miércoles, 28 de marzo de 2012

"Shame": ¡un brindis por el éxito!

Sí, brindemos por el éxito. Brindemos por Nueva York y sus calles que nunca duermen. Brindemos por la juventud y la belleza, brindemos por los amos del universo de Manhattan, por los delirios de grandeza, brindemos por los placeres y por el sexo, brindemos por el ideal occidental de vida, brindemos por los grandes apartamentos, por el lujo, por los mejores locales y las mejores ropas, por la seducción, brindemos por el sueño americano. Brindemos por la cima del mundo. Brindemos por la soledad acompañada, por la vacuidad, por el dolor, brindemos por el consumismo, brindemos por la imagen, brindemos por el egoísmo y las necesidades adquiridas e irrevocables.
Hay quien diría que Shame es una película que trata sobre la adicción al sexo y sus problemas, quien diría que trata sobre esa enfermedad. Quizá sea así. Pero creo que hay mucho más. Shame nos habla sobre los sueños de la cultura occidental, nos habla sobre el vacío del supuesto éxito, nos muestra a unos personajes perdidos en una ciudad donde no se pueden encontrar, no sabrían por dónde empezar. El sexo es una salida, una salida del dolor y del sufrimiento, una obsesión que permite tapar otros problemas, que esconde un alma herida bajo un armazón de placer que nunca es suficiente para ocultarlo todo. Las intermitentes luces de una ciudad grande y solitaria logran diluir ese sufrimiento entre la gente, demasiado perdidos todos en sus propios mundos para conseguir ver al prójimo, a quien nos cruzamos en el metro, a nuestro compañero de trabajo, a nuestro amante, a nuestro amigo, satisfaciendo las necesidades adquiridas por la sociedad: nuestra dosis de placer sexual, nuestra dosis de autoestima, nuestra dosis de alcohol o cocaína, o de cualquier tipo de droga, nuestra dosis de éxito profesional, pero sin ver a nadie más ni escuchar a quien llama una y otra vez, a veces a gritos, y sin poder hacerlo, en realidad. Quizá sea un dolor inevitable, después de todo. ¿Por qué preocuparse? ¿Para qué dar limosna si hoy en día todos somos pobres?
Que la película esté ambientada en Nueva York no es fruto de la casualidad, es un personaje más, esencial en el transcurso de la trama. Es un personaje bueno y malo, al mismo tiempo, es la ciudad de las ambiciones rotas, el lugar al que van aquellos que necesitan un sueño. Nueva York es el lugar donde se triunfa a lo grande, donde los éxitos son mayores, la cima del universo. Si alguien no encuentra su camino, entonces lo mejor que puede hacer es ir a Nueva York, a unirse a la legión de personas que luchan encontrarlo muy arriba, en lo alto de sus altos edificios, muy por encima de las ratas de sus alcantarillas, por encima de la suciedad de sus calles, por encima de sus clubes más oscuros, por encima de sus hoteles baratos y lejos de sus calles secundarias y sus barrios bajos.
Da la casualidad de que ambos protagonistas, los hermanos Brandon y Sissy, tienen unos problemas anteriores que desconocemos, unas carencias que provienen de su infancia, de su pasado, y los arrastran por toda la ciudad. Nosotros sólo podemos ver las consecuencias de ello, vemos sus necesidades, vemos sus bajezas, su deseo de autodestrucción, su dolor interminable y su enorme belleza. La tristeza puede ser muy bella, quizá sea porque genera deseos de solucionarla, de eliminarla, de ver la felicidad en esas personas... somos amantes de los cambios para bien, de la superación de los males. Me pregunto cómo serían estos personajes de haber crecido sin tantos problemas, o si hubieran viajado a Nueva York para labrarse un futuro mejor. Quizá sí... o quizá no. Quizá uno pueda ser feliz en ese mundo superficial, el reino de la imagen. Por supuesto, hablo del Nueva York de los sueños y de las películas, el famoso... hay otros muchos, alejados del bullicio y del consumismo, hay hasta otras culturas, pero no es ese Nueva York el que se nos muestra aquí.
Es curioso cómo se plantea un reto al espectador en esta película, al enfocar el vacío en el que se sumerge su protagonista en la adicción al sexo. El sexo es bueno, es un placer indispensable para el ser humano, responsable de la continuidad de la especie, entre otras cosas. Por un lado se nos vende en las imágenes de los anuncios, en el ideal de belleza, como una consecuencia del éxito... y por otro se tiene miedo de él y se censura, se convierte en un tabú, que sólo aumenta su atracción y su obsesión por él, su deseo por lograrlo. Pero aquí es la opción que toma el protagonista para escapar de su propia vida y sufre con él, al no ser capaz de dejar de pensar en ello, al dedicar su vida al placer se convierte en rutina, en un nuevo problema, reflejo de aquello que va pudriendo su alma por dentro, aquello que no llegamos a saber, pero que afecta profundamente a Brandon. Un espectador de mente relativamente abierta podrá ver esto, pero un espectador con prejuicios verá sexo y más sexo, verá algo explícito que rechazará, pero que quizá le estimule secretamente, e incluso quizá le haga avergonzarse al descubrir pequeñas similitudes en su comportamiento. Shame varía mucho según los ojos de quien la vea, y ahí radica gran parte de su fuerza.
Y la película tiene una gran fuerza, que se ve alimentada por la gran capacidad narrativa de Steve McQueen, su director, un hombre que hace películas como las siente, pensadas y realizadas de acuerdo a ello, buscando la realidad, acercándonos a su visión de la verdad del mundo en que vivimos, o a partes de él. El mismo tema de esta película puede verse por ejemplo en American Psycho, pero en aquel caso se hace desde el punto opuesto, desde la ensoñación y la paranoia, podría ser una pesadilla de Brandon y Shame su día a día.
Michael Fassbender hace un trabajo impresionante para conseguirlo. Sólo hay que mirarle a la cara, ver su actitud ante la vida, la repugnancia que él mismo se provoca, para apreciar todo lo que nos quiere decir su personaje. Hace un esfuerzo creíble y magnético, una actuación memorable. Y Carey Mulligan hace un trabajo más difícil de lo que parece, muy complejo y muy bonito, la fragilidad como arma para salir adelante, la gran inseguridad de un personaje muy emocional... su interpretación de New York, New York es magnífica y con una dura y seca ironía por debajo que conmueve.
En fin, es una gran película, aunque sus personajes no logren evolucionar, por mucho que lo intenten, por mucho que luchen contra las paredes de sus propias almas. Quizá sea muy difícil para ellos volar en una ciudad con edificios tan altos. Me pregunto si se pudiera haber llevado mucho más al límite, y si eso le hubiera aportado algo más... y me pregunto cómo sería una segunda parte, hecha dentro de 20 años si Michael Fassbender se conserva regular y de 40 si se hace retoques, en la que el éxito ya no sea un sueño posible, cuando sea un Don Juan tardío y marchito y no tenga sexo bajo el que esconder sus miedos, ni violencia con la que expresar su frustración. Me pregunto qué pasa con los amos del universo cuando ya ha pasado su tiempo. Quizá emigren a otra parte, dejando Nueva York, la ciudad de los sueños, la ciudad que nunca duerme. Brindemos por ella, por la Nueva York soñada, por la de las películas, por lo más elitista de Manhattan, el centro del universo.

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