martes, 21 de febrero de 2012

"Blade Runner"

Estados Unidos. Ridley Scott. 1982 (1º versión), 1992 (2º versión), 2007 (3º versión).
Humo. Noche. Suciedad. Lluvia. Luces de neón. Cristales. Superpoblación. Claustrofobia. Un unicornio cabalgando. ¿Sueñan los androides? Melancolía. Miedo a la muerte. Miedo al otro. ¿Qué nos hace humanos? ¿Por qué merece la pena vivir o haber vivido?
"He visto cosas que vosotros no creeríais. (...) Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia"
"Una lástima que la chica no viva, pero... de nuevo... ¿Quién vive?"
Vangelis y su música. Ridley Scott, Syd Mead y sus decorados. Philip K. Dick y sus androides que sueñas con ovejas eléctricas... o no. Harrison Ford y su sonrisa torcida y triste. Los replicantes cyberpunk de pelo rubio platino y ganas de vivir. El padre omnipotente y apartado del mundo. El genetista que envejece a gran velocidad. El amor y la comprensión, la aceptación y la violencia.
Blade Runner es un mito del cine difícil de enmarcar. No tiene mucho con lo que pueda compararse, y al mismo tiempo tiene una cantidad enorme de influencias, un montón de voces que se unen para expresar diferentes cosas... y al mismo tiempo es una película de Ridley Scott, de un autor único. No deja indiferente. Recuerdo que, cuando la vi siendo un niño pequeño no pude entenderla y la odié. Esperaba algo parecido a lo que había visto de Harrison Ford, a Han Solo o a Indiana Jones, y me encontré con algo muy distinto que no sabía bien por dónde coger. La revisión ha merecido la pena.
Ya desde el comienzo sorprende la ciudad, con sus efectos especiales analógicos, es una de las últimas películas de ciencia ficción no digitales, y visto hoy, eso le aporta una gran dosis de romanticismo que no debió de tener entonces. Pero no sólo es analógica, sino que además ya nos mete de lleno en una belleza dura, oscura y distinta a la habitual, que va a enmarcar todo lo demás. Sorprende la música de Vangelis, espectacular a lo largo de toda la película, una música que se adhiere a las imágenes y las acompaña, en una fusión absoluta de estas dos artes diferentes, una música que ayuda a crear el ambiente, que ayuda a adentrarse en un estado de ánimo reflexivo y melancólico, apoyando un tempo pausado y cargado de tensión. Sorprende la dirección artística, desde los decorados hasta la creación de los coches, la suciedad de las calles, el diseño de las habitaciones y su detallismo. Aquí es increíble la enormidad de influencias que se toman: el comic Heavy Metal, de Moebius, los dibujos de Syd Mead, el diseñador de los vehículos para la película y de las calles, en general; los propios dibujos de Ridley Scott, quien comenzó su carrera como director artístico; la estética a la que se iban dirigiendo algunas ciudades orientales como Tokio o Hong Kong; todos dirigidos a crear un mundo superpoblado, sucio, oscuro, melancólico y claustrofóbico. No es el futuro que todos deseamos.
En cuanto a la historia que se narra... no sé qué pensar. No sé si importa mucho o muy poco. No sé si el ambiente se la come o la llena de sentido. Hay que decir que el guión tiene muchos creadores e influencias. Parte de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, con un guión inicial romántico, centrado en la lucha interna de un protagonista propio del cine negro y en un mensaje ecologista, escrito por Hampton Fancher; retocado por la visión detallista y poderosa de Ridley Scott; y terminado, bajo las directrices de Scott, por David Webb Peoples, un buen conocedor de la ciencia ficción, además de un hombre directo, que manejaba bien las situaciones violentas. Todo esto sin contar con los cambios realizados en el rodaje por falta de presupuesto, por ideas de los actores o del propio Ridley Scott y los cambios que se hicieron en la postproducción, incluyendo una horrible y explicativa voz en off y un final indudablemente feliz. Sí, es un lío. Siento haber incluído tal batiburrillo en esta entrada, pero este mismo jaleo se puede apreciar en la película. O en las películas, porque hay tres versiones distintas de la película y un documental de tres horas y media sobre su problemática y complicada realización.
Me temo que no he dado mi opinión de una manera específica sobre la película. Tampoco hace falta. No me he pronunciado aún en el gran debate: ¿es Harrison Ford un hombre o un replicante? No lo haré. Estoy seguro de que se pierde la idea original de Philip K. Dick, por la cuál, según tengo entendido, para crear a los androides o replicantes se basó en los escritos de los integrantes de las S.S. mientras estaban en los campos de concentración. Los leyó y pensó en dónde quedaba su humanidad y qué los hacía ser personas. En la película quizá sean más "humanos" los androides que los verdaderos humanos, y ahí se plantea el interesante debate y la belleza existencial de Blade Runner. Sea como sea, la profundidad de la película es inmensa, tanto como llegue a escarbar el espectador en sus propias emociones. Y es innegable que contiene unas imágenes de gran belleza. Quizá sea una de las mejores direcciones artísticas de la historia del cine. Por no hablar de su inexplicable iluminación, con haces de luz que no tienen lógica, pero que hacen su función de manera expresiva. Es una obra de arte completa y minuciosamente trabajada hasta el mínimo detalle, pese a los notables errores propios de los problemas de presupuesto.
Es Blade Runner. Una obra única en la historia del cine.

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