martes, 7 de febrero de 2012

"Rocky", evitando golpes bajos

Lo sé, lo sé, tendría que haber visto Rocky hace mucho tiempo, y ya es tarde para criticarla, difícilmente podré decir algo que no se sepa... pero es que no he tenido ocasión de verla antes, siempre tenía cerca a alguien que ya la había visto muchas veces y no quería repetirla. Hoy por fin he logrado verla. Y me ha gustado, superando incluso mis mejores expectativas. Es curioso cómo son recordadas las películas, de tal forma que Rocky sufre del recuerdo mezclado con otras películas protagonizadas por Stallone, mucho más planas emocionalmente, aunque quizá logren otros objetivos. Sufre principalmente por el legado que han dejado sus secuelas, por todas las imitaciones que ha tenido, por el regular cine de boxeo que se comenzó a hacer a raíz de su éxito. Quizá todo esto haya hecho que no se recuerde Rocky por la gran película que es, sino por lo que significó y por todos los productos mediocres que inspiró.
La película sigue a Rocky Balboa, un hombre sencillo, de escasa cultura, como los protagonistas de Taxi driver, Fiebre del sábado noche, o Toro Salvaje, personajes perdidos, con un destino fatal, salvados en los mejores casos por el encuentro con alguien que les da aquello que les faltaba, y por llevar al extremo su gran y quizá única cualidad visible y socialmente aceptada, o por creer en una gran pasión, ya sea el baile o el boxeo. Ya no se hacen personajes así, creo yo, quizá fue una moda... una moda que llevó a todos los actores que los protagonizaron a ganar premios y acumular nominaciones, con perdón por la superficialidad, y también a la consecución de maravillosas películas. Puede que sucediera por la situación social de Estados Unidos, con el boom del movimiento hippie terminando, con la guerra de Vietnam ya perdida, con un cine americano que por fin se atrevía a cuestionar la grandeza de su cultura y a presentar los barrios bajos, la incultura y los problemas de sus ciudadanos con crudeza. Rocky habla del sueño americano, sí, y apela al sentimiento patriótico en algún que otro momento, pero permite la lectura contraria, con el rival de Rocky vistiendo la bandera americana, y pasando de un símbolo a otro del poderío de Estados Unidos, para acabar siendo el perdedor moral de la pelea. Nos muestra, a su vez, la necesidad del sueño americano en Estados Unidos... me imagino, por ejemplo, a los ciudadanos de los países nórdicos, en pleno estado de bienestar, oyendo hablar del sueño americano y no comprendiendo nada, allí no hubiera hecho falta ningún sueño así. Los sueños es mejor desearlos que necesitarlos, y en Rocky son necesarios.
Una de las cosas que más me ha sorprendido, gratamente, además, es que no hay golpes bajos. Es cine de género, con muchas de sus convenciones presentes: el hombre acabado y sin futuro que tiene una oportunidad en la que nadie cree; el hombre solitario y con limitaciones en su comportamiento social que encuentra el amor en alguien que pasa por una situación similar; la falta de fe de este hombre en si mismo, que tendrá que ir recuperando poco a poco, a base de trabajo; el contrincante seguro de su victoria; el hombre rico, inteligente, talentoso y poderoso aunque engreído ante el hombre pobre, con carencias sociales y culturales que logra sus objetivos mediante el trabajo duro; etc. Todo esto lo hemos visto todos muchas veces, pero no aparece en la forma de clichés en Rocky, todas las acciones surgen con naturalidad, de forma creíble, cercana a esos perdedores del día a día, haciéndonos partícipes de sus actitudes, identificándonos con ellos y sus sueños, provocando muchas emociones en el espectador. Aunque yo ya sabía cómo terminaría, me lo contaron y perdí la sorpresa por ello, eso no lastró mi experiencia cinematográfica, Rocky construye la tensión hasta el clímax de una forma envidiable, haciéndonos sentir cada golpe y cada pequeño revés que sufre este héroe de los bajos fondos. Me gusta especialmente que no utilice golpes forzados para que el espectador reaccione de una forma determinada, no es sentimentalista, en el peor sentido de la palabra, ni sensacionalista, digamos. Cuenta, en lugar de eso, con unos personajes que parecen reales, una cámara y una música que no dan énfasis a todo lo que pasa, sino que acompañan los sentimientos de los personajes. Nos alejamos del héroe clásico, es el ascenso de un don nadie al éxito, pero no sentimos que sus cualidades sean las que le lleven ahí, sino su trabajo y su perseverancia. No hay frases ganadoras, imágenes para la galería ni golpes bajos fílmicos que te griten qué sentir. Eso se han encargado de hacerlo las secuelas, las imitaciones que no podían alcanzar este nivel, y gran parte de las películas del mismo Sylvester Stallone. Me pregunto si es consciente de la grandeza de esta película, de si sabía lo que hacía y lo hacía todo a propósito, voluntariamente. Me pregunto si él mismo no es un beneficiario del sueño americano, un hombre que estuvo en el momento y en el lugar oportuno, un pequeño Rocky que no se diera cuenta de todo lo que decía en realidad ese personaje, tan acompañado de emoción y esperanza como de una visión desalentadora de la sociedad americana.
La película, sin embargo, se sale de lo habitual, en algunos aspectos, y tarda en comenzar, no se sabe nada de la pelea que será el centro de la película hasta la primera media hora. ¿Y qué pasa antes? Se presenta a Rocky, su vida, sus deseos e intereses, sus limitaciones, sus problemas, su carrera como boxeador de bajo nivel. Me resulta una decisión acertada, ya que nos permite sentir identificación con el protagonista y desear que le vayan bien las cosas, que le tomen en serio, como un verdadero boxeador.
En esta misma línea, es de agradecer que no haya buenos ni malos, tan sólo gente con obsesiones y problemas, con sueños incumplidos, hasta el gran campeón del mundo sueña con ser más popular y más querido por el público y por la prensa, sin dejar por un instante de luchar por esa obsesión que le corroe.
Me pregunto si esta película se podría hacer hoy en día, con sus escenas extremadamente largas, que serían cortadas sin lugar a dudas en cualquier sala de montaje del Hollywood actual, pero que logran crear un gran ambiente, o con los diálogos sin sentido de Rocky, cargados de repeticiones, de inseguridades y de bromas sin excesiva gracia que hacen más amable al personaje. Adrian también es muy interesante, en su surgir desde el encerramiento con su hermano en casa, con su sutil viaje a la libertad, creando una relación de gran belleza fílmica y narrativa con Rocky, sencilla, pero contando con la complejidad de ambos personajes. Uno se pregunta qué cambia más la vida de Rocky, si su relación con Adrian o la pelea por el título mundial.
Podemos ver y casi tocar la suciedad de los barrios pobres de Filadelfia, podemos creer cada una de sus dificultades, podemos ver a Rocky caminando, jugando con su pequeña pelota o dando puñetazos al aire, perdido en sus fantasías de boxeador frustrado... porque Rocky tiene que utilizar su cuerpo al no tener cabeza para otra cosa, pero es un soñador. Un soñador tenaz, valiente, persistente y duro como una roca. Un soñador que nos regala una gran película, sin necesidad de golpes bajos ni de sentimentalismo barato, quizá por eso merezca un hueco en la historia del cine, por su preciosa sencillez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario