lunes, 30 de enero de 2012

"Nader y Simin, una separación"

No sé cómo empezar una crítica para esta maravilla... tengo que confesar que hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan mal en el cine y disfrutaba tanto con ello. Nader y Simin, una separación ha resultado ser una grata sorpresa y una de las mejores películas que he visto este año, quizá la mejor en cartel ahora mismo. Como muestra de su impacto se puede destacar que es la principal favorita para ganar el Oscar a la película de habla no inglesa y candidata al premio al mejor guión original: eso es mucho decir para estar escrito en un idioma que los académicos de cine americanos no entienden, quizá ni sabrían por qué lado de las páginas empezar a leer. Pero dejando idiomas aparte, Nader y Simin es una película potente, sincera, dura y abierta, con unos personajes que resultan tan reales como la vida misma, que sufren, desean, tienen miedo, mienten, dudan y luchan por sus intereses y los de sus seres queridos, pese a las adversidades.
Su trama parte del pequeño mundo de una familia de clase media iraní, separada por el deseo de Simin de salir del país para asegurarle mayores posibilidades de futuro a su hija, Termeh, el núcleo de la película, ante la negativa de Nader, que no puede dejar en Irán a su padre, enfermo de Alzheimer. Se quieren y podrían vivir una larga vida juntos, en Irán o en el extranjero, pero este conflicto y su orgullo hacen que sea imposible. Ambos tienen sus razones y son comprensibles, pero les falta llegar a un acuerdo aceptable para ambos. La separación provoca cambios en su día a día, con una mujer, Razieh, de clase más baja, cuidando del padre de Nader mientras él trabaja. Ún accidente, malentendido, o agresión, según se mire, conduce a un enfrentamiento judicial entre la familia de Razieh y Nader y Simin, cargado de dilemas morales, partiendo de las necesidades de ambas familias, de nuevo su orgullo y su imagen se entrometen, así como sus valores y el deseo de protección de sus seres queridos. Se entretejen entre todos ellos unas situaciones que alternan la simpatía y el odio, el respeto y su carencia, la empatía y la incomprensión, que resultan ser un mapa de las relaciones humanas, profundizando en todos ellos, en sus miedos y carencias, llevándolos constantemente a un punto donde tienen que tomar decisiones relavantes entre lo bueno y lo correcto, lo correcto y lo justo. Asghar Farhadi, director y guionista, excelso en ambos apartados, no nos obliga a tomar partido por ningún personaje, quizá todos ellos cometen errores y podemos entender cada uno de esos errores, pero nos hace comprender y asimilar sus puntos de vista, nos hace plantearnos si nosotros no haríamos lo mismo en esas situaciones. El espectador se ve introducido de lleno en la historia, y se descubre agarrándose a la butaca, cogiendo aire y buscando, imaginando cualquier posible solución a sus problemas, sufriendo con ellos ante cada nuevo revés y deseando que se escuchen, cedan y lleguen a un acuerdo. Es como la vida misma. Es Irán, pero bien podría ser España, Estados Unidos, Rusia, Francia o casi cualquier país del mundo, sus problemas son universales, su manera de afrontarlos también lo es. Son innegables algunas diferencias culturales, pero menos de las que pudiéramos creer. Resulta llamativo que Irán la presentase para los premios Oscar de habla no inglesa, ya que no deja al país y sus instituciones en un buen lugar. Se puede apreciar la dureza de las condiciones de vida de algunos habitantes, un tráfico peligrosísimo y unos juzgados estrambóticos, sin orden ni concierto, sin abogados, con la única presencia de un juez salomónico que no puede abarcarlo todo ni saber a qué pruebas dar valor. Sin embargo, desmiente varias creencias sobre el dogmatismo cultural, religioso y machista que se supone al regimen iraní y sus habitantes, al menos en España y diría que en gran parte de Occidente. No sé qué me extraña, con el nivel informativo y periodístico al que estamos acostumbrados, más centrado en el espectáculo y la provocación que en la verdad. Puede que me equivoque, sin embargo, y no es mi intención generalizar, seguro que hay medios imparciales y periodistas ejemplares, pero los primeros no los he encontrado y los segundos son escasos.
Volviendo al cine, espero que esta crítica consiga transmitir el espíritu de Nader y Simin, que aleje cualquier idea de cine exótico, lento y para cinéfilos que se pueda uno imaginar al ver su procedencia y por el hecho de hallarse únicamente en el circuito de cines de versión original... nada más lejos, es una película cercana, con unas interpretaciones casi reales, sin florituras para la galería ni largos planos estáticos, todo lo contrario, da un gran valor al ritmo y la tensión, con el gusto de omitir al espectador la información innecesaria y aún a veces la necesaria, para fortalecer el valor de las decisiones y argumentos de los personajes, haciendo pensar y sentir al espectador, que sale de la sala vapuleado pero contento, en fin... una obra maestra que recomiendo no perderse a quien le guste el cine.

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