de La ley del silencio también se centra en un hombre que debe decidir si testificar o no, si callar o hablar, un hombre que debe tomar partido entre su honor y su familia o su conciencia y su propio orgullo. Pese a todo, no se pueden comparar la trama de la película con la situación personal de Elia Kazan, en ambos casos ambos responden ante la ley como se les pide, pero en la realidad la ley no era justa ni honrosa. Éste es uno de esos casos en los que la realidad supera a la ficción... desconozco los motivos que le llevaron a hacer tal cosa, debieron de ser importantes, supongo. En cualquier caso, hay que evitar mezclar, en medida de lo posible, la vida privada de los autores con su obra... y la obra de Elia Kazan es impresionante. Quizá sea uno de los primeros autores del cine de Hollywood, imprimía a sus películas una fuerza vital impresionante cargada de contenido, uniendo una pulsión animal y salvaje con un profundo trasfondo reflexivo y metafórico. Se podría decir que hay aspectos de su cine que han quedado anticuados, tanto en su tratamiento de las historias como en las interpretaciones de sus actores, en ocasiones muy afectadas y lejanas a la realidad. Es comprensible, hace casi medio siglo que se hicieron estas películas, y Elia Kazan provenía del mundo del teatro, donde los espacios y la interpretación se entienden de otra forma, algo que se podía apreciar en su cine; además de ser uno de los fundadores del famoso Actor´s Studio, en el que se formaron actores como el propio Marlon Brando, protagonista de esta magnífica película. No voy a descubrir ahora a Marlon Brando, pero se come la pantalla en cada escena, sin excesos pero cargado de carisma. Consigue preocupar al espectador por un personaje con quien no resulta fácil sentirse identificado en un principio, un hombre que se niega a pensar, un bruto con una visión materialista del mundo, salvo por su pasión por las palomas y la libertad que simbolizan. Es un bestia, es agresivo, impulsivo, instintivo, como muchos otros protagonistas en las películas de Kazan, pero siempre con un punto soñador, sensible, idealista y un poco atormentado, problemático. Además, salvo pequeños momentos que parecen sacados de un mundo irreal, está muy bien acompañado por Eva Marie Saint, que quizá sea el personaje que menos se cree el guión, demasiado buena, demasiado fuera del mundo, pero con una atracción irracional por el protagonista y por la vida en el puerto. El resto de actores deja grandes momentos también, contribuyendo a un ambiente general convincente, asfixiante y, por momentos, de gran realismo. Se nos muestra con crudeza la vida en el puerto, el trabajo controlado por la mafia, dirigida por un líder ambicioso y poderoso, capaz de matar para mantener calladas las bocas de los trabajadores sobre lo que pasa allí. Se nos pregunta, a lo largo de toda la película, dónde están la valentía y la fuerza, en las palabras o en los actos, si hay mayor valentía en la resignación o la rebeldía, en los puños o las palabras. Se le plantea al protagonista su escala de valores: su familia, la justicia, su futuro, el amor... y tiene que tomar una decisión rápida que le deje en buen lugar, como persona y como hombre. Sí, digo como hombre, porque tiene que responder con el lenguaje que se entiende en esa sociedad que se nos muestra, plantando cara a las afrentas, sacando pecho y demostrando que no tiene miedo. Por eso hay una doble resolución en la película, la verbal y la física, la racional y la impulsiva, la de la justicia y la de los hombres. Y Marlon Brando hace lo que puede por cumplir con ambas, emocionando al público. Me pregunto si el propio espectador necesita de la respuesta física y violenta para terminar de cerrar la historia... si manda en nosotros algo primitivo cuando vemos una película, algo que nos pide la confrontación para culminar un conflicto. Mi impresión es que en este final perdemos gran parte del verismo ganado por la película y sus personajes, en una lucha cuerpo a cuerpo entre el bien y el mal, irracional, pero satisfactoria, donde la humillación y el dolor del adversario forman parte indispensable de la victoria final, para alegría del público enfervorecido. No se espera de ningún modo la redención o la comprensión, sino el sufrimiento. Naturaleza humana. Eso es lo que nos enseña Elia Kazan en su cine, nos guste o no.

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