jueves, 26 de enero de 2012

Picnic en Hanging Rock

1975. Dir.: Peter Weir. Australia.
"Todo aquello que vemos o parecemos no es más que un sueño,
un sueño dentro de un sueño".
Edgar Allan Poe.
Es curioso que Picnic en Hanging Rock, basada en una novela, tenga tanta relación con lo poético, partiendo de esos versos de Poe que dan comienzo a la película y siguiendo por las ensoñaciones, los pensamientos y recuerdos escuchados por el espectador y culminando en el ambiente general que se crea a cada instante, con la inmensa belleza de sus imágenes, su vestuario, su música, sus decorados y sus protagonistas.
Como todo el cine que busca el camino de lo poético, lo metafórico o lo simbólico, es difícil de clasificar, incluso difícil de comprender, por momentos. Trata de la desaparición en una roca de tres alumnas y una profesora de una escuela femenina, un internado donde las enseñan a comportarse como señoritas, durante un picnic del día de San Valentín de 1900. Hay quien la ha llegado a considerar cine fantástico, por el misterio que encierra, o una película sobre la represión sexual de la época Victoriana. Tiene algo de ambas cosas, la tensión del misterio sin resolver, el temor y el deseo de descubrir lo desconocido, y algo salvaje, muy físico, muy instintivo, muy ritual, muy sexual debajo de esa fachada, de esas costumbres. Es una de esas películas en las que pasan más cosas de las que se dicen, o mejor dicho, se sienten más cosas de las que se cuentan. Se pueden apreciar la ingenuidad, con la soberbia que la acompaña, la belleza pura con la envidia y atracción que causa, la obsesión por encontrar respuestas a un misterio imposible de resolver. Se unen las costumbres de la Inglaterra victoriana con el misticismo mágico de las tierras australianas y en el choque surge la atracción. Uno llega incluso a creer que no han desaparecido, sino que han sido absorbidas por la roca, formando parte de ella, de su misterio, en una fantástica unión con la naturaleza.
En este ambiente tan especial y reflexivo, casi poético, se asienta una narración cargada de represión social, cultural y sexual, representada por la rigida y desesperada directora de la escuela y por la situación de una joven alumna huérfana y rebelde, enamorada de una de las compañeras desaparecidas, Miranda, quien representa el ideal de belleza y amor puros. Quizá aquí se encuentre el aspecto más discordante de Picnic en Hanging Rock, en esta historia más tradicional de discriminación social, aderezada, no obstante, con el misticismo del poder de un destino capaz de condenar a las personas a una vida desgraciada.
Tengo la impresión de que, pese al esfuerzo de Peter Weir, más conocido por El show de Truman o El club de los poetas muertos, un director metódico y obsesivo que piensa y da significado y valor a cada plano y a cada imagen, y pese al control que ejerce sobre sus películas, ni siquiera él puede controlar todo lo que se dice y siente en esta película, que hay algo mayor que se le escapa entre los dedos. Es una película única, con un estilo propio muy difícil de imitar... quizá tenga algún parecido con otra película también única a su manera, Las vírgenes suicidas, de Sofía Coppola, o con el cine más poético y menos narrativo de la historia del cine, como el de Tarkovski, Malick, o incluso Wong Kar Wai, cada uno con su estilo propio, pero, eso sí, sin perder nunca de vista el contacto con la realidad.

Espero que podáis verla y disfrutarla si os encontráis con ella... yo la vi hace ya un par de días y, al contrario que las protagonistas de la película, no logra desaparecer de mi cabeza.

2 comentarios:

  1. ¿Os gusta este tipo de cine? ¿O preferís las tramas narrativas convencionales, con una historia bien cerrada?

    ResponderEliminar
  2. Vas a hacer que vuelva air de nuevo al cine. Chus

    ResponderEliminar